domingo, 27 de enero de 2008

Una vida como la de mis padres


Sé que prometí que iba a dejar de ser San Ronan, pero ya ves, he fallado. Mi amigo Terry es uno de los pocos gays que conozco personalmente que aspiraban a llevar una vida, cómo llamarla, estándar. Con esto me refiero a que quería casarse, mantener con su marido una relación "cerrada" y adoptar niños.


Fin.

Terry afirma que no ha descartado esa opción, pero que como no sabe si tendrá esa posibilidad, pues ha decidido que se va a acostar con todo el que pueda y le apetezca, sin plantearse nada serio. Y en ello está: su agenda empieza a estar llena. Supongo que generalmente los hombres tenemos un instinto sexual mucho más exacerbado que las mujeres, y claro, si se junta el hambre con las ganas de comer, pues sale Triki, el monstruo de las galletas (qué chiste más malo). Sí, aquí estoy yo, mal que me pese, reforzando el argumento de que los gays son promiscuos. Por supesto que es una generalización y que cada persona es cada persona, pero supongo que si se hiciera una estadística esta sería la conclusión.

Este cambio de actitud de Terry me entristece. A veces me siento como si estuviera montado en un barco que se va hundiendo en plan Titanic, y la gente empieza a saltar de él para no morir absorbida por el remolino. Sólo puedes elegir entre saltar con ellos, o quedarte tocando con los violinistas y morir ahogado. Terry parece feliz, y cada pequeño escrúpulo (emparejados, casados...) va cayendo como una ficha de dominó. Lo siento por sonar moralista y estúpido, pero no puedo evitar pensar que Terry está dejando de ser lo que era para convertirse en alguien superficial.

Tal vez un día yo seguiré su camino y abandonaré la esperanza de tener una vida como la de mis padres. ¿Cuánta gente hay por el mundo que sea compatible con esa esperanza? ¿Cuántos hay por ahí que se parezcan un poco a Damián o a Ulises, que sean nobles y de fiar? Al lado de estas dificultades, conseguir una ley de matrimonios y de adopción de niños me parece, irónicamente, la parte fácil de la ecuación.

La historia de Roberto claramente no tiene pinta de aproximarme a esa vida de la que hablo, la de mis padres. Cada día me debato entre si ir o no ir, si tiene sentido o no. Soy contradictorio, lo sé, lo sé =(

4 comentarios:

Leolo dijo...

hola ronan

te lo dice un experto en la materia: no te comas tanto la cabeza. puede que estando de aqui te pillo aqui te mato encuentres al hombre de tu vida, el caso es moverse. intenta hacer las dos cosas a ver que tal

porque las chicas no son mas promiscuas? :D

un abrazo

israel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
israel dijo...

Yo tambien quiro una vida así,no como la de tu amigo si no al contrario,una vida tranquila con alguien que te quiera y a quien querer para poder compartir la vida.

Puedo entender a los que van y se acuestan con el primero que pillan pero no se,eso no puede acabar bién porque al final te faltará algo creo yo pero cada uno elije la forma de vivir su vida.

Ronan dijo...

Hola, Viento e Israel... Es curioso como cada uno ha comentado cada una de las caras de la moneda. Viento, eso que comentas lo he oído otras veces, pero a veces... cómo decirlo, creo que cuando uno entra en esa dinámica de vida, de cierta manera está cancelando las posibilidades de ver a los demás como algo más que trozos de carne. No sé, veo mucha gente que va en ese plan de aquí te pillo aquí te mato y ya solo por la forma en la que miran a los demás, me dan una sensación de frialdad y distancia... No sé bien como expliucarlo, me parece que es como una espiral en la que si entras, no sales.

De hecho algunas veces he tenido rollos así, y lo que he sentido al acabar y ver que la cosa se queda solo en eso, es vacío, y como una sensación de sordidez por dentro.

Uf no sé, creo que me decanto por lo que dices, Israel, si me das a elegir creo que la verdadera felicidad está en la pareja estable. Y si me apuras creo que la mayoría de la gente se siente así, y se ven obligados a desterrar la idea porque en su entorno nadie más parece compartirla, y así, la vida se convierte en una especie de partida de póker en la que todos vamos de farol pero como nadie sabe que los demás también lo están, pues la partida no se soluciona.