lunes, 24 de noviembre de 2014

Amigos tóxicos

Los últimos dos días estuvo de visita una amiga de otra ciudad. Vamos a llamarla Emma.

Ya venía notándolo desde hacía tiempo, pero ayer, tras pasar casi el día entero con ella, se me hizo evidente: no disfruto nada estando con Emma. Me saca de quicio y me agota incluso físicamente.

¿Qué hace Emma? Veamos. Para empezar, nuestros intereses son muy, muy, muy distintos. Yo tengo mucha curiosidad por todo de tipo de cosas, me gusta el cine, leer, informarme de temas variados, ver exposiciones. No es que sea una persona cultísima (en lo que se refiere a política, geografía y economía, por ejemplo, soy un paleto básicamente), pero como digo, tengo bastante curiosidad por casi todo. A Emma no le gusta leer (estábamos en una librería y miraba los libros como quien mira insectos exóticos), no le gusta mucho el cine, ni le gusta el arte en general, y básicamente sólo habla de chicos, de historias de amigas y de trabajo.

Es posible que durante la carrera, aunque yo ya iba notando sus "cosas", el nexo común que suponía estudiar juntos y tener problemas parecidos (los exámenes y demás) nos uniera lo suficiente, pero ahora pasar mucho rato con ella me agota, y siento que es más lo que nos distancia que lo que nos acerca.

Pero lo peor no es eso. Es que a nivel más personal, Emma tiene una actitud "perfeccionista", por llamarla de alguna manera, que me saca de quicio. Copio y pego de una página:

"Una persona que tiene la actitud tóxica del exceso de soberbia es aquella que ejerce el rol de autoridad constante, te corrige incluso cuando no tiene que hacerlo y se comporta como si estuviera en posesión de la verdad. Además, no se permite aprender de los demás y se siente incómoda cuando le llevan la contraria".
Esa es Emma. Constantemente necesita hacerte saber que aunque no viva aquí y haya ido una sola vez a ese sitio, sabe perfectamente el camino y sabría llegar sin ti. Que ya sabe eso que le ibas a explicar. Que eso que has hecho está mal. Que estás equivocado. Que no dijo eso. Que no dijiste eso. Que sí dijiste eso.

Os preguntaréis cómo lo aguanto. La principal razón es que soy un cobarde que siempre quiere agradar, y la segunda es que este tipo de cosas las dice bromeando y sonriendo, y no ha lugar a entrar en discusiones. Pero agota, y mucho, y te obliga a estar en un constante estado de "alerta" para que no te pille en un error, o con cara de distraído y entonces aproveche para "atacar".

Además, al rato de oírla hablar, te das cuenta de que Emma tiene críticas para todo el mundo, especialmente todo el que la contradiga o haga algo que le parezca mal. Estos días se quejaba veladamente de no haber sido invitada a cierta celebración, y en cambio cierta otra persona sí lo fue. Cómo decírselo, pero lo cierto es que adivino la razón: es de esas personas que de manera muy sutil te pueden agriar ligeramente la fiesta. Con una mirada no muy limpia. Con un gesto de velada crítica. Con actitud de dignidad herida que enturbia el ambiente. Esa persona que tras la boda disfruta criticando el menú, o el vestido de la novia, o lo que sea. Incluso si te halaga, de alguna extraña forma te hace sentir culpable (porque notas que bajo el halago hay... envidia).

El caso es que Emma nunca imaginaría que pienso todo esto y me siento así. Pese a todo esto, también tiene evidentemente sus características positivas y en el pasado me ha ayudado, pero si soy sincero conmigo mismo, ya no deseo ser más su amigo. Es una persona tóxica, no soy el primero en notarlo, y me gustaría salir de la red.

Y no sé cómo.

En ocasiones le cuento cosas que subrayan lo diferentes que somos. Trato de ser yo mismo en vez de adaptarme y hablarle de las cosas que me interesan de verdad para que se aburra y se dé cuenta de que no tenemos cosas en común y yo le parezca un rollo. También trato de hacerle ver que no soy ese peluche amoroso en el que ella me ha encasillado y que soy capaz de hacer cosas moralmente "erróneas", que he probado drogas, que he fumado, que he tenido sexo de una noche, que me gusta también la música electrónica ("Uuuuy, ¡pero Ronan, qué te ha pasado que te han cambiado!"). Con la esperanza de que se decepcione y se aleje.

Todo porque no sé cómo hacer eso tan simple que todo el mundo sabe hacer instintivamente de hacer que la gente que no te agrada se aleje de ti. Evidentemente no soy capaz de decirle todo esto que he escrito ahí arriba, y menos cuando nunca le he dado a entender que me siento así, y me parece demasiado brusco decírselo de pronto. ¿Alguien sabe cómo se hace? ¿Algún truco?

lunes, 20 de octubre de 2014

Las brasas también queman


Desde hace unas semanas, he entrado en una racha de encuentros casuales con gente del pasado. Gente que ha sido importante para mía, y otra que no tanto. El hombre con quien tuve mi primera vez (en una ciudad muy lejos de donde él vive), un chico con quien estuve el año pasado durante la época en que Ikki y yo estábamos separados, un compañero de la universidad a quien no veía desde hacía años (¡dos veces en una semana!), la primera chica de quien dije estar enamorado cuando en el instituto necesitaba una coartada (y yo mismo me lo acabé medio creyendo). El plato fuerte vino el otro día: F, la primera persona de quien me enamoré, hace un buen puñado de años.

F fue compañero de clase en un curso que hice. Me llevaba unos quince años y tenía una personalidad arrolladora, siendo a la vez la persona más payasa de la clase y probablemente la más culta e inteligente. Una combinación que me pulverizaba. El caso es que durante un tiempo yo percibí señales por su lado. De hecho todo empezó por su lado: un buen día me hizo un regalo sin venir realmente a cuento. Parecía que pasito a paso íbamos acercándonos a algo... Pero no llegábamos nunca. Finalmente un día cogí el toro por los cuernos y, a costa de unos nervios y una vergüenza terribles, le dije que me gustaba muchísimo. Tener conversaciones "serias" con él era (y es) muy complicado, porque entre su verborrea y su humor a borbotones... En fin, resumiendo la conversación, me dijo que efectivamente se había planteado de verdad algo conmigo, pero tras reflexionarlo, había decidido que la diferencia de edad era demasiada. La cosa quedó en que hablaríamos más, pero fueron pasando los días y nada. Supongo que cegado por lo que sentía, y porque la respuesta no fue totalmente tajante y quedaba un resquicio de posibilidad, volví a tratar de sacar el tema más adelante, hasta que finalmente llegó el no rotundo.

Si alguien que me lee está a tiempo de no cometer el mismo error, sólo quiero decirte que cuando la otra persona no sea clara y pese a lo que te diga te dé largas, nunca jamás insistas. Nunca, nunca, nunca, porque sólo sirve para pegarte una hostia mayor, y un día lo recordarás y te dará tanta vergüenza que querrás meter la cabeza bajo la tierra. Si alguien está de verdad interesado en ti, pondrá los medios.

En fin. Con el tiempo tuve que darme de baja de aquel curso, que duraba varios años, porque aunque manteníamos una relación amistosa y básicamente hacíamos como si aquello jamás hubiese ocurrido, para mí era un suplicio pasar allí esas horas con él. Sentía una ansiedad tremenda cuando tenía que ir a clase, y llegué a tener contracturas y dolores extraños de la pura tensión.

Fast forward a hoy en día. El tiempo y la distancia no sé si lo curarán todo, pero desde luego cambian las cosas, y en diez años da tiempo de que te pase de todo. De pronto se creó un grupo de wasap de la gente de esta clase, y supe de él después de tanto. Se planificó hacer una cena.

Me preguntaba qué me iba a pasar. Ahora no soy el mismo, soy menos inocente en todos los sentidos, he tenido más desengaños, y ahora estoy con Ikki... Por una parte pensaba que vería a F, sentiría simpatía por él y sería bonito verle a él y a los demás, y basta. Por otra, estaba un tanto preocupado y pensaba cosas del tipo de qué impresion le iba a causar yo ahora, lo cual era una mala señal.

La reunión, al final, me dejó una sensación amarga y turbulenta. Sí, parece mentira, diez años después F sigue teniendo la capacidad de trastornarme. Sigue siendo el mismo, yo por lo visto sigo siendo en gran parte el mismo, y me fue de allí como si por dentro llevara un maremoto.

Quizás eso que dicen de que donde hubo llamas quedan rescoldos es cierto, y me temo que tres personas de mi vida, F uno de ellos, pase el tiempo que pase siempre seguirán teniendo la capacidad de reabrirme la herida si algún día volvemos a vernos.

Aunque F me sigue haciendo polvo, a nivel "racional" al menos ahora entiendo claramente que esto no tenía ningún futuro, no exactamente por la diferencia de edad (cuando se quiere, se puede, y existen cientos de parejas así por el mundo), sino porque con alguien que te eclipsa de semejante manera no se puede tener una relación que funcione. Durante la cena, F acaparó gran parte de la conversación; la mayor parte consistió en bromas y bromas a velocidad de ametralladora, y yo, aún tratándose sólo de un pequeño puñado de gente, quedé totalmente en segundo plano. Pero el corazón es tonto, y os mentiría si no os dijera que una pequeña parte de mí volvió a albergar esperanzas ridículas, aunque esté con Ikki y la idea sea estúpida.

Ahora que llevo meses después de haber vuelto con Ikki, voy pasando por fases, y me pregunto si algún día podré estar totalmente en paz, como esos famosos que explican en las entrevistas que todo en su relación es como un rayo de luz sin fisuras. Hay días en que todo es pasión y felicidad, pero hay días en que el aburrimiento vuelve a asomar la cabeza, y también hay días en que determinadas cosas me hacen pensar si mi vida no necesita un profundísimo revulsivo. Y lo dejo aqui porque esto es tema de otra entrada.

sábado, 11 de octubre de 2014

Ya, por favor

Tarde tonta de sábado. Ikki está en su pueblo, y yo aquí, y me siento vacío y sin nada que hacer. Sí, hay algo que debería hacer: ponerme con la maleta.  Mañana me voy a pasar unos días a mi ciudad natal. Donde estará mi familia, mis amigos, gente que contará conmigo para cosas.

Estoy bastante desanimado. Entramos ya en la última parte del año, y un vez más, no he logrado hacer amigos aquí este año. Si entro en detalles, sí, vale, he conocido a gente y con alguna de ellas puedo quedar de vez en cuando. Sin embargo, un amigo de un café o un cine esporádico no me es suficiente.

Está A, que en realidad está en un momento de su vida distinto al mío y se nota (es decir: le llevo unos años) y eso crea una distancia. Está C, que me parece ideal: pensamos de forma parecida, es de mi misma edad, compartimos un buen número de intereses, tenemos un nivel socio cultural virtualmente idéntico. Pero sin embargo, algo hay que nos impide ir más allá, y es que siento que siempre soy soy yo el que propone planes. No creo que C piense que pretendo nada porque es una chica y sabe que tengo novio, pero el caso es que ahí queda ese muro invisible, y llega un punto en que me da vergüenza volver a escribirle yo. Está A2, que es muy buena persona, pero al final es una persona "de barrio", con una forma de pensar y de ser muy distinta, y eso marca una enorme distancia y en muchas ocasiones me ha hecho pasar malos ratos a su lado. Somos de mundos demasiado distintos. Está L, que compartía conmigo su gusto por una serie de televisión y eso parecía que nos uniría más, porque ambos éramos fans a un nivel poco frecuente, y la serie no es muy popular... pero finalmente L tiene su mundo y yo soy sólo un amigo-de-café. Está P, que es un amigo-de-salir-de-marcha. Te avisa dos horas antes, y a menudo como respuesta de un mensaje tuyo, no porque salga de él únicamente.

No sé si me dejo a alguien, pero supongo que ya queda claro. A lo mejor es culpa mía por pedir demasiado, pero yo lo que necesito es a alguien que cuente conmigo de verdad, alguien en quien me pueda apoyar y para quien yo sea igual de importante. Alguien a quien pudiera darle una llave de reserva de mi casa en esta ciudad que no es mía por si pasara algo, alguien a quien pudiera llamar si me pasara cualquier cosa y, pongamos, me ingresaran en el hospital. Aquí en definitiva sólo tengo a Ikki, y cuando Ikki se va a su pueblo, me entra esta angustiosa sensación de soledad y queda claro que "amigos" con todas las letras, aquí no tengo.

A la mente me vienen toda clase de pensamientos. Que quizá cuando se superan los treinta es muy difícil hacer amigos nuevos. Que la culpa es mía porque soy demasiado tímido, o raro, o transmito cualquier cosa negativa. Que simplemente es cuestión de seguir intentándolo hasta que suene la flauta, porque si hasta hoy he ido logrando hacer amigos en cada momento de mi vida, ¿por qué ahora no iba a poder?

Por otro lado, ocurren cosas que me desesperan. Recientemente empecé el curso en una nueva clase de idiomas donde esperaba conocer a gente de gustos parecidos... y me encuentro con que mis compis son en un 90% adolescentes o poco menos. Qué desesperación me entró al verlo. La anterior vez que me matriculé en una clase, tuve UN SÓLO compañero, un padre de familia de cincuenta y pico. Un señor muy simpático, pero evidentemente no mi futuro amigo. Ahora, un MONTÓN de compañeros, pero prácticamente todos unos diecisésis años más jóvenes. Joder, parece broma. En fin. Quizás tenga suerte con las dos o tres compis de edades más parecidas.

Hace unos años viví en otra ciudad, y también lo pasé mal para conocer a gente. En realidad aquello fue aún peor, porque sumado a lo otro, tuve dos "desengaños" amorosos y bueno, pocas cosas peores que verte solo, sin familia, sin amigos y con el corazón roto. El caso es que aproximadamente al año y medio probé suerte yendo a una especie de ONG, y allí de pronto todo vino rodado: conocí a dos amigos que se convirtieron en mi "familia", y además de la relación muy cercana con ellos dos, a otro puñado de gente relacionada con ellos con la que si bien no tenía tanta confianza, contaban también conmigo para salir, cenar y cosas así. Fue de rebote con toda esta gente que conocí a Ikki, por cierto, así que ya veis hasta qué punto la cosa salió bien. ¿Fue un golpe de suerte espectacular, o puedo aspirar a que eso se repita?

No quiero seguir así otro año más. Si es por fallo mío quisiera saber qué hago mal para corregirlo ya, y si es una cuestión de suerte, necesito que cambie ya, por favor.

miércoles, 16 de julio de 2014

Atravesar

Hace un par de semanas encontré trabajo.

Estar en paro es desesperante, y en ocasiones te hace caer en bajones y sentirte un inútil sin propósito en la vida.

Pero tener un trabajo que no te gusta nada y que sientes que te aplasta bajo su dificultad y su dureza es terrible también. En esas estoy.

En una de esas fases de la vida en la que mi pensamiento más recurrente es "por favor, que se termine todo esto ya". No voy a entrar en detalles, pero trabajo en un sitio con un grado de burocracia demencial y unas dimensiones inabarcables y agotadoras (es decir: media docena de plantas que subir y bajar permanentemente durante horas, corriendo mientras tratas desesperadamente de ajustarte al horario y rezas porque ningún imprevisto te lo haga imposible). En mi anterior trabajo me desesperaba porque me aburría y sentía que no avanzaba. En este es más una desesperación tipo "nudo en el pecho" por la ansiedad de sentir que no llegas.

Esto me ha llevado a empezar a preocuparme por mi futuro. Sé muy bien lo que no quiero: no quiero esto. No quiero este tipo de trabajo. Quiero un trabajo que no me haga daño física o psicológicamente. A lo mejor pido mucho, y esa es mi cruz, ser un insatisfecho crónico, pero nunca antes he sentido tan intensamente que no puedo quedarme en este sitio para siempre, ni siquiera para muchos meses. Y entonces, ¿qué hago? Os parecerá ridículo, pero con el paso del tiempo más y más voy envidinado a la gente que o bien es millonaria por herencia o lo que sea y se dedica a lo que le dé la gana, o bien que tiene la suerte de trabajar en trabajos "bonitos" y/o creativos. Actores, cantantes, guionistas, redactores de páginas de cultura friki, fotógrafos. Sí, sí, lo sé, todos los trabajos tienen sus pegas y su parte mala, pero por mucho que digamos es incomparable ser Beyoncé y ser un minero. Es indiscutible que hay trabajos y trabajos. La enfermería puede ser por momentos muy bonita, pero cuando se ejerce a toda prisa, con ansiedad y pensando en mil cosas burocráticas que no tienen nada que ver con ella, no lo es.

Me siento atrapado, no sé qué voy a hacer con mi futuro, y sólo sé que no soporto la idea de que esto sea mi vida para siempre.

domingo, 30 de marzo de 2014

La luz negra de la discoteca

Ayer por la noche salí con con dos amiguillos y otros amigos de ellos. En principio salía con pocas ganas, porque estaba muy cansado, pero ya había dicho que no el día anterior que estaba completamente exprimido, y no quería quedar de aburrrido que siempre dice que no a los planes (ya sabéis, ahora soy el hombre del sí a-casi-todo).

Al principio me empecé a animar bastante, inesperadamente. Esos días que después de una cerverza te empiezas a poner eufórico y la cosa fluye. Los chicos que conocía menos o acababa de conocer esa noche me parecían simpáticos y la cosa pintaba bien.

Sin embargo, poco a poco la cosa fue decayendo sutilmente, y al volver a casa y hoy, al día siguiente, la sensación que me quedó de esta noche es un tanto de... vacío. Voy a intentar explicarlo todo.

En ocasiones, y aquí viene una opinión políticamente incorrecta, el ambiente me parece un entorno superficial y deprimente. Características de la discoteca a la que fuimos: público principalmente de guapetes de gimnasio descamisados de mirada un tanto arrogante. DJ elevado en un absurdo podio, inalcanzable literalmente. Música íntegramente compuesta de dance chunda chunda (y hablo yo, que escucho música trance, pero eso es otra historia de la que otro día hablaré), puntuada por algún interludio de alguna canción conocida remezclada al estilo, valga la redundancia, dance chunda chunda. En estos casos ocurría un fenómeno que sería gracioso si no fuera estúpido: la gente aullaba encantada en cuanto reconocian un trozo de melodía familiar, quizá de algún tema de los 90 en versión nueva. Pero esos trocitos eran apenas cinco segundos en medio de los bombos, y en seguida se apagaba la euforia colectiva y volvíamos todos con decaimiento a bailar el obligatorio chunda chunda. Todos pagamos 15 euros con derecho a una sola copa por tragar con esta mierda de música que visiblemente no está motivando a nadie, y al DJ encima le ponemos en un podium. Hmmmm...

Cuando veo entornos así, pierdo un poco la fe, y siento que toda la lucha por los derechos de los gays finalmente nos ha llevado a sitios como esta discoteca llena de gente obsesionada con su físico, aparentando y haciéndose la distante e interesante, bailando por quedar de guay al ritmo de una música que la mayoría no está disfrutando. Y más deprimente me resulta todo esto cuando lo comparo con el caso de una persona que recientemente he conocido, proveniente de un país africano, que por su activismo en favor de la igualdad se ha expuesto a amenazas de muerte incluso.

A nivel ya personal, según avanzaba la noche me fui sintiendo y quedando más y más desconectado de los compis y de la gente alrededor. Ocurre que todos en mi grupo eran menores que yo, algunos bastante, y otros simplemente en una órbita distinta, y a fin de cuentas se nota. Era un círculo vicioso, porque cuanto menos hablaba, menos me apetecía hablar, y más descolgado me iba quedando. Por no decir que mi voz es tan débil que mantener conversaciones en una discoteca o un bar lleno siempre me ha resultado muy difícil... Para no mentir, tengo que decir también que en medio de todos estos tíos que no se ajustan nada a mi tipo, alguno que otro sí me pareció atractivo, pero no ligué con nadie, y eso también de desanima un poco. Para empezar no puedo, porque ahora estoy con Ikki, y sinceramente traté de frenarme con uno en concreto que se me puso a hablar y que me gustó bastante. Así que por un lado yo no me dejé llevar demasiado, y el entorno en general tampoco me daba mucha posibilidad. Y la verdad es que ir a una discoteca y sentirte un tanto invisible es, tengo que reconocerlo, un poco deprimente. Yo también entro en la rueda de la superficialidad, sí.

En fin. A veces, salir por la noche, más que algo divertido, es como entrar un mundo paralelo bastante oscuro y bastante hostil, y enfrentarte a lo más turbio de ti mismo y de los demás
.

lunes, 10 de febrero de 2014

Sí a todo

Chicos, en un momento de impulso positivo, decidí volver a intentarlo con Ikki.  No sé si hice bien, no sé si hice mal. De momento me siento bien, y quiero limitarme a vivir el día a día. Aunque a ratos aparezcan nubarrones, de los que hablaré al final.

Como mínimo, uno de mis propósitos para 2014 lo estoy llevando a rajatabla: el del sí a todo. A menos que alguien me proponga tirarme por un puente o caminar sobre cristales rotos, etc., soy el hombre del sí.

Ahora, tengo que decir también que el camino del "Sí a todo" me está resultando estresante y duro.

No dejo de ser una persona muy tímida y con muchas inseguridades, y me resulta difícil estar constantemente saliéndome de la zona de confort y exponiéndome a situaciones y gente nueva. Hace poco, un fin de semana, cené y comí con dos grupos de gente distintos (en días distintos, también). Todo gente relacionada con un deporte que hago.

En el primero de estos grupos digamos que conocía a dos o tres de sus miembros, pero cuando llegó la cena, fui descubriendo con inquietud que ellos habían formado una peña numerosa (¿más de veinte quizás?) y mucho más unida de lo que me pensaba, con sus anécdotas, su grupo de wasap, su nombre de grupo, sus bromas... Si hay una situación social que se me hace dura por encima de todo es verme rodeado de una gente que conforman un grupo de amigos. Esa sensación de no saber de dónde agarrarte, en quién apoyarte, cómo "entrar" en algo que está ya tan formado. Y eso por no decir que en este tipo de grupos lo que prima son las conversaciones de broma, donde unos y otros se toman el pelo mutuamente y no suele haber un "tema" de coversación realmente. Me manejo fatal en las conversaciones-de-tomarse-el-pelo, porque no es mi estilo para nada y bueno, en realidad si no eres parte de un grupo realmente no tienes mucho que decir. Para más incomodidad, entre broma y broma estaban planeando sus disfraces de grupo para estos carnavales, y yo no sabía ni para dónde mirar. ¿Me invitarían, no me invitarían, se sentirían obligados a invitarme? Bueno, finalmente digamos que una de las chicas que conocía de antes me medio-invitó. Fue un poco abstracto y en el aire todo y no sé si llegará a ocurrir. Pero en fin, ahí de nuevo dije que sí, o para ser sincero dije algo así como "ah, pues bueno" con la boca, digamos, mediana. No me pidáis milagros. Pero si se concreta la invitación, iré, y que sea lo que dios quiera.

El domingo se repitió algo similar. En esta ocasión conocía un poquito a una chica del grupo en cuestión, y de medio rato a otros dos. La situación, básicamente la misma que el párrafo anterior: las conversaciones de bromas, el no saber bien cómo trabar conversación y con quién, etc.

Quizás leyéndome imagináis que me quedo en una esquina atemorizado y escuchando a los demás hablar y reírse, pero no es exactamente la verdad. En realidad quedarme callado me daría más vergüenza aún, y trato de trabar conversación a menudo con quien pueda y como pueda.

Llega un punto en que te preguntas si es que la situación en sí misma es difícil y esto no es culpa mía, o si es que simplemente no soy compatible con la mayoría de la gente y su sentido del humor, si es que sí es culpa mía que lo hago mal, si emito unas ondas de "busco amigos" que echan para atrás... No sé, el caso es que sinceramente tengo la sensación de estar todo el rato lanzando la caña, de estar saliendo hacia afuera. Me recuerdo, este mismo domingo, tratando de dar conversación a una chica sentada a mi derecha, con su silla ligeramente ladeada hacia su derecha, es decir, dándome en parte la espalda, y respondiendo ante los intentos de trabar conversación, sí, pero nunca preguntándome a mí o iniciando la conversación ella. Quizás ella en concreto era un poco difícil; la verdad es que con otra gente fue mucho más fácil, e incluso hicieron por dirigirse a mí. Me gustaría a veces que me acompañara un coach invisible y me dijera exactamente qué hago mal o si es que no es culpa de nadie. Hace años, cuando me marché de casa para estudiar fuera, mi madre me escribió algo que me impactó muchísimo y nunca he olvidado.

Venía a decir algo así que como no tratara de adaptarme a la gente, sino que dejara que fueran ellos los que vinieran a por mí.

Quizás así leído os parece un consejo horrible; el caso es que no recuerdo las palabras exactas, pero me impactó mucho, porque desde luego me siento como que estoy constantemente adaptándome a los demás. Sin embargo, a veces ves a gente profundamente distinta, que no hace nada por pulir sus "rarezas", y están rodeados de gente afín. Gente con gustos musicales infrecuentes, gente con aspiraciones raras, gente con un sentido del humor o una cultura que les distancian radicalmente de la mayoría.

Mi prima, con diez años, viendo un DVD de Maria Callas con su amiga de su edad, a la que también le gustaba Maria Callas. Aslaska y Mario, con un gusto estético y artístico muy alejado de la mayoría, juntos, debatiendo sobre alguna desconocida peli de serie B. Grupos de amigos fans de Star Wars peleándose con espadas láser de plástico en el parque. Grupos de amigos que van juntos al concierto de un grupo tan desconocido que el aforo del recinto no supera las mil personas.

¿Ha sido casualidad? ¿Es una energía que uno proyecta? ¿Es suerte? ¿Cómo lo han hecho?

Por momentos no puedo evitar preguntarme si no me estoy dando cabezazos contra la pared y no me va a servir de nada forzarme a este tipo de situaciones. Si sólo me va a servir para pasar ratos de incomodidad y desanirmarme por sentirme solo entre una multitud, que es un tipo de soledad especialmenet dañino. Si quizás hay que rendirse al destino y dejar que me aparezcan amigos espontáneamente, sin buscarlo, si es que aparecen, y si no pues nada. Hacer como dice mi madre y ser radicalmente yo mismo y que se acerque quien quiera. A mí eso no me sale fácilmente.

De momento sigo con el plan, porque la verdad es el consejo que me daría a mi mismo si yo fuera otro, y como dijo una amiga, cuantas más puertas golpees más posibilidades hay de que una se abra.

Hoy veía en YouTube un video del proyecto It Gets Better (gente gay explicando lo dura que fue su infancia/adolescencia, y cómo las cosas con el tiempo siempre van a mejor, para animar a gente que esté pasándolo mal). 

El video era hermoso, pero tengo que decir que me ha dejado revuelto. En primer lugar ocurre que el chico del video me gustó. Me angustia  cuando alguien me gusta de esa manera. El hombre en cuestión está casado, con otro hombre, y por lo que se ve, muy feliz. Se le veía en paz consigo mismo. Yo estoy otra vez con Ikki, y no me gusta encontrarme con gente que me guste. Ahora me diréis que es nomal, que tenemos ojos en la cara, etc, pero veo a este tío en el video, le veo hablando de su marido, tan bonachón y sencillo, y no le imagino sintiéndose atraído por otro. Ocurre además que el hombre hablaba de la época en que salió del armario, del agradecimiento y cariño que sintió por la gente que le rodeó en esos momentos, y de cómo fue un año emocionante y duro pero maravilloso de su vida.

Y yo sentí al escucharle una mezcla de celos y melancolía. Mi época de salir del armario no fue nada épica ni emocionante, y fue bastante amarga, porque se solapó con el momento en que mi entonces mejor amigo, también gay, entró en otra órbita, conoció a otra gente, conoció a su primer novio, y bueno, floreció. Y yo medio-entré en ese grupo, pero nunca fui uno más y acabé excluido de él de forma natural, y al final todo se tiñó de amargura y tristeza, porque a este amigo lo quise muchísimo y sentía una conexión con él que prácticamente nunca antes ni después he sentido. Total, que más que un momento de salir, tener experiencias y disfrutar de la recién encontrada libertad, fue un momento de sentirme solo y "dejado atrás".

En fin. Casi al final del video, el hombre dice una reflexión bonita y universal, que me viene al pelo para mis planes de este año. Que ánimo, porque por muy particular que seas, siempre hay alguien por ahí con quien puedes encajar.

Ahora que estoy con Ikki de nuevo ya no me siento solo, pero esto no es la solución, sigo queriendo hacer amigos de verdad en esta ciudad, porque ya es casi una obsesión. No sé cómo explicarlo pero es como que tengo que demostrarme a mí mismo que existe gente ahí fuera quie pueden ser mis nuevos amigos de verdad, con los que puedo encajar, ser yo mismo de verdad.

miércoles, 1 de enero de 2014

La batalla de este año


Así a bote pronto tengo la impresión de que este es el primer año que escribo la tradicional entrada de propósitos para año nuevo el mismo dia uno. Aún no he revisado la del año anterior (sólo recuerdo que puse que quería aprender a silbar fuerte con los dedos, y al recordarlo me parece que fue hace unos pocos meses, seis como mucho, dios mío). No logré ese propósito, pero lo increíble es lo rapidísimo que se me ha pasado este año. Dicen que eso es sinónimo de haberlo pasado bien, pero de verdad puedo prometer que no es el caso. Sólo por cambiar de fecha no creo que vaya a salir automáticamente de la oscuridad que he vivido este año, pero en fin, uno se consuela pensando este tipo de cosas.
Un año está lleno de momentos buenos y malos, y en realidad tratar de resumirlo y etiquetarlo con un sólo adjetivo quizás es demasiado. Sin embargo, nunca como este año he sentido en el mundo en general y en mí mismo en particular tantas ganas de cambiar de cifra... Pero para eso precisamente están los propósitos. Para dejar de lloriquear y tomar cartas en el asunto. Para responsabilizarnos de todo lo que sí depende de nosotros. Fin del rollo, allá va mi lista de propósitos. Una vez más vamos a intentar que estos doce meses cuenten:

1. Salir del segundo armario Sí, el que yo sea gay en la gran mayoría de los ámbitos, siendo sinceros, ya da igual. No me rodea gente ultraconservadora. Pero he aquí el segundo armario: el tipo de hombre que me gusta rompe las expectativas de muchos. Me gustan gorditos, me gustan con pelo, me gustan maduros, me gustan sencillotes que tienen un halo de normalidad, me gustan los no-guapos. No los voy a llamar feos porque el adejetivo se usa muy alegremente y no lo comparto casi nunca, pero sí os cuento una cosa: los hombres calificados como oficialmente guapos me dejan frío. Los Míster, los actores guaperas, los modelos me atraen prácticamente igual de poco o nada que las chicas. Pues esta confesión que pongo aquí, en público me cuesta horrores hacerla. Porque me da miedo que la gente crea que soy un perturbado, un raro, un asqueroso. Pues este es el reto: hablar abiertamente de quién me gusta y quién no, y actuar en consecuencia. Descansa en paz, James Gandolfini.

2. Hacer amigos en la ciudad donde resido. Gran e importane reto. Esto no puede continuar así. Sí, es difícil cuando se es tímido, cuando no estás ya en el cole o en la universidad. Pues por ser difícil precisamente es que hay que ponerle más empeño.

3. Simplemente dí que sí. Sí a los planes, sí a las propuesas que te dan miedo o incluso pánico, sí a salirte de lo seguro, sí a ese plan en el que no sabes si encajarás. Sí, sí, sí. Sólo los sí te llevan a sitios.

4. Deja de dejarlo todo para luego. Seguro que si me pogo a revisar el blog esto me lo he propueso ya mil veces. Bueno, ya sabes por experiencia la de problemas que trae procrastinar, la de dinero, tiempo y oportunidades que pierdes, la gente a la que ofendes, las mil cosas negativas que se derivan de hacer las cosas mal y tarde. Esta, aunque es algo muy incrustado en mí, comparativamente es fácil.

5. Aprender a reconocer los caprichos tontos y diferenciarlos de lo que es necesario. ¿De verdad necesito ese objeto? ¿Me hace falta esa ropa? ¿Vale la pena ver esa peli? All you need is now, dice una canción. El consumismo tonto, al final, no llena ningún hueco, y más tarde puedes darte cuenta de que ese dinero quizás habría sido mejor emplearlo en algo necesario de verdad.

6. La más difícil y abstracta. Tengo que intentar aprender a mirar dentro de mí y llegar a la verdad. Estas dudas permanentes sobre lo que deseo son terribles y casi no me dejan vivir.

Hale, allá va. Quedan muchas lágrimas por delante, inevitables e imprescindibles. Y con suerte, después, sonrisas.