domingo, 17 de febrero de 2013

Los peligros emocionales de Facebook

Para alguien como yo, con tanta tendencia a la melancolía, el Facebook es un peligro.

Al igual que el de, me imagino, casi todo el mundo, mi perfil de Facebook es un mejunje de gente de todo tipo, y la gran mayoría de no pueden ser considerados "amigos", aunque la página los llame así. Hay amigos reales, hay conocidos con los que en su momento traté un poco, conocidos con los que en su momento apenas traté, hay compañeros de trabajo, ex-compañeros de trabajo... Y hay antiguos amigos. Un antiguo amigo con el que no te has peleado pero al que has dejado de ver, ¿es un ex-amigo? ¿Es un no-amigo? ¿Qué vínculo es ese que te une sutilmente con una persona a través de antiguos momentos compartidos pero que están demasiado lejos en el tiempo para seguir afectándote en el presente?

Ayer colgaba unas fotos que le había prometido a un amigo, y entre las personas que le dieron a "Me gusta", aparecía, por sorpresa, una amiga de la infancia. Desde pequeño hasta aproximadamente la adolescencia, hubo unas cuatro o cinco personas que eran mis mejores amigos, entre ellos uno que era mi mejor amigo, ese al que primero llamas, al que ves más que a nadie, con el que lo compartes casi todo. La chica que marcó el "Me gusta" era más amiga de él que mía, de hecho fue un poco a través de él que nos acercamos más. El caso es que al llegar la adolescencia, las cosas fueron cambiando poco a poco. Empezamos a distanciarnos. Ellos empezaron a entrar en un mundo al que yo no era capaz de entrar, y yo por mi parte entré en el limbo. Aunque una parte de mí les culpa ("me dieron de lado", es la sensación que tebgo en pocas palabras), otra parte de mí piensa que cuando la gente se distancia no es culpa de nadie, simplemente quizás vas cambiando y con alguna gente vas dejando de ser compatible.

Al acabar los años de colegio e instituto, la brecha se hizo ya enorme y yo entré en otro mundo, hice amigos nuevos; y resumiendo hice un punto y aparte en mi vida. Uno de esos momentos en que tu vida cambia tanto que al mirar atrás no te parece que ese trozo de antes sea también tu vida.

Pues el caso es que me puse (erroooorrrrrr garrafal) a mirar las fotos de esta chica, y empecé a ver con cada vez más tristeza que ella no sólo sigue siendo la mejor amiga de mi antiguo mejor amigo (esto ya lo sabía), sino que incluso otros miembros de nuestra mini-cuadrilla infantil que en un momento dado también parecieron distanciarse también han vuelto a sus vidas. Y no es una relación superficial: se han ido de viaje juntos, incluso, que es una prueba de amistad de las más sólidas.

Después de haber visto esa foto, me siento triste. Los tres, tirados por el césped de un parque, sonriendo. En sus vidas no ha habido un "corte", no ha habido un antes y un después. Han hecho amigos nuevos, pero también han seguido todos estos años juntos, y yo soy el que se ha quedado fuera.

Me pasó por la cabeza que qué pasaría si intentara conectar con ellos de nuevo. Hacer un esfuerzo por quedar todos, aunque estemos disgregados aquí y allá, interesarme por sus vidas e incluirles en la mía. Quizás todo podría salir bien y yo sentiría que cerraría el círculo, o quizá sería como tratar de resucitar un cadáver y acabaría siendo triste e incómodo para todos. Si os digo la verdad lo pienso sólo hipotéticamente, porque no me siento nada capaz de hacer algo así, y además estamos en posiciones muy distintas. Ellos tienen la confianza y la complicidad de todos estos años juntos, yo soy el que quedó fuera del círculo... A veces, mi antiguo mejor amigo ha hecho tímidos intentos de volver a acercarse. Yo he reaccionado a medias, ni he cerrado la puerta, ni tampoco me he lanzado en plancha.

 En este nuevo año he empezado a pensar cada vez más que en ocasiones la forma en que uno ve las cosas, los comportamientos que automáticamente adopta, pueden cerrarle muchas puertas en ocasiones, y quizás es hora de replanteártelo todo y empezar a tratar de reaccionar de maneras nuevas ante las cosas. Quizás, si por una carambola del destino tengo de nuevo la posibilidad de crear un nuevo vínculo con ellos, esta vez rezaré lo que sepa y lo intentaré.

miércoles, 6 de febrero de 2013

El salmón

Ayer tuve una discusión en el trabajo, mientras comíamos. No fue nada grave, la sangre no llegó al río ni mucho menos, pero yo sentí que la situación me superaba.

Normalmente ya me veo venir estas situaciones. En el trabajo me he dado cuenta de que en muchísimas ocasiones mis opiniones no tienen absolutamente nada que ver con las de mis compañeros. Ya me ha dicho alguno en alguna ocasión que "siempre voy al revés del mundo" y cosas así. No puedo negar que me gusta bastante discutir, pero la verdad es que cuando defiendo algo es por que creo de verdad en ello, no lo hago por llevar la contraria. Porque a la vez que me gusta discutir, también, aunque parezca contradictorio, me hace sufrir, y bastante. Esa sensación de estar solo contra el mundo, el miedo a provocar antipatía en la gente, a caer mal, a que te dejen de lado por raro y desagradable.

En estas situaciones me gustaría que alguien más opinara como yo y se pusiera de mi lado (y no son cosas especialmente raras: el otro día sin ir más lejos la discusión trataba básicamente de la eutanasia, y nadie admitía al menos tener unas ciertas dudas éticas sobre el asunto; todos estaban completamente a favor de prolongar la vida todo lo posible, aunque se tratara de un anciano cansado, con muchos años a la espalda). Sé que suena a paranoia egocéntrica, pero en muchas ocasiones siento que tanto fervor en contra de lo que sea que yo opine no se debe al tema en sí, sino a aprovechar la ocasión de caer todos contra mí, por el placer de ampararte en la fuerza que da la mayoría.

Así que como decía, poco a poco he ido aprendiendo a ver venir estas situaciones en las que opinar me va a costar un debate de "todos contra uno", y por ello casi siempre procuro poner toda la cara de póker de la que soy capaz, escuchar lo que los demás dicen y no decir ni mú. El lado negativo de esta táctica es que dentro se te queda el reconcome de no expresarte libremente. Y que a veces tengo la impresión de que cada vez que callo, cedo un poco más de terreno ante los demás.

En general, mi relación con los compañeros es buena, pero poco a poco voy sintiendo que las cosas que nos separan son demasiadas, y a menudo desearía estar en un entorno muy distinto. De gente un poco más reflexiva, que no sólo leyese best-sellers (si es que leen) y viese pelis de acción o comedias chorras (bajadas de internet, claro, porque la mayoría no le ve sentido al cine), que leyesen los periódicos, que tuviesen un poco más de cultura general. Yo no soy ningún genio ni superdotado ni nada por el estilo, pero desde que entré en el mundo de la sanidad cada vez pienso más que la mayor parte de la gente de este mundo tiene un tipo de mentalidad que no tiene nada que ver con la mía.

En general lo que prima es la practicidad, la utilidad, el hacer las cosas sin reflexionar mucho. Haciendo una comparación un poco rara, el mundo de la sanidad (¿y quizás de las ciencias, en general?), sería un examen tipo test, y el mundo de las humanidades sería de tipo desarrollo: un comentario de texto, por ejemplo. Yo, habiendo estudiado cosas de ambos mundos, estoy en una situación rara, pero aunque mi trabajo sea de ciencias está claro que en gran parte mi forma de de pensar es de humanidades. En momentos así pienso si me equivoqué eligiendo este camino, y de qué manera podría pegar un giro radical y salir de este mundo...