viernes, 29 de julio de 2011

Cansado

Bienvenidos al blog más deprimente del mundo. Espero poder escribir algo alegre pronto...

Finalmente la gran apuesta para cambiar de ciudad ha dado su fruto: hemos encontrado trabajo en una de las ciudades más grandes del país, lo que yo deseaba, y ya está todo resuelto: tenemos piso, tenemos trabajo. Sin embargo, desde hace un tiempo (esto empezó antes de mudarnos), yo no estoy del todo bien. No sé si puedo explicar bien lo que me pasa, y me da la impresión de que este va a ser un post amorfo, sin orden ni concierto. Supongo que lo que me pasa no es una depresión, porque sé (por lo que pasó mi padre) que las depresiones tumban a la gente literalmente, y yo sigo siendo capaz de ir a trabajar, de sonreír y de funcionar en el día a día. Pero... es como si cada acción fuera una lucha constante por no tumbarse en la cama y dejarse caer completamente.

Estoy constantemente cansadísimo, como si no durmiera nada por las noches. Y esta mañana una cosa estúpida que ocurrió me arrancó inesperadamente una llorera de las que hacía mucho que no tenía; de las de casi no poder hablar, con la garganta atenazada, y las lágrimas cayendo incontroladamente. ¿Sabéis cuál fue la causa? Que al ir a abrir la puerta de la calle, ante la impaciencia de Ikki, que cargaba con un gran peso (un paquete de botellas de agua), yo, completamente empanado, intenté utilizar las llaves de la puerta del piso, hasta que volví a la tierra y me di cuenta.

De repente me sentí como una mierda de persona, un inútil total. A menudo me entra el agobio y la tristeza de pensar que no sé si estoy capacitado para hacer ningún trabajo del mundo, ni el más simple. Por ser tan torpe con las manos y tan distraído. Y en ocasiones siento que para algunas cosas puedo dar la impresión de ser más o menos inteligente, pero la realidad es que quizá no tengo dos dedos de frente.

Sé que todo esto suena a autocompasión estúpida. Quizá lo es... Lo que ocurre es que, relacionándome con la gente que me rodea, me surge la sensación de ser como un inválido mental y social. Hoy unas compañeras hablaban de un antiguo compañero que al parecer era un chico gay con mucha pluma y mucha chispa, de esta gente que a la mayoría de la gente les resulta divertida y hasta entrañable. Hablaban de lo promiscuo que era, de lo mucho que se reían con él, de cómo le preguntaban por las cosas que hacía en la cama, intrigadas. Yo me reía por no cortar el rollo, pero en realidad la anécdota me estaba haciendo sentir mal. Resulta que el chico era pasivo, y una de las chicas le dijo "¡Encima de maricón gilipollas!". Sé que no pretendía ofender, pero me deprime que a alguien el sexo gay, o el hecho de ser pasivo, le parezca curioso, o asqueroso, o una gilipollez. Son las reacciones que uno podría tener viendo una peli de miedo, pero la diferencia es que esto no es una peli, es parte de la vida real de alguien. Que alguien lo vea así te hace sentir como un extraterrestre. Es la típica homofobia de baja intensidad, pero existente, que está muy extrendida hoy en día. Sí, a este chico le cogieron cariño, pero la realidad es que su forma de ser y sus comportamientos les parecían graciosos y ridículos. Nadie se reiría nunca de una chica casada con su novio de siempre, y de las cosas que hacen en la cama, ni de las blusas de ella o las camisas de él. Es lo normal y nadie le vería nada de gracioso a eso, ésa es la diferencia.

¿Y yo dónde encajo? Yo no soy ese tipo de gay con el que la gente se ríe y al que le cogen cariño por lo excéntrico y loca que es. Yo soy una persona sosa y poco expresiva que no deja mucha huella en la gente. Desaparece y nadie nota que ya no está.

Si la reencarnación existiera, yo querría en mi próxima vida, sobre todo, ser alguien seguro de sí mismo, con carácter.