miércoles, 11 de diciembre de 2013

Este era el peligro...

El pasado sábado tuve un lío de una noche con uno.
Quizás esto parece contradictorio con la situación de ultimátum de Ikki: si quiero volver o no. Cuando acabe la navidad.
Seguramente en realidad estoy intentando justificarme, pero sí pienso que puestos a decidir algo tan importante tengo que hacer de todo. Antes de dar el paso, estar con más gente y ver si de verdad quiero...

En fin, me veo divagar y escribir y francamente no sé a dónde quiero llegar. Ikki también ha aprovechado esta ruptura/tiempo muerto para liarse con otros durante estos meses, pero él por lo que se ve ya tomó una decisión, y quiere volver simplemente.

Yo, a base de emplear esta libertad estos meses, he llegado a esto que me pasó el sábado. Pues nada, nos conocimos en el chat y quedamos. La conversación por chat fue bastante más simpática y graciosilla de lo habitual (en ocasiones parece que chateas con un robot, de tan frío y mecánico que es todo con algunos). El hombre en cuestión me dio buenas vibraciones.

Y bueno, fuimos a su casa. A lo largo de este medio año experimentador, me he quitado casi por completo la carga de San Ronan que llevaba, y pensaba que era bastante capaz de tener sexo casi-anónimo, disfrutarlo, y seguir tranquilamente con ese puntito de autoestima extra que te da el sentirte deseado.

Bueno, pues la cosa esta vez se torció. Por alguna razón, el hombre esta vez me intimidó bastante, y aunque finalmente disfruté del rato, no estuve tan relajado como habría querido. Me fui a dormir, pensando si me escribiría poco después. Hasta ahora siempre habia sido así... un rato, unas horas, un día después, los hombres en cuestión me habían escrito un mensajillo para decirme lo bien que había estado y si querria repetir. Y ese mensaje del día después era como una droga. Otro masaje a la autoestima. Sentirte un poco más "humanizado" y menos objeto. Pensar que al otro le habías gustado lo bastante para querer más.

Pues nada de eso esta vez.

Al llegar la noche del día siguiente, no pude más y le envié un email (sólo tenemos los emails como forma de contacto). Me contuve: un email muy breve, dicéndole que me había parecido simpático y atractivo y que si quisiera repetir... Y hasta hoy no he sabido nada. Y siendo realista, a estas alturas ya parece claro que no voy a saber nada más....

Y os parecerá una estupidez, pero el hecho es que el tema me tiene mal. Compruebo el correo mil veces al día, tengo miles de pequeños bajones cada vez que veo que nada, y hoy miércoles sigo luchando con el impulso de escribirle otra vez y decirle que por favor al menos me responda algo. Que prefiere no repetir, que tiene novio (esta es la idea que se me ha metido en la cabeza, por un par de pistas que tengo), que en realidad aquello fue un error y no le gusta el sexo esporádico. Lo que sea, pero saber algo :(

Estoy constantemente repitiendo mentalmente el rato que pasamos, y tratando de deducir sus pensamientos. Pareció gustarle. Me sonreía mucho, con una sonrisa muy cálida. Dijo cosas bonitas de mi cuerpo. Me preguntó un poco por mi vida. Al acabar no fue brusco en echarme corriendo. Me dijo que no cogiera frío. Me dijo que teníamos los correos (para volver a quedar, se sobreentiende).También es verdad que durante el sexo parecía evitar besarme y hacía cosas como morder los labios en lugar de eso...

Y en fin, no sé...

Parecerá ridículo, pero con ninguno hasta ahora me había pasado sentirme así de desestabilizado. Me da miedo decir que me ha gustado de verdad, porque fue todo muy rápido y para qué negarlo, superficial, pero la verdad, me gustaría volver a verle, y si fuera sólo para tomar un café también. Me siento como si por dentro me hubiese quedado a falta de algo.

Es posible que todo esto sea simplemente que soy profundamente dependiente e inseguro, y necesito como una droga la aprobación y el aprecio, y no es que tenga ninguna clase de principio de sentimientos reales hacia este hombre ni nada así. Pero sea lo que sea, me paso el día pensando en él. Y en si me lo cruzaré por la calle, y cosas así.

Al embarcarme en esto, la opinión de Ikki había sido que yo no sé separar el sexo de los sentimientos, y quizás esto es la prueba. No puedo tomármelo como un desahogo y hala, la vida sigue. El peligro de tener relaciones esporádicas es que iba a llegar el día en que me sintiera vacío, que necesitaba más.

Y a todas estas, la semana próxima me marcho muy lejos, a mi ciudad, y a la vuelta, toca decirle a Ikki sí o no.

domingo, 8 de diciembre de 2013

El fantasma que flota por la ciudad

Antes de nada una nota de continuidad, por si existe alguien que aún lee este blog: finalmente lo del mechón salió mal. No sé si la peluquera eligió el tono de azul más desvaído de la historia o es que mi pelo es demasiado negro como para tolerar ningún cambio ni decoloración ni nada. En fin: después del último corte de pelo, me queda una pequeña brizna grisácea-azulada y unas pequeñas puntitas doradas. Una absurdez.

Y ahora al trapo: Ikki me ha puesto un ultimátum. Después de la Navidad, debo decididir si volvemos de verdad o rompemos de verdad. Cuando me lo dijo sentí una oleada de vergúenza de mí mismo. Después de haberle hecho pasar por una ruptura, le he forzado con mi comportamiento (sí, vale, fue una decisión mutua, pero yo tenía la responsabilidad de parar) a plantarme las cartas sobre la mesa.

Los días se van consumiendo, y yo siempre perdido en divagaciones que no me llevan a una decisión. A ratos me llega una imagen de él, no exactamente un recuerdo de algo concreto, sino algo relacionado con la relación que tenemos-teníamos. Una pelea en plan juguetón, la imagen de él feliz con algo y la cara que se le pone, sus ojos grandes mirándome. Y en esos momentos casi pienso coger sobre la marcha el teléfono y decirle: no hay que esperar más, Ikkito, la respuesta es que sí. Y volver a ser feliz con mi mejor amigo siempre a mi lado para compartirlo todo.

Y luego vienen esos otros momentos en los que recuerdo la monotonía. Y la sensación de electricidad cuando Diego, un hombre con el que coincidía en mi antiguo trabajo que me atraía mucho, me hacía cualquier broma simpática o me agarraba el brazo, o incluso alguna vez me lo pasó por encima del hombro. Ese chispazo, esa oleada de calor, esa euforia. Eso incomparable a nada más. Diego (nombre figurado) era casi probablemente heterosexual, y las pequeñas pistas a las que me aferraba sin duda eran pequeños clavos ardiendo y no significaban nada especial. Un hombre simpático que cuando está de buenas te trata con cierta calidez. Fin de la historia.

Hace poco (si tengo que tomar esta decisión tan grande, más me vale quemar todos los cartuchos ahora mientras tenga tiempo, decidí), llamé a Diego, un poco por ver qué pasaba. Me dió su teléfono la primera vez que acabé mi contrato en aquel sitio, "por si alguna vez necesitaba algo". Pero se trataba de un hombre que me saca un par de décadas, y no fui capaz de usar su teléfono para proponerle una cerveza o algo así, así que nunca lo usé hasta el otro día. Quería ver qué pasaba. ¿Se alegraría de oirme? ¿Se pondría nervioso? ¿Tendría él mi número guardado? ¿Desembocaría la llamada en quedar a tomar algo?

No pasó nada, básicamente. Tuvimos una charla de esto y lo otro, qué tal la búsqueda de empleo, qué tal su trabajo. Bueno, pues venga, cuídate. No noté ninguna inflexión rara en su voz, de especial alegría o lo que fuera. Fue una charla agradable.

La verdad, desde hace mucho tiempo tengo la idea de que el tipo de hombre que me provoca esta electricidad y todo esto, por sus mismas características, es un hombre que:

a) es hetero, porque lamentablemente esa campechanidad, esa afabilidad, esa falta de afectación, ese humor socarrón pero bienintencionado, son cualidades por lo que sea escasísimas en la población gay

b) es gay, pero está fuera de mi liga (no sé si en español la expresión existe, pero me parece tan gráfica). Los hombres gays con esas características simplemente no se sienten atraídos por uno como yo, o el intento de relación se frustra por la falta de más nexos de unión. Véanse los dolorosos casos de Ulises y Damián años atrás (¡diez, casi!).

Pero llega un punto en que uno más vale que se deje de tonterias y deje de aspirar a ese arquetipo del Mr Perfecto y demás, y se centre en los Mister Muy-Bueno, que es algo accesible. ¿Esto es conformarse o elegir la vida? (Como decían en aquella película japonesa: "Al final decidí elegir el mundo".)

No hay una respuesta, me temo. Hay miles. Hay tantas como personas. Tengo que reconocer que la mayoría por ahora es "yo si fuera tú volvería, no pienses en lo que pueda o no pasar".

No sé.

Esto sería ya para otra entrada, pero mientras, ando por el mundo y por mi piso compartido como un fantasma. Despegado del mundo, pero tratando de entrar en él, tratando de conocer a gente que me haga sentir que pertenezco a este sitio de alguna manera, que pinto algo aquí. Ahora mismo no pinto nada, simple y llanamente. No sabéis la rabia y el desánimo que me da cuando pienso que hace meses, al dejar a Ikki, una de los cosas que me ilusionaba era conocer a gente nueva y sentir que formaba vínculos más fuertes con esta ciudad ("ya verás, cuando te quedas soltero te salen planes por todas partes, y no paras, y eso te viene bien"). Pues no ha sido así. Sólo conozco a gente de maneras superficiales, confirmo que la gente más parecida teóricamente a ser mi amiga en realidad casi nunca están ahí y es una relación superficial y tenue, voy botando y rebotando por ahí y coincidiendo con gente prometedora que desaparece, y conociendo a gente que sí está interesada pero que hacen saltar alarmas de peligro...

Y llega un punto en que no puedes evitar pensar si este aparente muro de cristal es culpa mía, que soy defectuoso y los amigos que hice en el pasado fueron un milagro, o si es que es casualidad, o es que no es fácil y lo tengo que seguir intentando una y otra vez. Si vuelvo con Ikki, querría que no fuera porque he fracasado intentando entrar en el mundo que me rodea.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Azul

Esta mañana decidí tachar de la lista otra de las cosas que tenía “pendientes”. La lista es una serie de cosas que me gustaría hacer en mi vida. Son cosas de todo tipo: algunas bastante tontas objetivamente, otras seguramente compartidas con mucha gente, y alguna, bueno, un tanto controvertida... el tipo de cosas que le cuentas a muy poca gente.

Una de estas cosas que pueden calificarse de “tontería” era teñirme el pelo de algún color especial. Bueno, no me he teñido todo el pelo, no me he atrevido a llegar tan lejos (aunque la peluquera me animaba), pero sí un mechón que con el paso de los días, según se vaya aclarando, se notará más y más, y espero, quedará bonito porque es mi color favorito.

En realidad esto que parece absurdez tiene mucho sentido para mi. A ver si lo sé explicar. En realidad es algo que comparten varias cosas de la lista. Esto es una especie de prueba. ¿Soy capaz de hacer esto, que se supone que alguien como yo no hace? Alguien como yo supuestamente hace las cosas correctas, sigue la línea trazada: estudia, trabaja, lleva ropa convencional no muy llamativa, no corre riesgos innecesarios, no llama la atención ni hace cosas extravagantes.

En realidad tengo que admitir que, la verdad, no me he arriesgado tanto: ahora que vivo en esta ciudad grande y estoy en paro, digamos que no debo pedirle cuentas a nadie. Aquí no me va a ver mi familia, el mayor juicio al que me expongo es al de los extraños de la calle, y quizás algún conocido o amigo que no tiene ese poder de presión que sí tiene tu jefe o tu familia.

En fin, os parecerá un tontería y quizá penséis que se me está yendo la cabeza, pero el caso es que lo hice. Y la tontería de entrar en la peluquería y explicar lo que deseaba ya fue un pequeño-gran reto, una barrera a superar. Pues ya está. Hecho. 

Al salir de la peluquería, la calle estaba vacía. Y tras dar unos pasos, me crucé con una persona. Ni más ni menos... que el protagonista de otro de los puntos de mi lista de deseos.

Dicho punto consistía en liarme con un hombre casado.

Tengo que decir que en primer lugar, taché ese objetivo de la lista sin enterarme de que lo estaba haciendo. Es decir: que me enteré de que estaba casado a posteriori, una vez ya había estado con él. La verdad, la sensación no fue agradable, y al final preferí que no nos viéramos más.

No creo mucho en el destino ni en que las cosas ocurran por un motivo (porque si vamos por ahí, habría que buscarle el sentido a un montón de cosas horrorosas que le pasan a la gente día tras día, y no puedo aceptar que eso sea “por una razón”). Pero tampoco voy a mentir, esto que me ha pasado me ha parecido una coincidencia espectacular, más cuando hablamos de una ciudad de millones de habitantes... si es una especie de mensaje, no entiendo aún lo que quiere decir.

Pero he querido dejarlo escrito. Por si algún día lo llego a entender...

sábado, 31 de agosto de 2013

Bloqueado

Y así va terminando uno de los veranos más raros, aventureros, confusos, tristes y melancólicos de mi vida.

No he sacado nada en claro.

Cuando me planteaba dejar a Ikki, en los días buenos, me venían a la mente un montón de pensamientos. Trataría de convertirme en alguien más seguro de sí mismo. Trataría de usar esa “libertad” de no estar atado a nadie para hacer todas esas cosas que no había podido hacer. Quizás me buscaría la vida en otro país. Quizás viajaría por fin a Japón. Experimentaría, y trataría de disfrutar por fin, del sexo sin compromiso.

Bueno, de todas estas cosas de aquí arriba sólo he llevado a cabo algunas. Sí, lo del sexo sí lo he hecho, y bueno, la verdad ha salido bastante bien. Ahora sé que, sin ser la bomba, tengo mi atractivo al menos para determinada gente, y si me pongo a tiro, los hay que se interesan por mí. Quizá esto os parece una tontería, pero cuando durante mucho tiempo te has sentido invisible, es un chute de autoestima sentir que provocas deseo. Un chico me dijo incluso que yo era, entre otras cosas, “morboso”, y es uno de los halagos más inesperados y agradables que me han dicho en la vida. También ha sido agradable descubrir que el sexo, que en su momento me asustaba bastante, ya no me da miedo, y soy capaz de disfrutar de él sin ningún problema. Lo único que ahora lamento es no haber adquirido esta confianza hace mucho tiempo, porque quién sabe lo distintas que habrían sido algunas cosas... Pero bueno, en resumen, en lo que a sexo y sensualidad se refiere, punto para mí.

En casi todo lo demás básicamente voy muy mal. Encontrar follamigos es facilito. Encontrar amigos a secas, eso es otra historia. Desde que rompí con Ikki he experimentado mucha soledad, y he tratado de romper el círculo de varias maneras, hasta ahora para nada. Me he apuntado a cursos y cosas, pero en fin, no es tan fácil encontrar gente verdaderamente afín y pasar de ser compañeros a amigos de verdad. Conocía a una chica de un trabajo anterior que desde el principio me cogió mucho aprecio y siempre teníamos pendiente quedar, así que traté de afianzar esa amistad. 

Fallo garrafal. Entrar en detalles sería un rollo, pero en resumen la chica es de las que pierden el control cuando beben, tiene un carácter totalmente incompatible con el mío, y las pocas veces que hemos quedado la cosa ha acabado en situaciones horribles e incómodas. A veces me siento como una de esas pelis en que el chico busca novia, y a continuación te ponen un divertido montaje en el que te presentan una novia horrorosa tras otra, acompañado de una música graciosa. Así es mi búsqueda, pero sin música graciosa y en tiempo real.

El último intento ocurrió esta semana, con una chica que conocí en un viaje en coche, y bueno, no me atrevo a hacer predicciones porque nunca sabes, pero la verdad es que en esta ocasión lo que nos llevó a conservar los teléfonos y volver a quedar fue una inesperada afición (un fanatismo) común por una serie de la tele de hace unos años, y la verdad, después de estar un buen rato con ella en una cafetería hablando y hablando, en esta ocasión SÍ sentí que con esta chica me entiendo y que estamos en una longitud de onda parecida. Vamos a cruzar los dedos...

Y dejando el tema social de lado, está el Tema Central de Este Verano: Ikki.

A ratos pienso en pedirle que volvamos. Lo sé, soy cansino y repetitivo. Es que esto es lo que pasa por mi mente constantemente.

Es un bucle constante, un círculo vicioso al que no le encuentro salida. Por un lado, tengo miedo de querer volver por sentirme solo. No porque quiera estar con él, sino por no querer estar solo. Y quizás, en unos meses, volver a sentirme cansado y ahogado por la monotonía y desear volver a romper. ¿Os imagináis que le pido a Ikki volver y pasados unos meses le vuelvo a decir que quiero romper? ¿Volver a hacerle daño y pisotear sus sentimientos? Sería para abofetearme, para escupirme en la cara y para odiarme para toda la vida.

Por otro lado, tengo miedo de estar perdiendo a la persona de mi vida. El que me conoce como nadie, con el que tengo una confianza total, el que comparte conmigo tantas bromas privadas y tantas pequeñas historias que tanto cuestan explicar a terceras personas. De quien me fío al cien por cien. En quien me podré apoyar siempre. Con quien el sexo en general funciona muy bien y quien es una de las personas a las que más quiero en mi vida. Dicho así suena todo muy claro, pero no dejan de estar ahí las causas que me llevaron a romper.

Me sentía aburrido. Me sentía plano. Empezaba a fijarme demasiado en un tío (con el que realistamente no podría tener una relación estable, empezando por la probable orientación sexual incompatible y continuando por la excesiva disparidad de edad y cultura). Sentía a Ikki como mi mejor amigo, para bien y para mal.

Recientemente, a través de la página donde encuentro a los follamigos, encontré el perfil de un chico que me causó buena impresión. Especialmente buena: así, a bote pronto, me pareció que este chico quizás podría gustarme en serio. Y entonces me surge el dilema. ¿Soy capaz ya de buscar una relación en serio? ¿De verdad soy capaz de cerrar la puerta de Ikki? ¿Quiero cerrar la puerta de Ikki?

¿Quiero cerrar la puerta de Ikki?

¿Debería quedar con ese chico y ver qué ocurre, cómo me siento? ¿Y si al hacerlo cierro para siempre la puerta a Ikki?

Repito mil veces lo de la puerta porque es lo que más me agobia de todo. Me agobia hacer daño a Ikki. Quizás él ya no quiera volver o quizás sí, pero lo que es seguro es que aunque yo no le haya dicho nada directamente, sí le he enviado un montón de señales no verbales confusas (exactamente igual de confusas que yo).

De verdad que no sé lo que hacer y me siento totalmente bloqueado.

lunes, 29 de julio de 2013

De dónde vengo, a dónde voy, qué c--- estoy haciendo

Hace unos días explicaba que Ikki me dijo que él (o una parte de él) iba a estar ahí siempre, pero que yo debía seguir adelante y buscar a otros...

Él lo hacía. Desde el principio me dijo que no sería una monja, y desde luego nadie podría exigirle semejante cosa, aunque luego cada vez que yo lo he sabido, de una manera u otra, me he sentido fatal.

Por otra parte, me pregunto el sentido exacto de lo que dijo. ¿Quizás quiere que me "desfogue" y una vez pasada esa fase pueda volver con él? ¿O lo dijo en el sentido de que estemos así para siempre, que siempre podremos ser follamigos pero que no me centre en él exclusivamente? Igual tendría que haberle preguntado, pero aquel no era el momento, y para qué os voy a engañar, me da mucho miedo hablar con claridad con él.

El caso es que de una manera o de otra decidí dar el paso, y entrar en ese mundo en el que apenas antes había dado algún paso: el de las relaciones de una noche (o de un mediodía o una tarde...). Todo empezó bastante bien.

Pero poco a poco la sensación que tengo es que nado en la parte de la piscina donde no hago pie.

Entrando en ese mundo, es importantísimo ser muy claro y no engañarse ni llevar a engaños. He intentado serlo, pero finalmente he terminado metiéndome en una situación complicada. Por un lado está A, con el que todo salió muy bien, es evidentemente experimentado en ese terreno y en principio nada de malo. Pero recientemente me dijo que quería repetir, y ya de eso no estaba yo tan seguro. ¿Y cómo se lo dices?
Con B desde el principio no me pareció el tipo de persona que quiere algo así. Se lo expliqué, y me dijo que sí, que vale, pero luego su forma de hablar (de wasapear), no me da a entender eso. Parece una persona sensible y cuidadosa, y no, no me parece lo adecuado :(

Y con el tercero la cosa se ha ido más aún de las manos. Aún no nos hemos conocido en persona por la circunstancia de que ni él ni yo estábamos en la ciudad habitual, pero hemos... hablado un montón. En ese hablar un montón ha habido tanto "pornoconversaciones", como las llamamos, y que no puedo negar que he disfrutado mucho, como cosas más del día a día, y la consecuencia es que con Arturo, vamos a llamarle, se empieza a ir también la cosa de las manos.

Arturo tiene increíbles parecidos con Ikki que me hacen preguntarme si esto es una especie de mensaje del destino que no llego a entender, y parece una persona simpática y cariñosa, muy cariñosa. Y aunque sea todo a nivel "virtual", parece que está sintiendo más de la cuenta. No puedo decir que no lo entienda porque he estado ahí, y en su momento viví uno de los enamoramientos más intensos y dolorosos de mi vida... casi al cien por cien (menos dos findes) por internet. Yo trato de recordarle a Arturo periódicamente el estado en el que estoy y lo que puedo y no puedo dar ahora mismo.

Y me da la sensación de estar pisoteando un jardín. De ser un cabrón.

Y alrededor Ikki, y yo sintiéndome totalmente perdido y con un nudo en el estómago.

jueves, 18 de julio de 2013

Las verdaderas opiniones

Sí, a ratos me planteo pedirle a Ikki que volvamos. Lo siento por ser tan pesado y contradictorio. La verdad es que el grado de confianza, conocimiento mutuo y afecto (vamos a llamarlo así, "afecto") que teníamos es casi un milagro, algo que no ocurre todos los días. No ocurre casi nunca.

Desde que rompí con él hemos tenido sexo un montón de veces (al principio llevaba la cuenta, pero la perdí). Y no me lo explico, la verdad, porque en teoría una de las razones para romper era que el sexo con él ya no me apetecía mucho. Además, tengo que decir que de estas veces, en muchas ocasiones el sexo ha sido fantástico, increíble. Si trato de razonarlo, sólo se me ocurre que soy un insatisfecho crónico que sólo desea lo que no tiene, y que ahora, al saber (dolorosamente) que él ya es libre y se acuesta con otros, de repente siento que se me escapa, que ya no le puedo dar por sentado. Pero entonces, si volviera con él, ¿volvería a sentir la falta de chispa que me llevó a romper con él? Es un círculo vicioso.

Ahora que hemos roto, se ha abierto la caja de pandora y no paro de descubrir cosas. Recientemente mi amiga Aisha me revelaba lo que opinaba una amiga suya con la que compartimos un día en el zoológico. Tengo que decir que guardo de ese día un recuerdo precioso, de un día totalmente feliz: el que entonces era mi novio, mi mejor amiga, una amiga suya que me cae muy bien y yo juntos viendo cosas interesantes, completamente a gusto, a mis anchas. Pues el caso es que ahora que Ikki y yo hemos roto, Aisha me revela que tanto su amiga como el novio de esta (que Ikki conoció otro día), se formaron una opinión horrible de él y de nuestra relación. Él les pareció pedante, "de pueblo" y muy dominante sobre mí. A la chica le parecía que me "anulaba" (y ya son dos personas sin ninguna relación entre sí que usan esa palabra), que no era igual delante de él que sin él, que cuando iba a hablar me interrumpía y ya luego no podía retomar el tema (al parecer durante la comida incluso dejé de hablar finalmente).

A veces es increíble cómo son vistas las cosas desde el ángulo de otra persona. Os juro que pensé que a esta chica Ikki le cayó muy bien y que el recuerdo que tengo de aquel día es que estuve totalmente a gusto y lo pasé muy bien con ellos. Pero fíjate si la chica tiene una opinión firme sobre el tema que le insistió a mi amiga en que me trasladara su opinión, ya que no querría que volviera con él.

En fin, para ser sincero estas opiniones negativas me las tomo con bastantes reservas. Es muy posible que Ikki me "anule" en cierto modo, y más sabiendo que yo soy una persona muy fácilmente anulable, que estoy constantemente pendiente de agradar y no decir cosas que ofendan. Cuando hablo para un grupo, a menudo siento inseguridad respecto a mí mismo y lo que voy a decir, el típico pensamiento de "esto que voy a decir ahora quizás les parecerá una tontería, van a pensar que soy poco inteligente, o raro, o ambas cosas". Y eso provoca que muchas veces el que alguien me interrumpa sea la estocada final.

Si alguien te interrumpe y tienes que retomar lo que ibas a decir, la expectación aumenta. Y si te interrumpen dos o tres veces entonces ya ni te digo, porque la gente se ríe, te mira fijamente y te anima a que intentes una vez más decir eso que pretendes. Y entonces la sensación de que eres tonto y "pequeño" y lo que vas a decir es una estupidez que no merece tanta atención, ya sube a niveles estratosféricos.

Así que como digo, aunque me impacta escuchar estas opiniones, no me ayudan mucho a tomar una decisión, ya que en definitiva yo también sé que si en algunas cosas Ikki me anula, en otras me "intensifica". Con él me puedo sentir absolutamente yo mismo, puedo explicar todas mis opiniones e ideas más polémicas o raras y puedo sentir que me entiende. Con él he podido sentirme como una persona completamente normal, y eso es algo que casi nadie más me provoca.

Así que aquí seguimos, en la casilla de "te quedas en la cárcel un turno más".

miércoles, 10 de julio de 2013

Desvío

Este fin de semana fue terrible.
El viernes, Ikki y yo teníamos nuestra "prueba de fuego": con motivo de las fiestas del Orgullo, saldríamos juntos, con más gente. La primera vez que salíamos en un plan de este tipo, el que hay una posibilidad real de que el otro ligue ante tus narices.
La noche empecó bien, pero en un momento dado, Ikki dijo que se marchaba al bar donde trabajaba un compañero. Y desapareció. Otro del grupo ligó y también se esfumó, y los que quedamos, decidieron volverse a casa.
Yo me sentía completamente a la deriva, sin razón de ser entre aquella cantidad de gente. Qué pintaba yo ahí.

El sábado no salí. En parte porque trabajaba todo el domingo, en parte porque temía ver a Ikki. Lo que sucedió fue uno de los sábados más horribles de mi vida, sintiéndome la persona más sola de la tierra, pensando qué haría Ikki. A lo lejos se oía la música dance y los gritos del megáfono. Y yo ahí, como un trozo de carne absurdamente ocupando espacio en el mundo sin que nadie lo supiese.

Llegada la noche del domingo, recibí de golpe varios wasaps de Ikki. Estuvimos un rato chateando, quedando para ver el lunes la tele juntos donde él vive ahora (una tradición reciente). Me sentí muy feliz al ver su nombre junto al iconito verde, y más aún tras leer los mensajes, que eran bastante cariñosos.

Sí, lo sé, no se entiende qué es lo que quiero. Yo soy el primero que no entiende.

El caso es que llegado el lunes, todo se desmoronó, cuando en un momento dado, quise darle un abrazo, y con una sonrisa de esas medio en broma medio en serio suyas, me dijo que abrazos no, después de "las cosas que había hecho este finde" .

¿Sabéis cuando en los dibujos animados a un personaje le cae una pesa de 500 kg encima?

Yo ya imaginaba que algo tuvo que pasar. Fueron dos noches, pudieron pasar muchas cosas. Pero siempre que evitáramos sacar el tema, podía arrinconar la idea a una esquina de mi mente. Pero ahora ya no podía.

Obviamente el cambio en mi cara fue evidente, e Ikki por un lado trató de defenderse diciendo, con toda la razón del mundo, que no tenía por qué sentirse culpable, y también tratando de hablarme y sacarme de donde estaba. Poco a poco traté de comportarme normal otra vez, porque qué más podía hacer. Más tarde volvimos a tener sexo.

En medio del sexo me dijo algo importante que no sé cómo transcribir porque siempre me queda la duda de si blogger tiene algún tipo de censor que lea los blogs de acceso abierto. Bueno: básicamente dijo que su polla siempre iba a estar ahí para mí, pero que yo tenía que buscar también a otras.

Si algo he confirmado con todo esto es que Ikki es una buenísima persona, muchísimo mejor que yo desde luego. Mientras yo le hago daño, le dejo y no paro de enviarle mensajes contradictorios, él me apoya y me anima a que salga de este bloqueo en el que estoy.

La idea de que estoy haciendo el tonto y tengo que volver con él se está fraguando poco a poco en mi cabeza, en el día a día. Pero también la idea de que, si es posible que volvamos, que nada me lo puede asegurar, no puedo volver sin más, tal cual lo dejamos. Ikki me lo ha dicho muy claro. Yo también tengo que salir al mundo, experimentar y estar con otra gente.

Pasar por ahí, y ver a dónde llego. Hoy, miércoles, empiezo este camino que francamente me aterroriza porque apenas en mi vida lo he transitado. En esto consiste todo, en no elegir el camino de siempre. Me salgo, aunque me asuste.

viernes, 28 de junio de 2013

Secretos tontos

Hoy me apetece revelar por aquí una serie de secretillos absurdos que tengo referentes al mundo del fútbol.

La verdad es que el fútbol como parte de la cultura de masas me deja bastante indiferente. No soy desde luego hincha de ningún equipo (es más, el propio concepto de ser hincha de un equipo siempre me ha resultado extraño, porque los propios jugadores van y vienen según quién les pague mejor), y ni siquiera los partidos de la Roja me interesan realmente.

Pero en la órbita del mundo del fútbol hay un montón de pequeñas cosas que me llaman la atención. Una de ellas, las equipaciones. Recientemente descubría que el Real Madrid ha sacado a la venta una nueva equipación de color morado que me ha dejado fascinado, y que me planteo seriamente comprar, si descubro dónde conseguirla menos cara que en las tiendas oficiales. La pregunta es qué haré luego con ella, ya que la gente que me conoce se quedaría a cuadros, y la que no me conoce enseguida me etiquetarían de madridista y vendrían a hablarme de fútbol o a bromear, y bueno, imaginaos qué escena decirles que sólo me la compré porque me encantaba el color. Quizás acabaría usándola de pijama, como ya me pasó...

...el año que España ganó el mundial. Unos meses antes, supe de un chico que importaba de China equipaciones originales pirateadas, y conseguí mi favorita: la de Portugal, con esa bonita mezcla de rojo brillante y verde, y el escudo sobreimpreso. Poco después España ganaba, y evidentemente nunca salí a la calle con mi camiseta de Portugal. (A todas estas he de decir que la equipación de España tampoco estaba nada mal).

Otro secretillo: cuando España ganó este mundial, no os voy a negar que sentí un cierto subidón de alegría. Pero la verdad es que era una alegría muy pasajera, y había otra cosa bastante ridícula que me hacía ilusión: me encantaba la canción de Shakira, Waka Waka (Esto es África). Me encantaba esa letra tan optimista y llena de esperanza, me encantaba que por una vez algo asociado a África fuera alegre y positivo, me encantaban las voces de Freshlyground, el grupo que colaboraba con Shakira en la canción. Y gracias a que España había ganado el mundial, era seguro que la canción seguiría sonando en los próximos meses, con lo que podría oirla muy a menudo en cualquier sitio.

Este mismo mundial estuvo impregnado por otra bonita y memorable historia en clave personal: la relación de Sara Carbonero e Iker Casillas. Al principio, si recordáis, se la acusaba a ella de "distraerle", y que por eso España no empezó con muy buen pie. Las caras de ambos en aquella época eran un poema. Esta acusación me resultaba machista y estúpida hasta decir basta.

Sin embargo, la selección superó el bache, ganó y todo tuvo un bonito final feliz, en el besazo que le plantó Iker a Sara en plena entrevista. Ese beso, y a lo mejor esto soy yo montándome la película, significaba muchísimas cosas. Sigificaba "A la mierda lo que opine la gente, fuera falsas apariencias". Significaba "Qué mal lo hemos pasado por culpa de las habladurías". Significaba "Basta de fingir". Significaba "Qué feliz soy". No me digáis que no fue un momento increíble. Rara vez podemos ver en la vida real un final feliz tan perfecto y emocionante.

Y un último secretillo: Vicente del Bosque, con ese porte, esa mirada noble, esa sonrisa tierna y ese aura que transmite de inteligencia y bondad, me parece un hombre muy atractivo. Y no tengo más que añadir.

jueves, 27 de junio de 2013

Guardar los cambios y reiniciar

Un montón de cosas están cambiando en mi vida, y más van a cambiar. No sé si a mejor, a peor o simplemente a distinto.

Ikki y yo ya llevamos unas semanas haciendo nuestra transición hacia amigos con un pasado. No es fácil, y hay días en los que la duda de haber hecho lo correcto me corroe. Muy pronto llegará nuestra gran prueba de fuego: se aproxima el día del Orgullo Gay, y el plan es salir de fiesta los dos junto con otros amigos. Ikki, cada vez que surge la ocasión me va preparando para lo que puede pasar: es muy posible que él ligue con alguien, y yo tendré que presenciarlo. Quizás puede que yo ligue con alguien. Yo sé muy bien que verle a él con otro sin duda me va a resultar doloroso. Sí, ya sé que fui yo quien le dejó y no debería ser tan posesivo, pero en fin, la verdad es la verdad. Si se da el caso contrario, creo que me sentiría muy culpable por hacerle presenciar esto. Sinceramente, no tengo ni idea de qué voy a hacer ni de lo que puede pasar. Ni de si esto es en realidad buena idea, un paso necesario si queremos ser amigos, o quizás un error garrafal.

En apenas unos días me mudaré de piso. Mi día a día probablemente va a cambiar mucho: una nueva casa, nuevos compañeros de piso, un nuevo barrio con un ambiente y una cultura radicalmente distintos. Ikki opina que el sitio a donde me voy a vivir "me pega", porque es el barrio de alternativos y bohemios. Ojalá sea cierto, pero si os digo la verdad, siempre me ha parecido que igual que me siento raro e inconformista entre la gente muy convencional, también soy demasiado convencional para la gente alternativa (me gusta el pop, me visto y me corto el pelo de manera bastante simple, considero la extrema izquierda demasiado poco realista...). En fin, como mínimo el barrio está lleno de museos, y eso sí que puedo decir sin dudas que me encanta.

Todo este centrifugado y aclarado de cambios siento que merecían un punto y aparte en el blog. Este sigo siendo yo, Ronan, y esto sigue siendo en el fondo Esa sensación, mi blog de siempre, aunque ahora el título ya no sea ese. Todas las antiguas entradas siguen ahí, porque lo que pase a partir de ahora parte de la base de todo lo que pasó anteriormente.

El nuevo título del blog está sacado de una novela (en cuanto pueda publicaré la cita entera), que en líneas generales trata de la transformación metafórica y literal de un zombi que desea recuperar su humanidad. No, yo no me siento como un zombi ni pretendo algo tan radical, pero mientras leía la novela me impactó muchísimo toda esta subtrama de buscarse y enfrentarse a uno mismo para salir transformado. Hacer ingeniería inversa: desmontarte para después poder convertirte en otra cosa.

Todos los cambios que me están ocurriendo son culpa mía, y ahora estoy en la fase más de "deshacer" que en la de "rehacer". Quizás el resultado final va a ser peor y me voy a dar cuenta de que fui imbécil tirando por la borda lo que tenía, pero ese es el riesgo que hay que asumir.

Mentiría si dijera que a partir de ahora no seguirá habiendo entradas depresivas explicando con pelos y señales lo fatal que me siento por esto y por lo otro y por aquello y bla bla bla, porque este blog no deja de ser como mi diván de psicólogo gratuito... pero mi intención es que no sea lo único.

También quiero hacer entradas tontas dedicadas a cualquier cosa que se me pase por la cabeza y me parezca digna de ser contada, a las cosas curiosas del día a día, a lo que me da rabia, a pequeñas cosas ridículas que me hacen feliz a ratos y que en el día a dia no les puedes contar a casi nadie porque te tacharían de loco.

Pues eso. Empezamos otra vez.

domingo, 23 de junio de 2013

Barro

No sé cuánto me falta para volver a ver la luz.

Anoche se marchaba de mi piso Hanna, una amiga de mi ciudad que vino aquí a buscar trabajo. Convivir con ella estas semanas ha sido una gran suerte, aunque también tengo que decir que en varios momentos me ha exasperado por esas pequeñas cosas del día a día, y me ha hecho también darme cuenta de lo paciente que fue siempre Ikki conmigo; y del increíble milagro que es que dos personas puedan convivir en armonía, o en algo muy cercano a ella, con sus momentos escarpados.

Así que hoy, en este domingo de junio que coincide con esa fase en que la luna está mucho más cerca de nosotros, empieza una mini-fase (una semana) de absoluta soledad hasta que llegue el momento de marcharme al piso compartido al que me mudo. Sin Ikki, sin Hanna, sin la visita relámpago de Lennon. Sólo Ronan.

Estar mucho rato rodeado de mucha gente me agobia y me angustia. Y estar mucho rato a solas me hace mucho daño. Tengo que usar toda mi fuerza de voluntad para no caer en la desidia, en el desánimo y el abandono. Os parecerá una tontería, pero sólo el hecho de teclear en el blog ya es un pequeño pasito para luchar contra la Nada.

En días anteriores sentí que finalmente lo peor de la ruptura con Ikki había pasado y que ya me sentía bien y capacitado para empezar esa nueva vida con la que fantaseaba en la que poderme dar una vuelta de tuerca a mí mismo y convertirme en la persona que querría ser.

Pero al final voy descubriendo que este proceso no sé cuándo va a terminar. Hace un par de días Ikki "bromeaba" sobre salir y ligar sin cortapisas por fin, y yo sentía esa horrible mezcla de tristeza, dolor y rabia que te impide pensar en otra cosa y te invade de la cabeza a los pies. Y soy yo el que rompió. Todo el mundo me dice que es normal, pero normal o anormal, el caso es que esto está siendo como arrastrarse lentamente por el barro.

También me dicen que lo que tengo que hacer es ponerme las pilas y conocer a otros.

Y sabéis qué, la idea me aterroriza y me agobia.

Conocer a otros.

Y no sabes qué te vas a encontrar. Gente quizás de vuelta de todo, gente a la que le voy a parecer insípido y carente de atractivo, gente a la que le voy a dar absolutamente igual. 

Ikki era una persona de las que te llena muchísimo. Ya sabéis que no me llenaba en el sentido romántico de la palabra, pero emocionalmente, es como una cálida manta sobre tus hombros. Cariñoso, fiable, paciente, alegre casi siempre. Con el impulso necesario para hacer lo que hay que hacer. No es lo mismo pasar el rato con alguien que te quiere que con alguien que sólo quiere algo de ti. O que no quiere nada de ti.

Esta es la clave de todo: soy muy, muy, muy dependiente. Soy como un bebé en el cuerpo de un adulto, y para relacionarme con la gente necesito sentirme querido. Como un drogadicto del afecto. A mi alrededor necesito tener un círculo de gente que esté constantemente apoyándome y animándome, y he tenido la inmensa suerte de ir encontrándome gente así.

Pero es inevitable que lleguen momentos como este: Ikki, por muy amigos que hayamos decidido ser no puede estar ahí al 100% para mí, porque él lleva su carga, y no es lo mismo ser amigos a secas que amigos que eran novios. Pese a esto, es increíble el grado de apoyo que me está dando, y es algo que me hace admirarle aún más, y avergonzarme bastante de mí mismo.

Ahí le tienes: el chico con el que he roto, y en cuya posición yo estaría simple y llanamente muriéndome del dolor, siguiendo adelante y dándome todo el apoyo que puede. Sólo a ratos le surge de dentro un arranque de amargura y me echa cosas en cara, pero qué menos que eso.


Todo el mundo lleva su lucha privada por sacarse las castañas del fuego. Y yo debo hacer lo mismo. Chicos, no puedo evitar a ratos dejarme caer en el sofá, en el silencio de casa, o apoyarme en la barra del metro y ver a todos los desconocidos en medio del ruido del día a día, y sentirse totalmente desamparado. Pero es que no queda otra que apretar los dientes.

jueves, 6 de junio de 2013

Junio, julio

Ayer me fui a ver una película, To the Wonder, atraído por el argumento: supuestamente trataba de una pareja que entra en crisis por las dudas que les surgen, y acaban rompiendo. Y aparece un nuevo amor en la vida del chico; pero surgen de nuevo las dudas...

En fin, es muy típico de mí buscar respuestas a mis dilemas en supuestas posibles señales del universo; en películas, canciones, casualidades... Pero desde luego en esa película no había ninguna respuesta a nada: básicamente es un bonito anuncio de colonia de dos horas. No, si alguien aún está a tiempo de evitarla, no se la recomiendo en absoluto. Hay muy poco tiempo en la vida de uno como para dedicarle dos horas a cosas como esta. 

Total, todo esto para decir que dentro de escasos días, Ikki se marchará a vivir a su nuevo piso, y ahí sí que de verdad terminará este espejismo en el que vivíamos, en donde parecía que no habíamos roto. Porque con el paso de los días, poco a poco henmos ido volviendo a nuestro comportamiento de Antes De. Yo cada vez le abrazo y le acaricio más, le hago las bromas de siempre, él me toca como siempre, nos damos algún beso o varios, y como ya sabéis tenemos sexo (que por alguna razón que de verdad no puedo entender, está siendo más frecuente y en algunos momentos más increíble que nunca. ¿A lo mejor la urgencia de que las cosas se terminan?).

Al mismo tiempo que mis sentimientos por Ikki son tan ambivalentes como siempre (le quiero, estoy a gusto con él, tengo ganas de abrazarle y acariciarle; no siento chispa, no me apetece darle besos de tornillo, durante el sexo tiendo a fantasear con otros...), otras partes de mí que estaban dormidas empiezan a despertar con el paso de los días. El señor del que hablaba de pasada en el anterior post, el de mi trabajo, vamos a llamarle Diego, vuelve a hacerme sentir cosas. No hemos avanzado nada, pero el otro día estuvo un buen rato hablándome, y mientras lo hacía a menudo me agarraba el brazo, me tocaba el hombro, me pasó la mano por el cuello fugazmente (contado así puede parecer obvio que hay algo, pero no deja de ser cierto que puede ser una persona muy táctil y que muchas otras cosas que dice y hace apuntan a que es hetero). El caso es que cada vez que me agarraba el antebrazo y notaba el calor de su mano en mi piel, yo... lo siento si suena a telenovela, pero sentía como si me surgiera calor de dentro, subiendo del estómago hacia la cabeza. Una sensación de felicidad difusa, como cuando uno está empezando a emborracharse y se siente a la vez paz y euforia.

En fin. Pese a todo creo que no estoy enamorado, pero desde luego este hombre me despierta cosas que hacía tiempo que no sentía. Cuando está alrededor no puedo evitar estar pendiente de todo lo que dice y hace, con quién habla y de qué, sonreír con cara de tonto a cualquier gracia que haga. Ojalá pudiera pasar algo.

A mi alrededor siento que empiezan a surgir oportunidades, que ocurren cosas. Poco a poco, sutilmente. El otro día un conductor de autobuses que conozco de usar su autobús a menudo me daba su teléfono y me pedía el mío con algo que me parecía una excusa. Hace dos findes un chico me daba su teléfono (y me echaba un sermón sobre mi inseguridad, tras confesarle que no me atraía realmente y explicarle un poco la situación en la que estoy). En fin, son cosas pequeñas y que a la hora de la verdad no han cuajado en nada, pero ahí están. A lo mejor soy yo otra vez buscando señales del universo, como un flipado new age.

A lo largo de este mes y el que viene, voy a dejar de estar junto a Ikki después de tanto tiempo siendo dos en el día a día. Voy a vivir en un sitio nuevo, con compañeros de piso casi desconocidos. Voy a estar solo, para bien y para mal. Las cosas van a cambiar muchísimo.

martes, 7 de mayo de 2013

La fase de la nada

Ayer Ikki y yo tuvimos una conversación importante. Aunque parezca mentira, ahora que aún vivimos juntos, la mayor parte del rato la pasamos comportándonos como si no hubiera pasado nada. Este fin de semana fuimos al cine, a ver una exposición, vimos otra peli en casa... tuvimos sexo otra vez...
Pero ayer de pronto me preguntó si no me daba pena dejar de vivir juntos. Claro que me la da. ¿Sabéis la verdad? Si en este preciso momento pudiera cambiar el pasado, borraría aquel día y ahora estaríamos juntos viviendo como siempre.

Sin embargo dí el paso que dí, y las consecuencias no se pueden borrar. Le dije que claro que me entristecía. También que quizás un tiempo sin él me ayudaría a aclararme las ideas. Pero él me dijo que de todas formas con tiempo o sin él quizá ya no querría volver. Por un lado, no querría que yo volviera a hacerle daño de esta manera, y entiendo perfectamente este miedo. Y lo comparto...

Y me repitió que después de mis palabras, él sintió que se le caía la venda y dejaba de golpe de sentir esa "adoración" por mí. La verdad es que Ikki era un novio increíblemente cariñoso y dedicado. Nunca en mi vida me han llamado tantas veces guapo, me han alabado casi cualquier parte de mi cuerpo, incluso las que me parecen a mí directamente feas. Yo me tomaba estos cumplidos con el típico gruñido irónico de incredulidad y cosas por el estilo. Nunca los aceptaba sin más y no les daba importancia. Debéis estar pensando que soy el ser más imbécil de la tierra por dejar escapar un novio tan maravilloso y comportarme así, y que difícilmente me volverá a tocar semejante lotería. Yo desde luego lo pienso.

El otro día, haciendo el Wiki Walk (o sea: empiezas a leer un artículo en wikipedia, vas saltando enlace en enlace y acabas en algo totalmente inesperado), acabé descubriendo algo llamado "TOC de Relaciones". Consiste en un tipo de Trastorno Obsesivo-Compulsivo en el que la persona se cuestiona constantamente su relación de pareja, la compara con las parejas que le rodean, con los modelos idealizados de las películas, las series, las canciones... Siempre duda de que sus sentimientos sean lo que tendrían que ser, y en ocasiones, según decía el artículo, acaba rompiendo "relaciones que eran perfectamente válidas". El artículo evidentemente plantó la duda en mí y a ratos me pregunto si es eso lo que me pasa.

La verdad es que ahora que lo he hecho, me ocurren toda una serie de cosas colaterales. De pronto, esas ansias de "libertad" que tenía, esas ganas de estar con otros, ese deseo de sentir "electricidad" al besar a alguien, todo eso, ha desaparecido completamente. Por la calle, en el metro, alguna vez en el trabajo, veo a hombres del tipo que me gustan, y es como ver un animal disecado en el museo de historia natural. Sí, lo ves, y le observas bien, y no siento nada de nada. Como si ahora fuera asexual, y sólo me quedara un recuerdo "mental", pero no físico ni sexual, de lo que me gustaba. La gente, cuando se lo cuento, opina que es una fase.

En mi trabajo hay un hombre que veo bastante a menudo. Hay un borrador de entrada sin acabar en este blog dedicado a él, de antes de la ruptura. Me gustaba mucho. La probabilidad apunta aplastantemente a que es hetero, pero me he ido aferrando a frases, comentarios y pequeños fragmentos sueltos que me hacían tener una pequeña esperanza de que pudiera ser, a lo mejor, quién sabe, quizás ni él mismo se atreve a admitírselo a sí mismo, pero yo también le gusto. También puede ser que cuando uno se empeña en ver algo, busca señales hasta debajo de las piedras. Es una historia completamente atascada, porque las pistas son mínimas y el riesgo, siendo básicamente un cliente, es alto, y la circunstancia no facilita nada poder saber más, que pase algo. Quizás si pudiera notar que de verdad algo puede ocurrir, yo volvería a sentir esa parte de mí, volvería a sentir ganas. A lo mejor me ayudaría a confirmar que he hecho lo que debía.

Quizá sólo deseo lo que no tengo, como un tonto, y ahora que he perdido a Ikki de repente quiero volver con él, como un niño que regala un juguete con el que ya no jugaba, y de repente es lo que más desea en el mundo. El otro día ojeaba un cómic de estos que diseccionan las relaciones en plan gracioso, y lo llamaban "el síndrome del jersey viejo". La amiga de la protagonista le explicaba que ese jersey que tiraste a la basura porque ya no te gustaba, en cuanto lo coge otra chica (encantada porque le parece "vintage") a ti de golpe te vuelve a gustar. Pero si se lo quitaras de las manos y lo recuperaras, te lo pondrías de nuevo un par de semanas y volverías a tirarlo. A lo mejor me tengo que fiar de la amiga del cómic, porque más claro no lo puede decir.

Ahora mismo, sin Ikki, lo que se extiende delante de mí es un vacío total. El 99% de mi vida social en esta ciudad lo he hecho con él. Aquí no tengo ni familia ni amigos con los que contar en el día a día. Tengo como mucho a mis compis de trabajo, y doy gracias por tener algo, pero siendo realista no son lo mismo. Ikki, siendo más sociable y más desenvuelto, ya ha ido formando un tejido que estará ahí para rodearle.

Así que en definitiva he cambiado el todo por la nada, y sólo me queda confiar en que no me voy a hundir completamente y voy a poder darle la vuelta a las cosas para que de toda esta situación acabe saliendo algo mejor.

viernes, 26 de abril de 2013

Bajo la lluvia, en la oscuridad

Con este título tan rimbombante pretendo expresar en pocas palabras todo lo que estoy sintiendo estos días. Con la ayuda del blog, como he hecho siempre, solo trato de dar salida a los pensamientos y sentimientos que me van surgiendo, por contradictorios que puedan parecer. Si una cosa sé, es que el único mecanismo ante la tristeza que tengo es comunicarme. Hablar, escribir, tirarme horas al teléfono, hacer entradas en el blog que son como vomitar sin filtros todo lo que llevas dentro. Realmente nada te "cura" por completo, pero es lo único que te alivia aunque sea un poco.

Estos últimos días me he cogido una infección de garganta bastante fuerte. Sumada a una yaga que me apareció donde nunca antes: en paladar. Durante dos días estuve fatal, con fiebre, me dolía muchísimo al comer, y no tenía fuerzas ni para caminar. Sólo quería hacerme un ovillo bajo una manta y temblar. No sé si el hecho concreto de que todo esté centrado en la boca y la garganta tiene algún significado especial (¿me estoy castigando por "haber hablado"?), pero estoy segurísimo de que esto me ha venido porque he somatizado la angustia que siento de esa manera.

No estoy bien. Cada persona con la que hablo opina algo un poco o radicalmente distinto a lo que otros me dicen. Unos opinan que el hecho de que Ikki tuviese sexo con otra persona cinco días más tarde de romper (y se sintiese contento) es una confirmación obvia de que no me quería tanto y quizás sólo estaba conmigo por comodidad. Otros opinan que cada uno tiene sus mecanismos para enfrentarse a las cosas, y al igual que el mío como digo más arriba es hablar y explicarle a los que me quieran oir, con pelos y señales, todo lo que me pasa por dentro, el suyo es evadirse con diversión, con salidas y con sexo casual. Y que es normal que se sintiese muy contento, porque después de una situación tan dañina para la autoestima como es que te dejen, pues es una inyección de idem el que alguien se fije en ti y quiera tener sexo contigo. Sigues siendo alguien digno de despertar la libido en otros.

Y yo entiendo las dos formas de verlo, y esta ambivalencia no me ayuda en nada. Lo mismo ocurre con lo demás.

Ikki y yo de momento, debido a las circunstancias, seguimos viviendo juntos. Es una situación complicada y rara, pero no de la forma en que yo podría imaginármelo antes.

Si hay una cosa indudable es que entre Ikki y yo existe muchísimo afecto. La naturaleza y los límites de ese amor es lo que no está nada claro.

Estos días he empezado a sentir que ya le estoy echando muchísimo de menos. Él a ratos es cariñoso, y a ratos es distante y pragmático. Nunca dejamos de hablar del día a día, de si hoy en el trabajo pasó esto o lo otro, pero las conversaciones sobre sentimientos son mucho más escasas... Lo que es normal. Por las noches en varias ocasiones, no sé si despierto o o dormido, me ha rodeado con el brazo, o me ha acariciado. En dos ocasiones nos hemos besado en la boca accidentalmente.

Y también hemos tenido sexo en dos ocasiones, y esto sí que no ha sido accidental ni estábamos adormecidos. De verdad que no sabría explicar por qué me comporto así, pero en esas dos ocasiones sólo sé decir que sentí unas ganas tremendas. Él había dejado abierta esta posibilidad de acostarnos explícitamente (y cuando me lo dijo pensé con amargura, ya ves, que yo nunca iba a querer hacerlo de todas formas. Nunca digas de este agua...). ¿Qué significa el que él me propusiera eso? ¿Qué significa el que yo sintiera esas ganas de pronto? ¿Es porque soy un insatisfecho crónico y siempre quiero lo que no tengo? ¿Sólo sé valorar lo que pierdo? ¿Tienen algún significado psicológico esas dos veces? 

Este fin de semana se marcha a su pueblo. Dos días y medio prácticamente sin vernos. Una muestra a muy pequeña escala de cómo serán las cosas cuando ambos empecemos, y tendrá que ser muy pronto, a vivir separados. Una oportunidad a lo mejor para que yo me aclare las ideas y sepa hasta qué punto le quiero.

Algunos me dicen que lo que me pasa claramente  no es que quiera volver a estar con él, sino que tengo miedo a la soledad y al cambio tan drástico que viene ahora. A verte de repente desamparado y sin la seguridad que supone una pareja estable, alguien como él, en quien te puedes apoyar completamente, sabiendo que nunca estás solo. Y me dicen que ahora tengo que ser fuerte, que he dado el paso correcto teniendo en cuenta las dudas que he estado arrastrando, que no me puedo echar atrás porque esta es la oportunidad de intentar ser feliz de verdad.

Otros me dicen que quizás me hacía falta un tiempo, perderle, para entender de verdad lo que tenía, para analizar mis sentimientos y darme cuenta de que sí que le quería, pero necesitaba pasar este bache para comprenderlo. Y que si le echo tanto de menos ya y me siento tan feliz con cualquier muestra de afecto que me dedica (los abrazos, los besos accidentales, los mensajes para preguntarme cómo estoy), pues que quizá la respuesta es obvia: claro que le quiero y que debo volver con él.

Y de nuevo las dos formas de verlo me parecen posibles, y al final ya no sé nada. Si decidiera volver con él y al poco cayera en la cuenta de que era un error volver, sería terrible volver a pasar y a HACERLE volver a pasar a él por esto. Si decido esperar más tiempo y ver cómo me voy sintiendo, es posible que entre medias él cierre la puerta definitivamente... si no lo ha hecho ya... y eso también sería terrible.

miércoles, 24 de abril de 2013

Sin mapas

A continuación, una descarga de egoísmo, contradicciones y desorientación.

La situación entre Ikki y yo, o mis sensaciones respecto a ella, cambian a cada día, a cada rato. De la esperanza al hundimiento, de la tranquilidad al desasosiego, del dolor a la estabilidad. 

A lo largo de la semana, todo parecía ir bien. Yo estaba mejor, cada vez más normal, incluso contento. Ikki también iba muy bien.

Algunas noches se giraba en la cama para rodearme con su brazo, y yo me sentía bastante feliz y pensaba alternativamente que qué estaba pasando, qué significaba todo, y quizás que aunque fuera extraño era un suerte estar así.


Este viernes Ikki salía con un grupo de amigos, un plan en el que yo obviamente no estaba incluido. Yo este fin de semana trabaja mañana y tarde los dos días, por lo que sólo nos veíamos por la noche. La noche del sábado me explicó cómo lo había pasado la noche del viernes, y las cosas que había hecho durante el día con sus amigos del pueblo que andaban de visita por aquí. Estaba contentísimo. Y según iba comunicándome más y más su entusiasmo, yo más y más iba notando que una extraña angustia y tristeza me invadía. Sí: yo habría preferido no verle tan feliz. Es horrible y egoísta, y es la verdad. Después de una relación tan larga, me duele verle recuperarse tan perfectamente en menos de una semana.

Pero el plato fuerte llegaba a la mañana siguiente, cuando al despertarme para ir a trabajar, aprovechando que estaba dormido en otro cuarto, cogí su móvil para leer sus conversaciones. Horrible, mezquino y estúpido. ¿Qué esperaba encontrar exactamente? Quizá una prueba de que no estuviera tan bien. Quizá lo que me encontré: él explicándole a su mejor amigo que el viernes efectivamente se lió con alguien de la discoteca. Y que había temido sentirse mal, o culpable, pero que estaba contento porque se sintió muy bien. Su amigo le felicitaba. De verdad que cuesta poner en palabras la sensación de absoluto hudimiento que sentí, de caer al vacío para siempre, de que te arrancaran las tripas y los pulmones, de todo a la vez.
Ikki casualmente se levantó al rato para ir al baño, y se lo dije. Me echó una pequeñísima bronca, como de entrenador de fútbol, me dijo que no me estuviese torturando, y se fue a dormir en seguida.

Ese día fue terrible. Ni siquiera quiero volver a recordar con detalle todo lo que me pasaba por dentro. Así que vanzo hasta esa noche: le dije que lo sentía, que había sido por mi parte un error enorme y que no tenía ningún derecho a mirarle su móvil, ni a pedirle ni exigirle nada. Pero que era verdad que me dolía muchísimo haberme enterado de eso. Lloré, me hundí en el sofá, Ikki me consoló (sí, me consoló), me explicó que la alegría que sintió se debía al darse cuenta de que era capaz de salir al mundo y ligar otra vez, gustarle a alguien, todo eso. Que la procesión iba por dentro, que se estaba esforzando en facilitarlo todo para que pudiéramos ser amigos, y que yo haciendo estas cosas lo ponía en peligro. Me fui a dormir sintiéndome mucho mejor, y me desperté con una visión nueva de las cosas: no quería dañarme más pensando en lo que pasó, ahora se trataba de ser optimista y mirar hacia delante.

A la noche siguiente ocurrió algo extraño. Ikki tuvo un sueño que parecía mezclar algo erótico con algo de su trabajo, y habló en sueños, cosa que nunca antes le había visto hacer. Me llevó la mano a su paquete mientras decía algo del archivo de clientes, yo perplejo con todo. El caso es que de pronto pareció entrar en razón, se giró y siguió durmiendo. Y yo... me sentí muy excitado.

A la mañana siguiente, y siguiendo su oferta explícita de que aunque hubiésemos cortado podíamos volver a tener sexo si queríamos, le dije que me apetecía.

Y lo hicimos, y fue genial.

Me dijo que ahora no empezara a sentirme culpable ni cosas así, y me fui a trabajar algo turbado y también bastante alegre, para qué mentir. ¿Tal vez podríamos empezar una segunda parte como exes-mejores amigos-follamigos?

Anoche lo volvimos a repetir. 

Y aunque la primera vez me prometí no empezar a comerme la cabeza y tomarme las cosas tal cual venían, por una vez en la vida, en vez de analizarlo todo, la naturaleza es como es, y estoy ahora mismo completamente a la deriva.

¿Por qué si una de las razones principales era que no sentía deseo de pronto me apetece dos días seguidos y la cosa sale muy bien? ¿Es porque soy un incomformista efectivamente y sólo quiero lo que no tengo? ¿Por qué de pronto una parte innegable de mí desea volver con él y querría volver atrás?

Y a todas estas ocurre en primer lugar que no sé si él seguiría queriendo, porque como me dijo una amiga, el jarrón ya lo hemos roto una vez y aunque lo pegues no queda igual, y como él mismo me dijo, cuando le dije que le veía como un amigo, dice que se le "cayó la venda" y que su forma de verme cambió. Queriendo decir problamente que sus sentimientos por mí cambiaron "a menos". Muy posiblemente Ikki ya no está enamorado de mí, y una segunda parte nunca sería igual. Y eso sin hablar de la otra cosa: la posibilidad de que todo esto que siento ahora no sea más que un espejismo provocado por la nostalgia y el apego. No desearía jugar con sus sentimientos volviendo a romper con él otra vez si finalmente me diera cuenta de eso... 

Tengo miedo de acabar arrepentido de la decisión y que ya el daño sea irreversible. Dejar pasar el tiempo puede ser la solución, pero también puede ser el factor definitivo para cerrar la puerta para siempre. Estoy totalmente perdido.

domingo, 14 de abril de 2013

El final

Esta mañana puse punto final a cinco años de relación con Ikki.

Siento un dolor terrible y difícil de explicar. No sé por dónde empezar. Me siento una persona horrible y ni siquiera estoy seguro de haber hecho lo correcto.

Si alguien ha ido leyendo las últimas entradas sabrá que tenía dudas desde hacía un tiempo. Además, y de esto no había llegado a publicar nada, aunque tenía un borrador de entrada por ahí casi terminado, había empezado a fijarme en un una persona, un hombre al que por cosas del trabajo veo de vez en cuando. Ahora mismo sin embargo no estoy seguro de nada.

Hace una semana o así hablé con una amiga con la que hablo muy de tanto en tanto. Ella estaba hecha polvo, pues estaba viviendo la situación inversa. Sin embargo, se mostraba muy fuerte, y decía que pese a todo entendía la decisión de su ex, y que no, no podía ser su amiga, pero que valía más la pena terminar ahora que alargar algo que ya no tenía sentido. Que así ambos tenían la oportunidad de intentarlo de nuevo con otra gente. Le expliqué a continuación mis dudas, y digamos que me echó una medio bronca. Me dijo que después de cinco años no podía volver a las andadas con mis dudas (ya tuve una situación en la que estuve al borde de romper unos tres años atrás), y que o las resolvía para siempre, o terminaba la relación y nos permitía a ambos la oportunidad de empezar otra vez de cero. Una de las frases que le dijo su ex novio al cortar con ella fue "mejor ahora que dentro de dos años".

Me impactó mucho todo lo que me dijo y empecé por dentro a prepararme. Hasta que hoy por la mañana decidí hacerlo de una vez.

Lo que siento por Ikki es extraño y difícil de definir. He terminado llorando varias veces a lo largo del día, paradójicamente yo más que él, que se lo ha tomado con un extraño estoicismo y seriedad. Creo que se está reservando para cuando yo no esté delante.

Me parte el corazón la idea de hacerle daño a Ikki, una de las personas más buenas del mundo y a quien más quiero. Porque de lo que no tengo dudas es de que le quiero muchísimo. Pero ese querer no va acompañado de ganas de sexo, ni de excitación, ni de esa electricidad que en una relación tiene que haber. Yo no soy una persona muy propensa a demostrar cariño, a abrazar y tocar a la gente, pero con él, quizás por ser cómo es y por cómo era nuestra relación, daba rienda a todas esas cosas. Me encantaba abrazarle, tocarle, acariciarle la cabecita, el pecho, la barriga, besarle en las mejillas y por la cabeza. Y sigo teniendo ganas de todo eso. ¿Es posible querer a una persona de esta manera tan física y al mismo tiempo no sentirse enamorado ni atraído físicamente? ¿Es normal?

Ikki, como digo, lo ha llevado todo de manera muy estoica y controlada. En los prinmeros momentos me habló con rabia contenida. Me dijo que él sabía que antes o después esto iba a pasar, porque yo era un inconformista, que nunca estaba contento con las cosas. Me ha preguntado que si había alguien más, que cuánto llevaba dándole vueltas a esto, que por qué hoy. También me ha permitido abrazarle, y no se ha limitado a poner el cuerpo rígido, me ha abrazado él también y me ha besado en la mejilla varias veces. Y me ha dicho que ya me prometió una vez que si esto pasaba seríamos amigos. La verdad es que ha llevado la situación con una entereza y una generosidad que me asombran y me hacen admirarle aún más.

Una parte de mí tiene ganas de borrar todo el día de hoy y seguir tal cual estábamos. Quizás, en lugar de romper, decirle que seamos una pareja abierta. Aunque en la ruptura en parte he anulado esa posibilidad, definiéndolo como "no llamar a a las cosas por su nombre". Él además me ha dicho que para mí no sería posible, que no sabría separar el sexo del amor. Que me enamoraría de aquel con el que me acostara. Desde luego mi historial, de engancharme de gente con bastante facilidad, parece que le da la razón.

No sé qué va a pasar a partir de ahora. No sé qué va a ser de nosotros. No sé qué va a ser de mí básicamente solo sin él en esta ciudad enorme. Quizás me voy a arrepentir, o quizás he hecho lo correcto pero aún es demasiado pronto para ver más allá de la tristeza y el miedo que siento ahora mismo.

jueves, 28 de marzo de 2013

Desfiladero

Este fin de semana es el famoso finde de ir al pueblo de Ikki. Supongo que casi todas las parejas tienen uno o dos asuntos que son su fuente típica de conflictos. Pues bien: el pueblo es uno de los nuestros. Está la limpieza del hogar, mi desorden y despiste, mi falta de atención a veces, su gruñonería... Y el pueblo.

Ir al pueblo de Ikki supone dos cosas cosas para mí. Voy a ir de menos importante a más.

Una es que lo considero un fin de semana perdido. Aunque no lo estés leyendo, Ikki, lo siento mucho por decir esto, sé que te ofendería muchísimo. A mí en mi tiempo libre me gusta ir al cine, a ver exposiciones raras, a ver sitios curiosos, y cuando está la posibilidad, quedar con amigos (y digo cuando está la posibilidad porque en mi ciudad natal esto es fácil y es en realidad lo que más hago, pero aquí no tengo a nadie tan íntimo). Ir al pueblo consiste en estar todo el tiempo "de prestado". De comida familiar a comida con amigos de Ikki. No hay nada que ver ni hacer aparte de ir a los bares con ellos.

Y ahí llega la segunda cosa y la que más me agobia. Socializar con sus amigos. Aunque no tenga tal grado de fobia social que me impida salir a la calle y ese tipo de limitaciones que otros fóbicos sufren, sí que me producen mucha ansiedad estos encuentros sociales de muchas personas. Su grupo de amigos no es precisamente pequeño, porque deben de andar sobre los 20 aproximadamente, y aunque nunca se juntan todos, puedes contar con que siete o diez estarán. Siete o diez personas a la vez, seguras de sí mismas, que hablan con voz potente de una esquina de la mesa a la otra, a menudo a la vez, son una cosa muy grande para mí. A veces no tengo mucho que decir sobre el tema de conversación (y su sentido del humor suele ser también distinto del mío), pero incluso cuando tendría algo que opinar eso no sirve de mucho. Se me atragantan las palabras por los nervios, y no tengo la potencia de voz necesaria para que se me oiga con todo el ruido reinante. Un poema, vamos. A veces me da vergüenza al pensar si alguno habrá notado que he intentado participar y he empezado una frase y al final lo he dejado porque ya estaba hablando otro u otros con más potencia. Para no mentir tengo que decir que en otras ocasiones, con la ayuda del alcohol, me lo he llegado a pasar muy bien con ellos. Pero lo malo del alcohol es que a la mañana siguiente vuelves a la casilla de salida. Ojalá pudiera mantenerme así todo el rato.

Pero la cita ya toca este sábado y domingo, y no me queda más remedio que afrontarlo como mejor pueda. Últimamente estoy en una fase de tristeza, y entre otras cosas he empezado a reflexionar que soy un novio desastroso, y que Ikki me tiene que soportar un montón de cosas. El episodio que conté hace un par de entradas sobre su regalo de aniversario y todo lo que eso implica, mis despistes y los daños que eso provoca, mi dejadez y desorden, lo pesado que soy, las pequeñas costumbres a las que ha ido renunciando por mí (escuchar la radio y leer largo rato en la cama), tener mucho menos sexo del que le apetecería... Y en definitiva, yo sé que periódicamente a mí me surgen dudas sobre nosotros, pero desde su punto de vista, a veces me pregunto qué le aporto yo en realidad.

Así que volviendo al finde que viene, mi misión está clara: tengo que poner la mejor cara que pueda, tengo que evitar que se me note nada, tengo que esforzarme por relacionarme con sus amigos como mejor pueda, tengo que intentar no aguarle la fiesta y permitirle que disfrute al máximo de un fin de semana con sus amigos y su familia, porque es lo mínimo que puedo hacer.

lunes, 11 de marzo de 2013

Tina Cohen-Chang

Los que veáis Glee, os habréis fijado en Tina, la miembro asiática e inicialmente gótica del grupo... o quizá no os habréis fijado nada. No es difícil: Tina es casi sin duda el personaje central con menos frases, líneas argumentales, canciones... En la gran mayoría de los capítulos, Tina no hace prácticamente nada relevante. Está ahí, diciendo alguna que otra frase (tartamudeando, en sus primeros capítulos), haciéndole los coros a alguien, sonriendo o poniendo cara seria ante lo que alguien dice, o diciendo algo que queda totalmente disuelto entre en el mar de lo que los demás dicen o hacen.

Tina es mi personaje favorito de Glee, sobre todo durante su primera temporada. En los últimos tiempos las cosas han cambiado bastante y ahora digamos que ya no es el mismo personaje: dejó de ser gótica sin ninguna explicación, empezó a hablar alto y claro y en los últimos capítulos tiene incluso una actitud respondona y borde, y hasta alguna que otra línea argumental en la que juega un rol importante. Pero cuando todo empezaba, se convirtió sin pararme a pensar en ello en mi personaje favorito, y no sé si por casualidad o porque una parte de mí lo intuyó, un tiempo más tarde:  ¡era casi exactamente como yo! Yo también suelo hacer el papel de "personaje secundario" en las relaciones sociales, no canto ningún "solo" y en medio de las conversaciones grupales, sólo digo alguna frase suelta que básicamente no influye en nada.

Recientemente han esta de visita unos amigos de Ikki y todo esto, que queda camuflado cuando estamos él y yo a solas, surgió una vez más. En estas situaciones, acaba quedándome siempre un poso de amargura y desánimo. El notar lo mucho que me cuesta encajar con la gente normal, con los grupos, me pone muy triste y me hace sentir como un perro verde. 

Por otra parte, es fascinante el efecto que tienen los distintos grupos en las personas. Hace meses fuimos de viaje con una amiga mía y otros amigos de ella, y según me hizo saber mi amiga más tarde (y yo ya lo sospechaba), Ikki no cayó nada bien a los demás. Les resultó pedante y borde. Yo en cambio les caí bien (la frase que le dijeron a mi amiga fue "¡adoptamos a Ronan!"). No puedo negar que verdaderamente Ikki se comportó a menudo de manera huraña y poco adaptable durante aquel viaje.

Sin embargo, en este contexto "inverso" de la visita de sus amigos, claramente el que no encajaba era yo, y contrariamente al viaje, Ikki se mostraba siempre dispuesto a hacer todo lo que los demás propusieran (en esta situaciones, yo debo evitar sugerir nada, porque entonces él me mira con aprensión y trata de quitarme la idea). La verdad es que creo que no llegué a caerles lo que se dice "mal", eso sería exagerar, pero digamos que en las conversaciones, en el grupo, yo no aportaba mucho. Ahora voy a hacer eso que siempre se dice que no se debe hacer de sacar conclusiones sobre lo que los demás han pensado de ti, pero la sensación que me queda claramente es que ellos deben pensar que soy un soso y un simple que no está a la altura de lo que Ikki podría tener.

Dentro de de poco vamos un fin de semana a su pueblo. Tengo muy pocas ganas, porque eso significa que esta situación se va  prolongar casi a tiempo completo durante 48 horas seguidas. Y dos días enteros sintiéndote el personaje secundario hacen muchísimo daño a tu autoestima.

jueves, 7 de marzo de 2013

Estar enamorado / querer

Hoy Ikki se me ha presentado por sorpresa con un ramo de flores. Cumplimos cinco años juntos... Sé que es un tópico, pero me parece mentira que haya pasado tanto tiempo, y se me ha pasado todo volando. (También es un tópico, pero desde los veintipocos tengo la sensación de que todo se pasa volando).

Y este bonito detalle me ha entristecido y me ha hecho sentir culpable. El año pasado, fue Ikki también el que tuvo un bellísimo detalle conmigo para celebrar este día. No voy a entrar en muchas explicaciones, pero se trataba de una especie de resumen en fotos y texto de nuestra relación, de cuando empezamos, de los momentos que habíamos tenido que pasar separados, de cuando empezamos a convivir...

Todos estos detalles y muestras de atención, de cuidado, subrayan algo dolorosamente cierto de lo que él también es consciente: el desequilibrio que hay entre lo que él siente por mí y lo que yo siento por él. Sí, Ikki lo sabe, me consta que lo sabe. En primer lugar, porque simple y llanamente, estas cosas se saben. Uno puede tratar de empujarlo a su subconciente y mirar para otro lado, pero el fondo lo notas. Pero si aún esto no fuera así, yo mismo se lo dije de viva voz en una ocasión en que prácticamente rompí con él. Se acercaba un momento crucial en cualquier relación (el inicio de la convivencia), y yo tuve la crisis más fuerte que he tenido de dudas. En las películas y series suelen bromear con que esto se debe a que la gente tenemos miedo al compromiso y bla bla bla, pero cuando estás completamente convencido de algo, no tienes miedo. Lo deseas.

Pero en aquella ocasión Ikki tiró y tiró de la cuerda, y yo al final cedí. Vuelvo constantemente a ese día. ¿Es posible convencer a alguien de que no rompa contigo?

Si volví no fue sólo por su insistencia, no voy a mentir. Quiero muchísimo a Ikki, y los años que han venido después de esa casi-ruptura han estado llenos también de momentos felices. Ikki y yo compartimos todo tipo de cosas: puntos de vista, un conocimiento mutuo profundo, aficiones, un nivel cultural similar. Él es una de las escasas personas en todo el mundo con quien siento que puedo ser absolutamente yo mismo. Puedo explicarle casi todas mis rarezas más íntimas, las estupideces que me hacen gracia, las preocupaciones que serían más incomprensibles para casi todo el mundo.

Pero volvemos a lo mismo. ¿Esto sustituye a estar verdaderamente enamorado, con todas las letras? ¿"Querer mucho" basta? ¿Es sostenible para siempre una pareja en la que un miembro siente mucho más intensamente que el otro? Aunque nunca le haya puesto los cuernos, ¿estoy de cierta manera engañándole?

Las consecuencias de todo esto no sólo se manifiestan en que el ramo de flores me haga sentir tristeza. A tu propio cuerpo no le puedes engañar, y en el caso de los hombres el deseo tiene una forma muy concreta y muy visible de manifestarse. Sí, lo que estoy diciendo de esta manera tan cursi y rebuscada es que cada vez me apetece menos acostarme con él, y ya he experimentado alguna vez lo que es un gatillazo. También he experimentado algo que va incluso antes: tener dificultad no para mantenerte empalmado, sino para llegar a hacerlo. Y aquí sí que nos chocamos contra el muro.

Todo el cariño del mundo no va a conseguir que sienta un deseo sexual que no tengo.

Al lado de Ikki tengo ganas de muchas cosas. Tengo ganas de contarle cosas, tengo ganas de pasar tiempo con él, tengo ganas de hacer cosas juntos, tengo ganas de besarle en las mejillas, en las orejas, en la nariz. Tengo ganas de acariciarle el pelo, la cara, la barriga, la pelambrera de su pecho, su ombligo. No tengo ganas de tener sexo ni de morrearme con él. 

Me he planteado cosas. Romper, claro, esta vez sin vuelta atrás. Proponerle una pareja abierta en que el sexo lo obtengamos cada uno por nuestra cuenta, fuera. Algunas veces hemos hablado entre bromas y veras de esta posibilidad, y nunca hemos sacado nada en claro. Ikki sigue teniendo muchas ganas de acostarse conmigo, y la posibilidad de que yo me acueste con otro no le hace ninguna gracia.

A mi alrededor siento que todo, el mundo, conspira para plantarme todos estos temas en las mismas narices (y en las de Ikki, creando momentos que se me hacen muy incómodos). Las series, las películas, las situaciones del día a día. Ayer fue un día surrealista, en que me ocurrió algo muy anormal, seguido de algo más común pero también significativo. Todo relacionado con el sexo y la fidelidad. No lo voy a contar hoy, pero otro día quizá sí, porque de alguna manera quiero que lo que pasó se quede guardado en algún sitio. Anoche incluso soñé algo que indirectamente ahondaba de nuevo en las sensaciones y los lugares de aquel día...

Me siento perdido.

domingo, 17 de febrero de 2013

Los peligros emocionales de Facebook

Para alguien como yo, con tanta tendencia a la melancolía, el Facebook es un peligro.

Al igual que el de, me imagino, casi todo el mundo, mi perfil de Facebook es un mejunje de gente de todo tipo, y la gran mayoría de no pueden ser considerados "amigos", aunque la página los llame así. Hay amigos reales, hay conocidos con los que en su momento traté un poco, conocidos con los que en su momento apenas traté, hay compañeros de trabajo, ex-compañeros de trabajo... Y hay antiguos amigos. Un antiguo amigo con el que no te has peleado pero al que has dejado de ver, ¿es un ex-amigo? ¿Es un no-amigo? ¿Qué vínculo es ese que te une sutilmente con una persona a través de antiguos momentos compartidos pero que están demasiado lejos en el tiempo para seguir afectándote en el presente?

Ayer colgaba unas fotos que le había prometido a un amigo, y entre las personas que le dieron a "Me gusta", aparecía, por sorpresa, una amiga de la infancia. Desde pequeño hasta aproximadamente la adolescencia, hubo unas cuatro o cinco personas que eran mis mejores amigos, entre ellos uno que era mi mejor amigo, ese al que primero llamas, al que ves más que a nadie, con el que lo compartes casi todo. La chica que marcó el "Me gusta" era más amiga de él que mía, de hecho fue un poco a través de él que nos acercamos más. El caso es que al llegar la adolescencia, las cosas fueron cambiando poco a poco. Empezamos a distanciarnos. Ellos empezaron a entrar en un mundo al que yo no era capaz de entrar, y yo por mi parte entré en el limbo. Aunque una parte de mí les culpa ("me dieron de lado", es la sensación que tebgo en pocas palabras), otra parte de mí piensa que cuando la gente se distancia no es culpa de nadie, simplemente quizás vas cambiando y con alguna gente vas dejando de ser compatible.

Al acabar los años de colegio e instituto, la brecha se hizo ya enorme y yo entré en otro mundo, hice amigos nuevos; y resumiendo hice un punto y aparte en mi vida. Uno de esos momentos en que tu vida cambia tanto que al mirar atrás no te parece que ese trozo de antes sea también tu vida.

Pues el caso es que me puse (erroooorrrrrr garrafal) a mirar las fotos de esta chica, y empecé a ver con cada vez más tristeza que ella no sólo sigue siendo la mejor amiga de mi antiguo mejor amigo (esto ya lo sabía), sino que incluso otros miembros de nuestra mini-cuadrilla infantil que en un momento dado también parecieron distanciarse también han vuelto a sus vidas. Y no es una relación superficial: se han ido de viaje juntos, incluso, que es una prueba de amistad de las más sólidas.

Después de haber visto esa foto, me siento triste. Los tres, tirados por el césped de un parque, sonriendo. En sus vidas no ha habido un "corte", no ha habido un antes y un después. Han hecho amigos nuevos, pero también han seguido todos estos años juntos, y yo soy el que se ha quedado fuera.

Me pasó por la cabeza que qué pasaría si intentara conectar con ellos de nuevo. Hacer un esfuerzo por quedar todos, aunque estemos disgregados aquí y allá, interesarme por sus vidas e incluirles en la mía. Quizás todo podría salir bien y yo sentiría que cerraría el círculo, o quizá sería como tratar de resucitar un cadáver y acabaría siendo triste e incómodo para todos. Si os digo la verdad lo pienso sólo hipotéticamente, porque no me siento nada capaz de hacer algo así, y además estamos en posiciones muy distintas. Ellos tienen la confianza y la complicidad de todos estos años juntos, yo soy el que quedó fuera del círculo... A veces, mi antiguo mejor amigo ha hecho tímidos intentos de volver a acercarse. Yo he reaccionado a medias, ni he cerrado la puerta, ni tampoco me he lanzado en plancha.

 En este nuevo año he empezado a pensar cada vez más que en ocasiones la forma en que uno ve las cosas, los comportamientos que automáticamente adopta, pueden cerrarle muchas puertas en ocasiones, y quizás es hora de replanteártelo todo y empezar a tratar de reaccionar de maneras nuevas ante las cosas. Quizás, si por una carambola del destino tengo de nuevo la posibilidad de crear un nuevo vínculo con ellos, esta vez rezaré lo que sepa y lo intentaré.

miércoles, 6 de febrero de 2013

El salmón

Ayer tuve una discusión en el trabajo, mientras comíamos. No fue nada grave, la sangre no llegó al río ni mucho menos, pero yo sentí que la situación me superaba.

Normalmente ya me veo venir estas situaciones. En el trabajo me he dado cuenta de que en muchísimas ocasiones mis opiniones no tienen absolutamente nada que ver con las de mis compañeros. Ya me ha dicho alguno en alguna ocasión que "siempre voy al revés del mundo" y cosas así. No puedo negar que me gusta bastante discutir, pero la verdad es que cuando defiendo algo es por que creo de verdad en ello, no lo hago por llevar la contraria. Porque a la vez que me gusta discutir, también, aunque parezca contradictorio, me hace sufrir, y bastante. Esa sensación de estar solo contra el mundo, el miedo a provocar antipatía en la gente, a caer mal, a que te dejen de lado por raro y desagradable.

En estas situaciones me gustaría que alguien más opinara como yo y se pusiera de mi lado (y no son cosas especialmente raras: el otro día sin ir más lejos la discusión trataba básicamente de la eutanasia, y nadie admitía al menos tener unas ciertas dudas éticas sobre el asunto; todos estaban completamente a favor de prolongar la vida todo lo posible, aunque se tratara de un anciano cansado, con muchos años a la espalda). Sé que suena a paranoia egocéntrica, pero en muchas ocasiones siento que tanto fervor en contra de lo que sea que yo opine no se debe al tema en sí, sino a aprovechar la ocasión de caer todos contra mí, por el placer de ampararte en la fuerza que da la mayoría.

Así que como decía, poco a poco he ido aprendiendo a ver venir estas situaciones en las que opinar me va a costar un debate de "todos contra uno", y por ello casi siempre procuro poner toda la cara de póker de la que soy capaz, escuchar lo que los demás dicen y no decir ni mú. El lado negativo de esta táctica es que dentro se te queda el reconcome de no expresarte libremente. Y que a veces tengo la impresión de que cada vez que callo, cedo un poco más de terreno ante los demás.

En general, mi relación con los compañeros es buena, pero poco a poco voy sintiendo que las cosas que nos separan son demasiadas, y a menudo desearía estar en un entorno muy distinto. De gente un poco más reflexiva, que no sólo leyese best-sellers (si es que leen) y viese pelis de acción o comedias chorras (bajadas de internet, claro, porque la mayoría no le ve sentido al cine), que leyesen los periódicos, que tuviesen un poco más de cultura general. Yo no soy ningún genio ni superdotado ni nada por el estilo, pero desde que entré en el mundo de la sanidad cada vez pienso más que la mayor parte de la gente de este mundo tiene un tipo de mentalidad que no tiene nada que ver con la mía.

En general lo que prima es la practicidad, la utilidad, el hacer las cosas sin reflexionar mucho. Haciendo una comparación un poco rara, el mundo de la sanidad (¿y quizás de las ciencias, en general?), sería un examen tipo test, y el mundo de las humanidades sería de tipo desarrollo: un comentario de texto, por ejemplo. Yo, habiendo estudiado cosas de ambos mundos, estoy en una situación rara, pero aunque mi trabajo sea de ciencias está claro que en gran parte mi forma de de pensar es de humanidades. En momentos así pienso si me equivoqué eligiendo este camino, y de qué manera podría pegar un giro radical y salir de este mundo...