martes, 17 de julio de 2012

Conectados

"Estamos conectados en todos y cada uno de los lugares, así que
cuando piense esta palabra, tú ya lo sabrás" 
(Ayumi Hamasaki, "Connected")


Hace poco un amigo de Ikki dijo una cosa que me impactó muchísimo, porque me sentí muy identificado... y es una de esas rarezas que crees que nadie más, o muy pocos más, podrían compartir.
Hablaban de no sé qué serie de televisión que este chico había decidido ver... en la propia televisión. Para mucha gente (yo incluido) la televisión es un cacharro bastante inútil en la casa, ya que la mayoría de las cosas que vemos están en internet, donde uno puede elegir constantemente qué ver y a qué hora verlo (y esto a su vez a veces creo que ha sido la causa que me ha convertido en un impaciente incapaz de sentarse y concentrarse diez minutos en un solo tema... ¿aunque quizá ya era así e internet no hace sino facilitármelo? Quién sabe).

Pero bueno, volviendo al tema, la verdad es que con internet la tele sobra bastante, en teoría. ¿Y por qué entonces este chico decidió verlo por la tele? En sus propias palabras, para sentirse "conectado con la masa". Sentir que lo que estaba viendo en ese instante lo estaba viendo más gente y estaban sintiendo las mismas cosas que él. Me sobresaltó mucho oirle decir eso, porque enseguida me recordé a mí mismo haciendo algo muy parecido un tiempo atrás.

Hace unos años (después se ha repetido en momentos esporádicos, pero entonces era constante), pasé una racha en la que escuchar discos me provocaba una extraña y bastante angustiosa sensación de aislamiento con respecto al mundo. A lo mejor esto os hace gracia, pero la sensación era incluso más fuerte si las canciones que escuchaba eran bastante antiguas y poco conocidas, porque esto por lo tanto significaba que era más improbable aún que nadie más en el mundo estuviese escuchando esa misma canción en ese mismo momento.

Necesitaba escuchar la radio. Pero la cosa iba más allá, porque concretamente necesitaba escuchar algún programa que se emitiese en directo y en el que hablaran personas. Vamos, que el típico programa de música, probablemente grabado de antemano, en el que el DJ presenta la canción en diez segundos y el resto es música no me servía. Ahora mientras lo escribo voy reflexionando y de pronto caigo en la cuenta de que programas como "Hablar por hablar" existen entre otras cosas porque muchas otras personas se han sentido como yo. En este sentido ese programa era perfecto. Gente que sentía sola o que necesitaba compartir algo aquí y ahora, o que generosamente llamaba a la radio para tratar de hacer sentir mejor a alguien que hubiese explicado un problema antes. Alguna gente era de verdad un amor y me daban muchas ganas de conocerlos en persona...

La verdad es que en aquella época sentía una especie de desazón constante que aumentaba por las noches con la soledad y la oscuridad, y solamente esta sensación de contacto humano me tranquilizaba algo. En una ocasión le explicaba esto a una persona y me daba la sensación de que no me entendía del todo, que era una de esas vivencias íntimas que nunca puedes lograr comunicar totalmente... aunque me dijo que sí y que en ocasiones uno se sentía solo.Ya ves, no era nada tan raro, y eso sumado al hecho de Ikki precisamente notaba a este amigo distinto de lo habitual, más apagado, es una prueba más...

Internet ha traído miles de cosas buenas, como la posibilidad precisamente de conectar con muchísima gente con la que normalmente no podrías. Pero aunque solo sea por esta pequeña facultad de la tele de que lo que emite lo vemos todos a la vez, quizás la caja tonta sea tonta la mayoría de las veces, pero también entrañable y una pequeña forma de estar todos conectados.

martes, 10 de julio de 2012

La ventana

Recientemente Arwen se ha marchado de esta ciudad rumbo a su pueblo natal. La razón, esa que ya os podéis imaginar; la misma por la que la gente que puede está constantemente en busca de un sitio donde sobrevivir, y la que no puede se desespera ante lo negra que que ha puesto la cosa.

Sólo había hablado una vez de ella, pero la verdad es que de cierta manera ha tenido un papel importante en estos últimos meses de mi vida. Ella era mi ventana abierta a otros mundos, otras vidas, otras formas de ver y hacer las cosas. Tratar de hacerme amigo de ella fue uno de esos pequeños saltos mortales que a veces das, porque sabes que aunque la caída puede ser dura, también existe la posibilidad de que tu vida cambie y aparezcan caminos nuevos. ¿Podía yo, con mis gustos más bien convencionales, con mi vida aburguesada, con mi pequeño mundo casi intacto, hacerme amigo de esta persona que ha estado en sitios donde nunca he ido, que ha probado cosas que ni conozco, que ha conocido a gente al borde y probablemente fuera de la ley? Podía intentarlo. Hemos tenido poco tiempo y quizás las diferencias eran demasiado grandes, pero en una parte, quizá no muy grande pero válida, hemos conectado. Además de todo este mundo turbulento, Arwen tiene también una calidez y un humor que lo hacen todo más fácil.

No logré llegar a agradecérselo de verdad, haciéndole saber lo mucho que había significado para mí. Seguramente nunca llegará a leer esto, pero al menos me gustaría dejar esto por escrito. Gracias por todas las cosas que he hecho y que he descubierto gracias a ti. El couchsurfing (¿nos lanzaremos?), el humus, aquella canción, y sobre todo, por ser lo que más significó para mí, la posibilidad de subirme a aquel pequeño escenario aquella noche en aquel pequeño bar al que de otra forma nunca hubiéramos ido, y leer delante de un montón de desconocidos unos poemas bajo la luz de una pequeña lámpara que impedía ver nada más allá. Gracias.