miércoles, 16 de noviembre de 2011

El mal trago diario

Antes de soltar todo lo que viene a continuación: considero, pese a lo que voy a decir, que mis compañeros son en general muy buenos y he tenido suerte con ellos. Y dicho esto...

Las situaciones que más ansiedad me generan están casi siempre relacionadas con ser el centro de atención de mucha gente. Básicamente, más de dos personas ya empieza a ser un público inquietante. Pues resulta que en mi nuevo trabajo, se da una situación así a diario la hora de comer. Es costumbre de la empresa sentarse todos a la mesa a determinada hora y comer juntos. Para mí se traduce básicamente en una hora diaria de tensión. He tratado de analizar las razones y no termino de entenderlo del todo, pero supongo que la mezcla de persobalidades que se juntan y los roles que desempeña cada uno forman un cóctel muy desestabilizador para mí. En esta mesa se juntan: compañeros que digamos están en mi mismo grupo, mi superior inmediato, su superior inmediato y el "líder en la sombra", o sea, alguien que no es exactamente jefe pero cuyas opiniones tienen un gran peso en la empresa. Entre algunas de estas personas hay mucha historia personal revuelta, y bajo la superficie de "comida cordial" hay mucha tensión subterránea, y no son raras las indirectas y las risas irónicas.

Pero me parece que esto no es verdaderamente lo que me hace pasarlo mal, sino el propio número de personas que se juntan... y el humor. El humor en esta ciudad, por lo que he podido ver, es algo así como una pelota de tenis: te lo lanzan agresivamente a tu campo, y o bien puedes devolverla con una volea afilada ("¡Porque no me sale de los cojones!"), o hacer un revés inesperado (inserta aquí esa respuesta humorística que le da la vuelta a la tortilla, y hace que todos rían con la chispa del autor), o bien puedes dejarla escapar o golpearla torpemente haciendo que vuele en una suave parábola carente de fuerza hacia tu rival, lista que para que te machaque de un remate. Adivinidad cuál suele ser mi caso.

Estas conversaciones de atacarse humorísticamente unos a otros se me dan fatal, supongo que porque no es mi estilo de comunicación, y con mis amigos no hablamos de esta manera, por lo que no se me ocurren nunca respuestas graciosas o tajantemente cortantes. Siguiendo con el ejemplo del tenis, mi estilo digamos que es un tranquilo peloteo amistoso con alguna bola cómicamente inesperada de vez en cuando, jajajaja.

Supongo que esta forma de comunicarse tiene la parte positiva de que te están tratando con confianza nada más conocerte: resulta bruto pero al mismo tiempo es una muestra de simpatía, una forma de ser acogedores. Sé que no hacen esas bromas con mala intención. Pero ocurre que en todo esto se mezcla un problema mío de mucho tiempo atrás: que aparte de Fs soy concretamente eritrofóbico, y claro, imaginaos una mesa perfectamente iluminada con unas siete personas dispuestas a clavar su mirada en ti en el momento menos pensado. Algún día ante cualquier estupidez me voy a poner como un semáforo inexplicablemente, y alguien va a decir la temida frase, y entonces no sé qué voy a hacer.


Los que conozcáis esta fobia sabréis que tiene un mecanismo muy retorcido que hace que se manifieste de maneras inesperadas. Un ejemplo del otro día: se hablaba de cierto actor famoso que todos en la mesa consideraban por unanimidad horrible físicamente (obviamente no se trataba de ningún guaperas al uso, sino del tipo de persona que hace de secundario cómico o quizá de personaje dramático en películas más alternativas).

Un apunte al margen: a veces parece que la gente, cuando habla de lo guapo u horrible que es tal o cual famoso/a, parece que le estén juzgando a todo él como persona. "Me encanta Fulanita . Es guapísima." (Imagina aquí a cualquier "actriz" que sólo hace de chica encantadora y sexy en todas sus películas, casi siempre comedias románticas, y que en revistas tipo Cuore es alabada por su estilo vistiendo; y si su novio también es guapo, entonces ya es para tener un orgasmo). Es algo que me pone enfermo. Y cuando digo "encantar" no hablo de sentirse atraído, porque en el ejemplo que digo la que habla es una chica heterosexual. ¿Te "encanta" alguien sólo por ser guapo?

Bueno, volvamos al actor considerado "horrible" (dicho con tono de asco, como si estuvieses mordiendo un limón mientras hablas). El caso es que a mí, que tengo un "canon" de belleza más atípico (no lo digo por hacerme el interesante, porque es algo compartido con muchos más por el mundo), esta persona me resulta atractiva, y no sólo ya porque fisícamente me gusta que esté gordito y a veces se deje barba, sino que por lo que he podido ver cuando habla, es un hombre campechano, simpático, buena persona e inteligente. Así que en esos momentos soy el pulpo del garaje. Y piensas, inevitablemente: "si ahora me sonrojara, todos podrían deducir que a mí sí me parece atractivo". Y dicho y eso, este mecanismo de pensar en lo que puede pasar te predispone a que te pase. Un círculo vicioso horrible. Y este temor, día tras día...

sábado, 13 de agosto de 2011

El dilema del erizo


Se trata de un concepto usado en psicología para referirse a esta situación: una persona desea el contacto con los demás, pero al mismo tiempo teme el daño que le puede hacer este contacto; igual que un erizo puede desear la compañía de otro erizo, pero tener miedo de clavarse con sus púas.

En el blog sólo suelo hablar de mi fobia social transversalmente, quizá porque siendo sincero tengo que reconocer que no es de una intensidad muy fuerte. Basta informarse un poco para saber de gente que es incapaz de salir de casa o llevar a cabo muchas tareas cotidianas. Yo, objetivamente, he logrado muchas cosas en mi vida, como reunir un puñado de amigos aquí y allá, una relación estable precedida de otros intentos de relación, acabar los estudios, llevar a cabo un trabajo... Parece desagradecido quejarse sabiendo que mucha gente no tiene nada de eso, pero qué se le va a hacer, cada uno se preocupa por su circunstancia...

El caso es que mi grado X de FS, sea el que sea, me dificulta el día a día y me hace pasar ratos horribles. Quizás porque te sientes en tierra de nadie. No eres ni una de esas personas confiadas que se expresan sin problemas y hacen lo que desean, ni tampoco alguien que vive atrincherado tras su puerta y por tanto protegido de los problemas de la interacción con los demás. Es como estar en medio de una guerra y, mientras los demás van en tanque, tú tienes un tirachinas.

El título del post venía a cuento porque recientemente logré por fin marcharme de ese sitio que nunca me gustó en el que he estado viviendo durante dos años. Ahora vivo en un lugar lleno de posibilidades y de cosas que ver, y eso me ilusiona. Pero si echo la vista atrás, no puedo evitar entristecerme un poco al ver que después de tanto tiempo allí, no me dejo a nadie importante atrás. Estoy resumiendo mucho porque en realidad sí que establecí algunas relaciones con alguna gente, y con alguna en particular pensé que la amistad iba a ser de las que se quedan para siempre, aunque sólo puedas hablar por teléfono... pero una vez me he marchado de allí, y por cómo se han desarrollado las cosas, veo que las palabras, las risas y las confesiones se las va a llevar el viento...

Una parte de mí cree que esto ha ocurrido porque me pasa lo del título del post: que no dejo que la gente me conozca de verdad, y por tanto no les puedes importar verdaderamente. Otra parte de mí, como el diablito y el angelito, responde que quizá no conocí a nadie con quien de verdad conectara, y que los amigos verdaderos no se buscan, se encuentran. ¿Cuál tiene la razón?

Una de las cicatrices que llevo siempre a cuestas es la de los mejores amigos que han dejado de serlo. Quizás esto es algo muy común que le pasa a todo el mundo y yo dramatizo demasiado, pero me duele enormemente cuando pienso en ellos. Hasta hoy, en tres ocasiones los que eran mi mejor amigo se han alejado.

Primero fue Aidan, mi amigo de la infancia. Fuimos mejores amigos durante años, hasta llegar a la adolescencia. En el caso de él lo tengo ya muy superado, aunque en su momento fue horrible, porque sí, fuimos muy amigos de niños, pero lo cierto es que dejamos de serlo justo cuando yo empecé a convertirme en quien soy hoy, cuando atravesé el típico trance de conflictos por la sexualidad... todas esas cosas. Así que con él es como si no me hubiera conocido realmente, o como si hubiera conocido solamente una parte pequeña de mí, mi yo-de-niño.

Mario vino después, y lo de él sí me marcó muchísimo. Mario compartió conmigo toda esta fase tardía de de autodescubrimiento, de enfrentarse al primer amor, de ser de verdad tú mismo. Tendría que dedicarle una entrada entera a Mario para hacerle justicia, porque el impacto que tuvo en mi fue enorme y dura hasta hoy, así que cuando nuestra amistad se empezó a diluir me dolió muchísimo, y aún me duele. Hoy en día conservamos una amistad mucho más limitada. La típica en que no puedes evitar darte cuenta de que eres tú el que más pone de su parte... Muchas veces he pensado dejar de tirar de la cuerda, pero al final siempre he sido incapaz.

Luego vino Terry, y si bien no llegó al punto de Mario, también tuvo una gran importancia. Terry era de esas personas terriblemente perceptivas, que son capaces de sacar la verdad de ti rápidamente. Para alguien como yo, que me cuesta tanto darme a conocer, este tipo de gente lo logra sin problemas... Terry apareció en un momento en el que estaba hecho polvo y necesitaba desesperadamente una mano que me sacara del agua. Y ahí apareció él. Nos hicimos mejores amigos, del tipo que puede hablar cada día sin quedarse sin cosas que decirse, del tipo que sabe bien qué piensa el otro sin apenas hablar... Lo de Terry sinceramente nunca llegué a entenderlo del todo. Tuve que mudarme por causas de fuerza mayor de aquella ciudad que había llegado a apreciar tanto, y casi al instante se desvaneció por completo, pese a mis múltiples (múltiples) intentos de mantener el contacto. Nunca lo entenderé.

Y llegamos a hoy. Hoy se puede decir que mi mejor amigo, además de novio, es Ikki, y mi mejor amiga, Aisha. No es que nunca diera por sentados a los que vinieron antes, pero después de todo eso, más que nunca quisiera poder tenerles en mi vida para siempre... A veces Ikki y yo hemos hablado de que si un día rompiéramos, yo querría estar en contacto con él siempre, porque pase lo que pase es una parte de mi vida importante, y él en ocasiones me ha prometido que sí, y en otras me ha dicho que eso nunca se puede saber...

Ya ves cómo me he ido desviando del tema, jajaja. Otro día hablaré de la fs y la vida cotidiana y demás...

viernes, 29 de julio de 2011

Cansado

Bienvenidos al blog más deprimente del mundo. Espero poder escribir algo alegre pronto...

Finalmente la gran apuesta para cambiar de ciudad ha dado su fruto: hemos encontrado trabajo en una de las ciudades más grandes del país, lo que yo deseaba, y ya está todo resuelto: tenemos piso, tenemos trabajo. Sin embargo, desde hace un tiempo (esto empezó antes de mudarnos), yo no estoy del todo bien. No sé si puedo explicar bien lo que me pasa, y me da la impresión de que este va a ser un post amorfo, sin orden ni concierto. Supongo que lo que me pasa no es una depresión, porque sé (por lo que pasó mi padre) que las depresiones tumban a la gente literalmente, y yo sigo siendo capaz de ir a trabajar, de sonreír y de funcionar en el día a día. Pero... es como si cada acción fuera una lucha constante por no tumbarse en la cama y dejarse caer completamente.

Estoy constantemente cansadísimo, como si no durmiera nada por las noches. Y esta mañana una cosa estúpida que ocurrió me arrancó inesperadamente una llorera de las que hacía mucho que no tenía; de las de casi no poder hablar, con la garganta atenazada, y las lágrimas cayendo incontroladamente. ¿Sabéis cuál fue la causa? Que al ir a abrir la puerta de la calle, ante la impaciencia de Ikki, que cargaba con un gran peso (un paquete de botellas de agua), yo, completamente empanado, intenté utilizar las llaves de la puerta del piso, hasta que volví a la tierra y me di cuenta.

De repente me sentí como una mierda de persona, un inútil total. A menudo me entra el agobio y la tristeza de pensar que no sé si estoy capacitado para hacer ningún trabajo del mundo, ni el más simple. Por ser tan torpe con las manos y tan distraído. Y en ocasiones siento que para algunas cosas puedo dar la impresión de ser más o menos inteligente, pero la realidad es que quizá no tengo dos dedos de frente.

Sé que todo esto suena a autocompasión estúpida. Quizá lo es... Lo que ocurre es que, relacionándome con la gente que me rodea, me surge la sensación de ser como un inválido mental y social. Hoy unas compañeras hablaban de un antiguo compañero que al parecer era un chico gay con mucha pluma y mucha chispa, de esta gente que a la mayoría de la gente les resulta divertida y hasta entrañable. Hablaban de lo promiscuo que era, de lo mucho que se reían con él, de cómo le preguntaban por las cosas que hacía en la cama, intrigadas. Yo me reía por no cortar el rollo, pero en realidad la anécdota me estaba haciendo sentir mal. Resulta que el chico era pasivo, y una de las chicas le dijo "¡Encima de maricón gilipollas!". Sé que no pretendía ofender, pero me deprime que a alguien el sexo gay, o el hecho de ser pasivo, le parezca curioso, o asqueroso, o una gilipollez. Son las reacciones que uno podría tener viendo una peli de miedo, pero la diferencia es que esto no es una peli, es parte de la vida real de alguien. Que alguien lo vea así te hace sentir como un extraterrestre. Es la típica homofobia de baja intensidad, pero existente, que está muy extrendida hoy en día. Sí, a este chico le cogieron cariño, pero la realidad es que su forma de ser y sus comportamientos les parecían graciosos y ridículos. Nadie se reiría nunca de una chica casada con su novio de siempre, y de las cosas que hacen en la cama, ni de las blusas de ella o las camisas de él. Es lo normal y nadie le vería nada de gracioso a eso, ésa es la diferencia.

¿Y yo dónde encajo? Yo no soy ese tipo de gay con el que la gente se ríe y al que le cogen cariño por lo excéntrico y loca que es. Yo soy una persona sosa y poco expresiva que no deja mucha huella en la gente. Desaparece y nadie nota que ya no está.

Si la reencarnación existiera, yo querría en mi próxima vida, sobre todo, ser alguien seguro de sí mismo, con carácter.

jueves, 16 de junio de 2011

Sólo una vez de cuando en cuando...


No es un momento muy bueno. Ya no tengo trabajo, Ikki tiene un empleo temporal que pronto se acabará y que no nos puede mantener y si esto se alarga mucho no sé qué nos va a pasar. ¿Y quién provocó esta situación? Yo. Yo dejé el trabajo, en una pensadísima decisión de libertad un poco loca, porque sentía que necesitaba cambiar ya de ciudad. Y ahora en verano era un buen momento, ya que supuestamente es más fácil para nuestro gremio encontrar trabajo en esta época. ¿Será verdad también este año, con la crisis que nos sacude? Ahora da igual planteárselo: está hecho, y sólo me queda mirar adelante y seguir echando currículums y tratar de no desesperanzarme.

Pero me preocupo, para qué nos vamos a engañar :(

Yo estoy constantemente sintiendo melancolía y nostalgia, pero últimamente parece que se me juntan más razones que nunca... quizás el tiempo libre, que permite darle más vueltas al coco. Anoche, después de ver en casa una extraña y bonita película, nos enteramos accidentalente (gracias, San Google) de que en ese mimso instante estaba teniendo lugar un eclipse lunar. Y salimos corriendo a la calle, y sí, pudimos ver un trocito de la luna, con ese extraño color anaranjado.

Soy una persona muy racional, pero al mismo tiempo estoy siempre viendo símbolos y señales por todas partes. Durante los primeros días de la carrera que supuso un giro en mi vida, ocurrió también un eclipse solar. En esta ocasión nos encontramos en un momento de transición que no sabemos a dónde nos llevará, y ocurrió este eclipse lunar. Aunque parezca una tontería, me sentí muy agradecido de poder verlo, ya que estuvimos a punto de no enterarnos, y para algo que ocurre tan poco a menudo, vale la pena verlo...

Entre este mes y el anterior, varias pequeñas cosas han pasado. Un viaje relámpago a cierta ciudad de España muy marcada en mi interior. La ciudad donde vive alguien de quien estuve enamorado y que me dejó una huella muy profunda. Era el tipo de viaje donde tienes una misión muy concreta, y por eso estuve bastante ocupado. No, no me encontré con esta persona, y la verdad es que me lo estuve temiendo todo el rato. ¿Qué hace uno cuando se encuentra de pronto con alguien que en el pasado ha sido importante y de quien no sabes nada? ¿Qué dices? ¿Cómo saludas? Pero no ocurrió. Simplemente, hice lo que venía a hacer, hice también un poco de turismo y me ocurrió una anécdota curiosa nada más llegar (otro día igual la contaré).


Poco después, otro viaje relámpago, este planeado hace meses, para ver a uhttp://www.blogger.com/img/blank.gifn cantante. Era un viaje complicado, con muchas escalas y rodeos, lo que nos dejó poco tiempo para hacer turismo. Sin embargo, este país dejó también una huella profunda en mí, hasta el punto que puede ser absurdo de que cuando pienso en esos pocos días siento una nostalgia enorme... Me ha pasado más veces, cuando viajo. Quizás es porque cuando uno viaja, la vida de repente queda en pausa y sólo queda el momento, el ahora. Lo que vas a visitar ahora. Lo que vas a comer ahora. La calle por la que paseas ahora. Las fotos que vas a hacer ahora. Da igual el resto de tu vida. Y lo único que llevas encima es lo absolutamente imprescindible, en tu maleta.

Y la banda sonora mental de este viaje, ya ves, no la pone el cantante que fuimos a ver, sino su telonero.

sábado, 12 de marzo de 2011

Las cosas que me hacen estar despierto de madrugada

¿Por dónde empezar? Estoy en un momento de mi vida en el que me veo envuelto en dudas de todo tipo y tengo mucho miedo. Por fin tengo esta tarde un poco de tiempo a solas para volcar aquí, sin orden ni concierto, todo lo que me preocupa.

Ikki. Los momentos de dudas van y vienen. A menudo pienso que nunca encontraré a nadie que me quiera tanto como Ikki, que me entienda y me conozca igual, con quien comparta tantas aficiones, tan compatible en casi todos los aspectos, tan buen novio. Pero la realidad es que he tenido y tengo a veces periodos de duda en que siento que esta relación no me llena de verdad, que no siento lo que se debe sentir. Quiero mucho a Ikki, pero aunque me angustia, creo que no le quiero de forma romántica, sino como algo algo así como una amistad muy profunda.
A veces mi relación con él me hace sentirme, entre comillas, preso, secuestrado. Tengo ganas de hacer cosas y de ir a sitios, y siempre me encuentro con que mientras estoy con él, no podré. A veces, y sé que suena horrible decirlo, me atraen mucho otras personas, y la sensación de que no puedo hacer nada me frustra. ¿Haría algo si estuviera soltero, yo, con lo tímido que soy? Es muy posible que no, ya ves la paradoja. Uno nunca está contento. Cuando no tenía novio, añoraba el sentirme atado a alguien. ¿Quién me iba a decir que un día iba a decirle a la gente que está sin nadie que aprovechen su situación y disfruten de su libertad...?
Encima de todo esto, Ikki sigue sin empleo y está entrando en una espiral de autocompasión que me empieza a agotar la paciencia. Y claro, al no tener trabajo, todo el tiempo, todo, que no paso trabajando lo paso con él. A veces uno necesita tiempo para estar completamente solo...

Esto tiene muchas ramificaciones. Mis facturas de teléfono se han reducido mucho. Normal, porque tengo que racionar mucho mis llamadas a amigos y familia porque a él le molesta que hable mucho rato con ellos y le deje aburrido, y a mí en realidad tampoco me gusta mucho hablar con ellos teniéndole al lado escuchando. No puedo escribir en el blog. No puedo hacer ninguna actividad que a él no le guste hacer excepto en los ratos cuando está ocupado con un hobby suyo, porque se aburre.

Pero ahora le damos la vuelta a la tortilla: ¿estaría yo más feliz quedándome solo en esta ciudad sin mi principal y único apoyo en ella? ¿Qué pinto yo aquí sin él? Una de las consecuencias malas de estar emparejado es que de repente la soledad te da más miedo que nunca.

Quiero marcharme de esta ciudad, y los planes que Ikki y yo habíamos hecho son para cuando comienze este verano. A la vuelta de la esquina lo tenemos... Y otra nueva serie de dudas me aterrorizan: Un lugar nuevo. Desconocido. Trabajo nuevo (suponiendo que lo encuentro). Compañeros nuevos, quizá no tan buenos como los actuales. Deseo salir de este sitio, pero todas estas cosas nuevas, la incertidumbre total, me dan tanto miedo. Y si no me enfrento a ello, ¿estaré aquí para siempre...? No, por favor, eso no.

Otro tema más que me preocupa, que va en paralelo a todo esto: en el hospital hay una persona que me ha empezado a gustar. Le conozco muy poco, pero sin embargo las señales están ahí y ya siento esa inestabilidad típica de esta situación. Se trata de alguien que sólo aparece de vez en cuando por necesidades de su trabajo. Hemos hablado muy poco, pero las dos veces escasas que me ha hablado he sentido esa sensación rara... la mente nublada, esa euforia que te envuelve más tarde cuando revives mentalmente el momento... En las dos ocasiones ha sido muy amable conmigo y me ha dirigido algún comentario simpático, algún halago un poco exagerado para el caso. La última vez que estuvo me pidió ayuda con un paciente y estuvimos un rato un poco más largo juntos. Yo estaba muy nervioso pero al mismo tiempo feliz... En ese ratito pude notar que es una persona muy apreciada por los compañeros, porque se paró a saludar a un paciente que conocía y a darle ánimos, se interesó también por otra paciente que era hija de una compañera del hospital. Un rato después me pidió que le hiciera una prueba más a su paciente y me dijo que le llamara con el resultado, aunque ya estuviera él en casa, y me pareció un gesto bonito implicarse tanto. Y al despedirse, me dio una palmadita simpática en el brazo. Y de alguna forma, supongo que intuyendo por el lenguaje corporal, yo había visto venir que para despedirse me iba a hacer algún gesto cariñoso así. Me sentí en una nube, y esa noche no pegué ojo, pensando.

¿Estoy diciendo con esto que me daba la impresión de por su parte hay algo? Una pequeña parte de mí lo piensa, pero la verdad es que no sé ser objetivo con estas cosas y por eso tampoco lo creo demasiado. El caso es que ya no voy tan tranquilo al trabajo, porque ahora la posibilidad de encontrármelo me asusta...

viernes, 14 de enero de 2011

Un recuerdo

Hacía muchos meses que no escribía, en parte por pereza y en parte por todos los impedimentos que hay (porque tengo que hacerlo cuando no está Ikki delante, porque hay que teclear el email y el password, porque necesitas una media hora al menos por delnate sin que suene el teléfono ni haya ninguna tarea por hacer...).

Pero aquí estoy, no lo he abandonado. Ya hace unos días que ha empezado el nuevo año, y y me gustaría empezarlo escribiendo, para tenerlo aquí de recuerdo, algo bonito que me ha ocurrido en el trabajo.

Algunas veces ocurre. De las decenas, cientos de pacientes que vas conociendo, a veces fugazmente y a veces durante varios días o semanas, algunos inesperadamente cobran una importancia mayor para ti y estableces con ellos una relación más cercana. Tanto tú como ellos saben bastante poco de las respectivas vidas: tú les conoces en un momento de sus vidas que es una anomalía (afortunadamente): la hospitalización. No están en su ambiente, no están sanos; de cierta manera fuera se ha puesto su vida momentáneamente en pausa. Ellos por su parte te conocen a ti como enfemero, con tu uniforme y llevando a cabo unas tareas con el objetivo de ayudarles a curarse. Pero de repente entre esa distancia profesional se abre un pequeño hueco.

Y el último caso fue el de Roberto Nombre-de-calle-famosa. Quisera escribir su nombre real pero siento que no debo; espero que con eso me baste para recordarle. Al principio Roberto casi no hacía más que gruñir; estaba molesto y se le veía un hombre más bien brusco y un poco arisco. Todo eran malas caras, todo eran refunfuños. Sin embargo algo en él me provocaba simpatía, quizás el notar que su brusquedad provenía más de la indefensión que provoca la enfermedad, y que en realidad por dentro era una buena persona.

En algún momento indeterminado... las cosas cambiaron. Roberto empezó a sonreírme, aprendió mi nombre y las malas caras se convirtieron en sonrisas melancólicas. Roberto estaba un poco deprimido, quizás porque sentía que pasaban los días y no mejoraba, y la rabia había dado paso a una especie de pesimismo apacible. Un día me dijo que cuando le hacía las curas yo, no le hacía daño y lo hacía con una delizadeza especial. Sé que mis compañeros son unos profesionales geniales, y que sin duda no soy ni de lejos de los más habilidosos (soy torpe con las manos, y ya os podéis imaginar cómo es para mí manejar las curas y una venda adhesiva con tendencia a empegostarse consigo misma), pero no puedo explicar cómo me llenó el pecho que Roberto me dijera esto. Cuando un paciente te dice algo así es cuando de verdad te hace feliz trabajar.

Un día antes de la probable alta de Roberto, tuve que quitarle la vía intravenosa ya que estaba inservible y ponérsela en un sitio nuevo, con el pinchazo (o múltiples pinchazos) que eso supone. El pobre me pidió implorante que no le hiciera mucho daño, y me sentía fatal porque sus venas no es que fueran muy fáciles; y pensé que iba a tener que pincharle varias veces, a él precisamente... Milagrosamente acerté a la primera y sin mucha dificultad, y Roberto me miró agradecido y me dijo que ni siquiera le había dolido el pinchazo. A veces uno tiene suerte...

Ese mismo día me despedí de él. Nos dimos la mano, me cogió el brazo y me dijo que se alegraba de haberme conocido, y lo mismo le dije yo. Y que si finalmente no le daban de alta y al volver yo al día siguiente a trabajar le veía de nuevo, no sería tan malo. Decir esto último es mucho, cuando todo el mundo desea salir de allí cuando antes a volver con su vida... Yo le he cogido mucho aprecio, pero realmente por su bien lo mejor es poder irse del hospital.

Ya está. Quería escribir esto para tener guardado un recuerdo de Roberto, y de otros que han estado antes, como Olaug y Marta Rng. Los pacientes que te llegan más adentro y que te hacen volver a sentir aunque sea por un instante la ilusión por tu trabajo.