lunes, 15 de agosto de 2016

Mi mano y mi boca

Escribo esta entrada tecleando con la mano izquierda. Recientemente tuve un accidente que me dejó como resultado mi mano derecha inutilizada durante unas cuantas semanas. Como nunca he sido muy deportista, el tener accidentes es algo raro, casi nuevo, para mí. El caso es que este accidente, que me hace llevar un vendaje bastante aparatoso en el brazo, ha provocado una serie de situaciones y experiencias que... de repente te hacen ver las cosas de otra manera. Se abre la caja de pandora, y de pronto muchas cosas inesperadas ocurren.

La reacción de la gente puede no ser la que esperas, y en todo caso es muy variada. Determinada gente se asustó al verme, y me preguntaron cómo me lo había hecho. Una amiga a la que aprecio mucho pero que no considero muy cercana, me miró muy seria y me dijo que cómo no la avisé en aquel momento (fui al hospital, que estaba cerca en todo caso, yo solo, etc). Me sentí fatal por no haberla informado antes, y pensé que quizás tenía que haber pasado por aquello acompañado. Me salgo del tema, pero en los últimos diez años, desde que con 25 me fui de casa para estudiar en otra ciudad, me he ido volviendo más y más independiente, y a veces me preocupa porque no sé si esto es normal... Pero esto es asunto de otra entrada. Otros amigos, con los que tengo en teoría una relación más cercana, apenas dedicaron cinco minutos al tema. El caso es que toda esta situación me ha hecho ver con total claridad a quiénes quiero y valoro más, porque mis sentimientos respecto a la reacción de la gente han sido muy significativos. El día del accidente me fui a la cama con una enorme tristeza y decepción por no haber recibido la llamada de dos personas muy concretas. Otra amiga, de la cual no esperaba que tendría ese detalle, me llamó sin embargo y me interrogó durante largo rato todos los detalles de la historia... Algo que al final pocos han hecho. En los casos más extremos la reacción prácticamente ha sido igual que si hubiese llevado una pequeña tirita en el brazo. Sin embargo, con el resto de gente que tuvo esa no-reacción no he sentido esa decepción ni de lejos.

Resulta que mi mejor amiga y mi novio Ikki fueron dos de las personas que me decepcionaron. En el caso de Aisha, cuando llamó, un día más tarde, lo que ya me dolió mucho, empezó hablándome de las implicaciones burocráticas del tema. Y ya después me preguntó ("Y bueno, la pregunta del millón") cómo ocurrió todo. Era verdad que esto no es un accidente grave en principio, que se curará y quedará bien, espero, y que el problema principal puede ser burocrático. Pero la verdad, que aún así no me empezara preguntando por la parte "personal" de la historia me hizo sentirme fatal.

El caso de Ikki fue que tres días más tarde tenía un viaje de tres días programado para ir a su pueblo, al que va cada mes, mes y medio. Y allá que se fue. Yo, el sábado por la mañana, en la cama, entendí de golpe, como una revelación que entiendes al rato, la rabia que sentía porque aún así no hubiese sacrificado sus planes y se hubiese quedado conmigo.

Hablé con ambos sobre ambas cosas.

Y aquí entro en el segundo tema del que quería hablar: ¿sirve de algo hacerle saber a los demás las cosas que han hecho que te han hecho daño? La respuesta de libro es que sí. Constantemnte se nos bombardea con la idea de que lo mejor que hay es hablar. Decir lo que te pasa, expresar tus deseos, necesidades, preocupaciones. Pero la verdad, yo al final no sé si es mejor hablar o no, chicos.

Ambas fueron conversaciones incómodas y horribles, con silencios y reproches defensivos. Con ambos hemos pasado página al final, en el caso de Ikki con la propuesta de tratar de cambiar las cosas, y en el caso de Aisha, simplemente dejándolo atrás y no volviendo a sacar el tema. Hay una razón por la que la mayoría nos callamos las cosas y sólo nos desahogamos con un tercero, y es que reprocharle algo a alguien el 95% de las veces sólo provoca que esa persona se defienda haciéndote a ti otros reproches, y que tu relación con ella se enturbie y quizás incluso termine. Uno es esclavo de sus palabras.  Así me ocurrió recientemente con mi ex amiga Elisabeth, como conté en otra entrada, aunque la verdad en el caso de ella cortar esa relación fue algo positivo.

Ikki y Aisha son importantísimos para mí y nuestra relación mucho más fuerte, como para poder soportar más golpes, pero aún así quizás cada pelea la erosiona un poco más... y al final no sabes qué podías hacer. Porque también me queda claro que de no haber hablado con ellos, me quemaría por dentro la rabia y la decepción. Así que te ves obligado a elegir entre las emociones contenidas que te corroen por dentro, y la culpabilidad y la incomodidad que te causan sacar esas emociones afuera.

No veo la salida.

lunes, 1 de agosto de 2016

Lo que de verdad sentimos



Estuve leyendo sobre un documental que hablaba de cómo un familiar de Freud (¿su sobrino?) revolucionó el mundo de la comunicación y la publicidad, cuando descubrió cómo las emociones guiabana a la gente a la hora de consumir y votar. Ponía unos cuantos ejemplos que de verdad son como para quedarte helado.

Resulta que en la fabricación de postres instantáneos de sobre, las ventas no despegaron hasta que se les ocurrió que a los polvos hubiera que añadir un huevo. ¿La explicación? Que las amas de casa (fue hace muchos años) se sentían culpables haciendo una comida que no les requería ningún esfuerzo culinario. En cambio si tenían que añadir un huevo a la mezcla, ya estaban "cocinando" más y podían sentir que eran unas dignas amas de casa cocinando para sus familias. Otro ejemplo fue la táctica que se empleó para aumentar el consumo de tabaco entre las mujeres. Al parecer los estudios revelaron que lo percibían como un objeto fálico, y fumar era algo así como una muestra de sumisión. Así que plantaron a unas actrices fumando entre un grupo de manifestantes del sufragio universal, las fotografiaron y escribieron notas de prensa en las que expresaban que el derecho a fumar tenía que ser una conquista más del feminsimo. Las mujeres liberadas fumaban. Este caso me resulta particularmente indignante porque no sólo influyeron a muchísima gente a adoptar un hábito (que encima es dañino) engañando a la gente, sino que encima lo hicieron haciéndoles creer que estaban siendo más libres que nunca.

Esto ocurría hace décadas, pero es obvio que los descubrimientos de este tipo cambiaron la sociedad hasta hoy, y con el tiempo el grado de manipulación sólo ha ido a más, descubiréndose qué mezclas de colores resultan más atractivas para el consumidor o envían qué mensajes... Al parecer, el hecho de que en Burger King las servilletas sean de color sepia se debe a que el consumidor inconscientemente lo percibe como más "ecológico", porque tienen pinta de ser recicladas...

Uno de los temas que me obsesiona es saber hasta qué punto estamos influidos por lo que nos rodea, cuándo estamos adoptando opiniones como hechos, o tomando prestadas interpretaciones ajenas expresadas por gente con el carisma suficiente para que todo lo que sale de su boca parezca indiscutible. ¿Hasta qué punto somos dueños de nuestras opiniones y creencias?

Los ejemplos son ilimitados. Los premios culturales, pongamos por caso. Cuando se aproxima la época de los Oscar, empieza el sutil bombardeo de pelis que "debemos" ver, porque son lo mejor del año. El pasado año, sin ir más lejos, la peli ganadora me pareció completamente insípida (pero entre las nominadas por otros motivos me parecía que estaba la mejor, por goleada, y no sé cómo pudo no ganar). Y en esta ocasión digamos que tuve el valor de expresarlo abiertamente. Sin embargo, en otras ocasiones, me he visto asintiendo con la cabeza y siguiendo la corriente a una multitud que expresaba su admiración por tal peli que a mí me había resultado mala, o peor aún, manipuladora. Hay un ejemplo concreto de una peli que muchísima gente cita entre sus favoritas de siempre, que no voy a revelar, que con el paso del tiempo me ha ido pareciendo más y más odiosa; por lo simplista, a ratos grotesca y manipuladora que es. Como guinda del pastel, se nota muchísimo cómo el director de la peli se elige para sí mismo el personaje más carismático y acaba haciendo una especie de autohomenaje  (porque además es obvio que hace de sí mismo). Sin embargo, la peli tiene a su favor un factor poderosísimo: una historia esperanzadora de tragedia y esperanza, que hace que criticarla te haga parecer un monstruo.

Admiro mucho a a esas personas capaces de ponerse el mundo por montera y expresar con sinceridad sus opiniones más impopulares, a veces incluso escandalosas. Y pienso incluso que la sociedad avanza gracias a ellos; gracias a la persona que es capaz de apuntar con el dedo al emperador y decir en voz alta que está desnudo. Lo fácil es hacer lo que la mayoría hacemos gran parte del rato: sonreír y opinar lo que sea que toque opinar.

Uno de los objetivos que me pongo cada año es tratar de ser más "auténtico" en ese sentido, más asertivo, y ser capaz de expresar lo que de verdad me parecen las cosas, sin agresividad y sin miedo a caer mal. Supongo que es una lucha constante, una cosa del día a día, que se trabaja en momentos grandes, y sobre todo en los más insignificantes pero más numerosos.