miércoles, 22 de agosto de 2012

Debajo

Hay días en los que uno siente que está cayendo a su punto más bajo. Es como tratar de nadar en el barro. Para los que hayáis visto La historia interminable, es lo que tuvo que sentir el caballo de Atreyu cuando se hundía. Y lo que sintió el propio Atreyu al perderle.
Siento que estoy cayendo lentamente hacia ese sitio desde hace días. Constantemente siento una mezcla de desinterés y ganas de llorar.

Ayer ocurrió una cosa que me hizo sentir fatal. Lo que ocurrió no me deja en muy buen lugar. Habíamos quedado Ikki y yo por la noche con nuestro amigo Alan. Se trata de un chico increíblemente hablador. Pero no sólo es hablador; es además de ese tipo de gente capaz de hilar los temas con fluidez y gancho, con lo que puede estar contándote algo que quizás ni te va ni te viene, y no sabes muy bien cómo ha acabado hablando de ese tema... El caso es que no resulta aburrido, porque tiene ese don, esa chispa. ¿Qué ocurre? que en definitiva las conversaciones en cierto modo las monopoliza. Cuando estoy con gente así,que es capaz de hablar muy fluidamente y con aplomo de cualquier cosa, a menudo me siento bloqueado. Siento que es muy difícil "meter cuchara" e influir en el curso de la conversación y explicar yo mismo algo que venga al caso. Me atasco, tartamudeo, soy incapaz de encauzar lo que quiero decir de manera que la conversación se "abra" y hablemos todos, y claro, con un intento tan pobre de participar en la conversación, todos los participantes reciben el mensaje no verbal de que lo que tengo que decir no es nada muy interesante y básicamente todo sigue su curso, como si de fondo un grillo hubiese hecho un débil ruidito en medio de la fiesta.

En un momento dado traté de explicar una anécdota relacionada con lo que Alan contaba, y sin dar más pie a nada, Ikki, que escuchaba atento y divertido a Alan, me frenó y le dijo a Alan que siguiera con eso que contaba, que la cosa estaba interesante. Esto fue la puntilla. Posteriormente, ya a punto de despedirnos, Alan decía otra cosa, y mientras Ikki trataba de hacerme una de esas caricias de pareja que hacen sentirse a la gente que te rodea incómoda. Le aparté molesto, y él se reía notando mi incomodidad. Todo esto me llenó de rabia y de tristeza. No quiero que Ikki me trate como a un muñeco de peluche delante de la gente, quiero que me escuche y no me haga sentir más todavía como lo que yo quiera decir no tiene ningún interés.

Alan es una buena persona y esto de hablar por los codos no lo hace por ansias de protagonismo ni nada por el estilo, simplemente es así. Sin embargo, me he ido dando cuenta de que estar con él y su novio, Víctor, me hace sentir mal. Quizás porque soy un puto insatisfecho crónico, quizás porque no puedo evitar compararme con ellos y sentir que no es comparable lo que hay entre ellos dos y lo que hay entre Ikki y yo por mi parte.

lunes, 20 de agosto de 2012

El sexo por defecto

Me fascina el feminismo, y yo mismo me considero feminista (creo que no hace falta que lo jure).

El otro día, en una crítica de Brave, la nueva de Pixar, un usuario de imdb opinaba que, quizás por tratar la relación entre una madre y su hija, había sido incapaz de conectar con los personajes. Otro usuario (creo recordar que una chica) le contestaba que miles de otras películas infantiles de enorme éxito habían sido protagonizadas por figuras masculinas y ninguna niña había tenido problemas en identificarse, y que lo que le pasaba es que la sociedad consideraba el masculino como "el sexo por defecto". Y creo que, simple y llanamente, dio en el clavo.

El tema es tan amplio, casi inabarcable, y me interesa tanto que casi podría dedicarle un blog entero en exclusiva (es una idea...). ¿Habéis oido alguna vez hablar de "literatura masculina"? ¿Cuando pensáis en los Beatles, creéis que el hecho de ser cuatro chicos hacía que sus letras tuvieran un punto de vista masculino? ¿Existe un punto de vista masculino?

No me gusta nada simplificar y sacar conclusiones facilonas, porque creo que la verdad es más enrevesada de lo que parece. Sería hipócrita negar que el público principal de las comedias románticas son las chicas (las grandes productoras no están ahí para tirar el dinero arriesgándose), y el de las pelis de acción tipo Jason Statham son tíos principalmente heterosexuales. Sí, lo sé, en ambos grupos hay excepciones. Yo mismo puedo disfrutar de casi cualquier clase de película con tal de que esté bien hecha o por algún motivo personal me interese, al margen de su calidad. Hasta hace poco el cine bélico era el cero absoluto para mí ya que ninguna película me gustaba lo más mínimo, pero llegó En tierra hostil y este muro también fue derribado. Ahora ya mi única frontera son los western...

Pero también mentiría si no dijera que a veces me pregunto hasta qué punto esta división estereotípica entre sexos no es sino una creación cultural. Un ejemplo claro es el fútbol. Hasta hace no mucho, ser hincha de fútbol era una cosa "de tíos". Sin embargo, con el paso del tiempo, las chicas se han introducido en este mundo de forma completamente orgánica, y ahora mismo diría que es una pasión compartida diría que al 50%.

Los ejemplos a la inversa son más difíciles de encontrar, porque aquí el machismo sí que asoma las zarpas de forma muy clara. Que una chica haga cosas de chicos es raro. Que un chico haga cosas de chicas es ridículo/vergonzoso/una mariconada. Sólo se me ocurre una excepción: el progresivo aumento del cuidado por la estética de los hombres: la depilación, los peinados cada vez más sofisticados, el avance de los cosméticos para hombres. Tengo que reconocer que no sé si esto es un avance o un retroceso social.

Una de los caballos de batalla más complejos del feminismo es... definir sus propios límites. Al principio estaba muy claro: lo feminista era negarse al matrimonio, visto como un sometimiento a los hombres (y sin duda lo era), y acceder al mundo laboral. Este primer paso era imprescindible.
Pero la cosa, llegados a la actualidad, se complica. ¿Y si una chica, sabiendo que tiene la posibilidad de no hacerlo, decide casarse y quedarse en casa a criar a sus hijos mientras limpia y le hace la comida al marido porque es eso lo que la hace feliz? ¿Y si el sueño de otra es casarse con un millonario que la mantenga y no tener que dar palo al agua nunca más? ¿Y qué pasa con una actriz porno que afirma que le encanta rodar escenas en las que aparentemente se la degrada? Y aquí sí que abrimos de verdad la caja de Pandora, porque las ramificaciones morales son miles.