martes, 24 de abril de 2012

Momentos de verdad

No sé si he batido el record de tardanza en actualizar el blog o ha habido épocas peores, pero como mínimo me siento más bloqueado que nunca a la hora de actualizarlo. A veces en cualquier circunstancia de la vida me viene a la mente algo que querría escribir aquí, pero luego a la hora de escribirlo es como si hubiera una barrera invisible que me impidiera hacerlo... eso cuando no he tenido que dejar guardado un post a medias por falta de tiempo, y cuando he querido completarlo y publicarlo, ya lo que contaba me parece irrelevante. ¿Pasará este nuevo intento a ingresar la lista de cadáveres o lograré por fin volver al ruedo?

El caso es que estos días me ronda la mente una idea recurrente (perdón por la rima). A ver si lo sé explicar. En la vida, la mayor parte del tiempo, seguimos una rutina y nos comportamos según un protocolo para cada ocasión. Hay una serie de frases adecuadas para estas personas en estas circunstancias, hay un orden en que hacer el trabajo, hay unos horarios, hay unas formas de saludar...

Y hay momentos en los que todo lo que está pasando es completamente genuino, cada frase que se pronuncia proviene de verdad del interior, nos comportamos de forma totalmente libre y sentimos a un nivel mucho más profundo todo lo que está pasando. ¿Cómo se reconocen estos momentos? Pues el único inidcador claro que tengo es que cuando ese momento ha pasado, te das cuenta de lo intenso que es su recuerdo y la sensación tan especial que te ha imprimido. Pueden pasar años y aún te viene a la mente aquel diálogo, aquel sitio, y la sensación de que en ese momento todo estaba siendo auténtico, todo importaba de verdad.

Recientemente volvía a ver Titanic, y me dio la sensación de que si la película nos impactó tanto en su momento, y ahora, años después, sigue siendo tan recordada, es porque está llena de esos momentos. Al principio de la historia Kate Winslet vive en piloto automático, y se dirige a la nada absoluta de forma imparable. De repente se cruza con el personaje de Leo, que vive completamente al día, improvisa constantemente y disfruta de cada instante. Y a partir de ese momento, la vida de Rose da un giro absoluto y se llena de momentos auténticos en el transcurso de unos pocos días. La película sólo nos da pinceladas de su vida posterior, pero es fácil imaginarse que si fuese una persona real, la experiencia de esos pocos días en el barco la habría recordado como un faro de luz después de años de oscuridad viviendo como un zombi. El momento crucial en el que de repente entró en contacto con su verdadero yo y reunió las fuerzas necesarias para dar un giro completo a su vida.


Desde luego nunca me ha pasado nada tan épico como lo que cuenta la película (es una peli, al fin y al cabo), pero sí tengo guardado un puñado de momentos especiales. Recientemente, en el aeropuerto, un chico hindú se acercó a pedirme ayuda por no entenderse en inglés con los empleados del aeropuerto. Yo en ese momento tenía prisa y no podía perder mucho tiempo, pero tenía tal cara de desesperación y parecía tan buena gente que no pude dejarle tirado, por lo que me paré a ayudarle en lo que pude con los billetes y las máquinas de facturación. Afortunadamente todo se arregló en un rato, así que le deseé buena suerte y me despedí rumbo a mi vuelo. El chico me lo agradeció con palabras y con todo su gesto, y ya no supe más. Después me quedó pena por no haber podido hablar un poco más, y preguntarle qué le traía a venir solo desde tan lejos al lugar tan concreto al que iba (una zona de España vecina a la mia), con escala en Múnich.


Los aeropuertos me fascinan y me producen una melancolía rara, porque son lugares extraños y propensos para situaciones así; una tierra de nadie donde se cruza gente de todas partes, gente que proviene de lugares muy lejanos y con vidas completamete dispares, y que probablemente nunca más se cruzarán contigo... Y a veces, muy raras veces, algo como esto ocurre y durante un instante en el tiempo, un chispazo nada más, tu vida y la de esa otra persona se alinean, para luego volverse a separar para siempre.