jueves, 28 de marzo de 2013

Desfiladero

Este fin de semana es el famoso finde de ir al pueblo de Ikki. Supongo que casi todas las parejas tienen uno o dos asuntos que son su fuente típica de conflictos. Pues bien: el pueblo es uno de los nuestros. Está la limpieza del hogar, mi desorden y despiste, mi falta de atención a veces, su gruñonería... Y el pueblo.

Ir al pueblo de Ikki supone dos cosas cosas para mí. Voy a ir de menos importante a más.

Una es que lo considero un fin de semana perdido. Aunque no lo estés leyendo, Ikki, lo siento mucho por decir esto, sé que te ofendería muchísimo. A mí en mi tiempo libre me gusta ir al cine, a ver exposiciones raras, a ver sitios curiosos, y cuando está la posibilidad, quedar con amigos (y digo cuando está la posibilidad porque en mi ciudad natal esto es fácil y es en realidad lo que más hago, pero aquí no tengo a nadie tan íntimo). Ir al pueblo consiste en estar todo el tiempo "de prestado". De comida familiar a comida con amigos de Ikki. No hay nada que ver ni hacer aparte de ir a los bares con ellos.

Y ahí llega la segunda cosa y la que más me agobia. Socializar con sus amigos. Aunque no tenga tal grado de fobia social que me impida salir a la calle y ese tipo de limitaciones que otros fóbicos sufren, sí que me producen mucha ansiedad estos encuentros sociales de muchas personas. Su grupo de amigos no es precisamente pequeño, porque deben de andar sobre los 20 aproximadamente, y aunque nunca se juntan todos, puedes contar con que siete o diez estarán. Siete o diez personas a la vez, seguras de sí mismas, que hablan con voz potente de una esquina de la mesa a la otra, a menudo a la vez, son una cosa muy grande para mí. A veces no tengo mucho que decir sobre el tema de conversación (y su sentido del humor suele ser también distinto del mío), pero incluso cuando tendría algo que opinar eso no sirve de mucho. Se me atragantan las palabras por los nervios, y no tengo la potencia de voz necesaria para que se me oiga con todo el ruido reinante. Un poema, vamos. A veces me da vergüenza al pensar si alguno habrá notado que he intentado participar y he empezado una frase y al final lo he dejado porque ya estaba hablando otro u otros con más potencia. Para no mentir tengo que decir que en otras ocasiones, con la ayuda del alcohol, me lo he llegado a pasar muy bien con ellos. Pero lo malo del alcohol es que a la mañana siguiente vuelves a la casilla de salida. Ojalá pudiera mantenerme así todo el rato.

Pero la cita ya toca este sábado y domingo, y no me queda más remedio que afrontarlo como mejor pueda. Últimamente estoy en una fase de tristeza, y entre otras cosas he empezado a reflexionar que soy un novio desastroso, y que Ikki me tiene que soportar un montón de cosas. El episodio que conté hace un par de entradas sobre su regalo de aniversario y todo lo que eso implica, mis despistes y los daños que eso provoca, mi dejadez y desorden, lo pesado que soy, las pequeñas costumbres a las que ha ido renunciando por mí (escuchar la radio y leer largo rato en la cama), tener mucho menos sexo del que le apetecería... Y en definitiva, yo sé que periódicamente a mí me surgen dudas sobre nosotros, pero desde su punto de vista, a veces me pregunto qué le aporto yo en realidad.

Así que volviendo al finde que viene, mi misión está clara: tengo que poner la mejor cara que pueda, tengo que evitar que se me note nada, tengo que esforzarme por relacionarme con sus amigos como mejor pueda, tengo que intentar no aguarle la fiesta y permitirle que disfrute al máximo de un fin de semana con sus amigos y su familia, porque es lo mínimo que puedo hacer.

lunes, 11 de marzo de 2013

Tina Cohen-Chang

Los que veáis Glee, os habréis fijado en Tina, la miembro asiática e inicialmente gótica del grupo... o quizá no os habréis fijado nada. No es difícil: Tina es casi sin duda el personaje central con menos frases, líneas argumentales, canciones... En la gran mayoría de los capítulos, Tina no hace prácticamente nada relevante. Está ahí, diciendo alguna que otra frase (tartamudeando, en sus primeros capítulos), haciéndole los coros a alguien, sonriendo o poniendo cara seria ante lo que alguien dice, o diciendo algo que queda totalmente disuelto entre en el mar de lo que los demás dicen o hacen.

Tina es mi personaje favorito de Glee, sobre todo durante su primera temporada. En los últimos tiempos las cosas han cambiado bastante y ahora digamos que ya no es el mismo personaje: dejó de ser gótica sin ninguna explicación, empezó a hablar alto y claro y en los últimos capítulos tiene incluso una actitud respondona y borde, y hasta alguna que otra línea argumental en la que juega un rol importante. Pero cuando todo empezaba, se convirtió sin pararme a pensar en ello en mi personaje favorito, y no sé si por casualidad o porque una parte de mí lo intuyó, un tiempo más tarde:  ¡era casi exactamente como yo! Yo también suelo hacer el papel de "personaje secundario" en las relaciones sociales, no canto ningún "solo" y en medio de las conversaciones grupales, sólo digo alguna frase suelta que básicamente no influye en nada.

Recientemente han esta de visita unos amigos de Ikki y todo esto, que queda camuflado cuando estamos él y yo a solas, surgió una vez más. En estas situaciones, acaba quedándome siempre un poso de amargura y desánimo. El notar lo mucho que me cuesta encajar con la gente normal, con los grupos, me pone muy triste y me hace sentir como un perro verde. 

Por otra parte, es fascinante el efecto que tienen los distintos grupos en las personas. Hace meses fuimos de viaje con una amiga mía y otros amigos de ella, y según me hizo saber mi amiga más tarde (y yo ya lo sospechaba), Ikki no cayó nada bien a los demás. Les resultó pedante y borde. Yo en cambio les caí bien (la frase que le dijeron a mi amiga fue "¡adoptamos a Ronan!"). No puedo negar que verdaderamente Ikki se comportó a menudo de manera huraña y poco adaptable durante aquel viaje.

Sin embargo, en este contexto "inverso" de la visita de sus amigos, claramente el que no encajaba era yo, y contrariamente al viaje, Ikki se mostraba siempre dispuesto a hacer todo lo que los demás propusieran (en esta situaciones, yo debo evitar sugerir nada, porque entonces él me mira con aprensión y trata de quitarme la idea). La verdad es que creo que no llegué a caerles lo que se dice "mal", eso sería exagerar, pero digamos que en las conversaciones, en el grupo, yo no aportaba mucho. Ahora voy a hacer eso que siempre se dice que no se debe hacer de sacar conclusiones sobre lo que los demás han pensado de ti, pero la sensación que me queda claramente es que ellos deben pensar que soy un soso y un simple que no está a la altura de lo que Ikki podría tener.

Dentro de de poco vamos un fin de semana a su pueblo. Tengo muy pocas ganas, porque eso significa que esta situación se va  prolongar casi a tiempo completo durante 48 horas seguidas. Y dos días enteros sintiéndote el personaje secundario hacen muchísimo daño a tu autoestima.

jueves, 7 de marzo de 2013

Estar enamorado / querer

Hoy Ikki se me ha presentado por sorpresa con un ramo de flores. Cumplimos cinco años juntos... Sé que es un tópico, pero me parece mentira que haya pasado tanto tiempo, y se me ha pasado todo volando. (También es un tópico, pero desde los veintipocos tengo la sensación de que todo se pasa volando).

Y este bonito detalle me ha entristecido y me ha hecho sentir culpable. El año pasado, fue Ikki también el que tuvo un bellísimo detalle conmigo para celebrar este día. No voy a entrar en muchas explicaciones, pero se trataba de una especie de resumen en fotos y texto de nuestra relación, de cuando empezamos, de los momentos que habíamos tenido que pasar separados, de cuando empezamos a convivir...

Todos estos detalles y muestras de atención, de cuidado, subrayan algo dolorosamente cierto de lo que él también es consciente: el desequilibrio que hay entre lo que él siente por mí y lo que yo siento por él. Sí, Ikki lo sabe, me consta que lo sabe. En primer lugar, porque simple y llanamente, estas cosas se saben. Uno puede tratar de empujarlo a su subconciente y mirar para otro lado, pero el fondo lo notas. Pero si aún esto no fuera así, yo mismo se lo dije de viva voz en una ocasión en que prácticamente rompí con él. Se acercaba un momento crucial en cualquier relación (el inicio de la convivencia), y yo tuve la crisis más fuerte que he tenido de dudas. En las películas y series suelen bromear con que esto se debe a que la gente tenemos miedo al compromiso y bla bla bla, pero cuando estás completamente convencido de algo, no tienes miedo. Lo deseas.

Pero en aquella ocasión Ikki tiró y tiró de la cuerda, y yo al final cedí. Vuelvo constantemente a ese día. ¿Es posible convencer a alguien de que no rompa contigo?

Si volví no fue sólo por su insistencia, no voy a mentir. Quiero muchísimo a Ikki, y los años que han venido después de esa casi-ruptura han estado llenos también de momentos felices. Ikki y yo compartimos todo tipo de cosas: puntos de vista, un conocimiento mutuo profundo, aficiones, un nivel cultural similar. Él es una de las escasas personas en todo el mundo con quien siento que puedo ser absolutamente yo mismo. Puedo explicarle casi todas mis rarezas más íntimas, las estupideces que me hacen gracia, las preocupaciones que serían más incomprensibles para casi todo el mundo.

Pero volvemos a lo mismo. ¿Esto sustituye a estar verdaderamente enamorado, con todas las letras? ¿"Querer mucho" basta? ¿Es sostenible para siempre una pareja en la que un miembro siente mucho más intensamente que el otro? Aunque nunca le haya puesto los cuernos, ¿estoy de cierta manera engañándole?

Las consecuencias de todo esto no sólo se manifiestan en que el ramo de flores me haga sentir tristeza. A tu propio cuerpo no le puedes engañar, y en el caso de los hombres el deseo tiene una forma muy concreta y muy visible de manifestarse. Sí, lo que estoy diciendo de esta manera tan cursi y rebuscada es que cada vez me apetece menos acostarme con él, y ya he experimentado alguna vez lo que es un gatillazo. También he experimentado algo que va incluso antes: tener dificultad no para mantenerte empalmado, sino para llegar a hacerlo. Y aquí sí que nos chocamos contra el muro.

Todo el cariño del mundo no va a conseguir que sienta un deseo sexual que no tengo.

Al lado de Ikki tengo ganas de muchas cosas. Tengo ganas de contarle cosas, tengo ganas de pasar tiempo con él, tengo ganas de hacer cosas juntos, tengo ganas de besarle en las mejillas, en las orejas, en la nariz. Tengo ganas de acariciarle el pelo, la cara, la barriga, la pelambrera de su pecho, su ombligo. No tengo ganas de tener sexo ni de morrearme con él. 

Me he planteado cosas. Romper, claro, esta vez sin vuelta atrás. Proponerle una pareja abierta en que el sexo lo obtengamos cada uno por nuestra cuenta, fuera. Algunas veces hemos hablado entre bromas y veras de esta posibilidad, y nunca hemos sacado nada en claro. Ikki sigue teniendo muchas ganas de acostarse conmigo, y la posibilidad de que yo me acueste con otro no le hace ninguna gracia.

A mi alrededor siento que todo, el mundo, conspira para plantarme todos estos temas en las mismas narices (y en las de Ikki, creando momentos que se me hacen muy incómodos). Las series, las películas, las situaciones del día a día. Ayer fue un día surrealista, en que me ocurrió algo muy anormal, seguido de algo más común pero también significativo. Todo relacionado con el sexo y la fidelidad. No lo voy a contar hoy, pero otro día quizá sí, porque de alguna manera quiero que lo que pasó se quede guardado en algún sitio. Anoche incluso soñé algo que indirectamente ahondaba de nuevo en las sensaciones y los lugares de aquel día...

Me siento perdido.