sábado, 12 de marzo de 2011

Las cosas que me hacen estar despierto de madrugada

¿Por dónde empezar? Estoy en un momento de mi vida en el que me veo envuelto en dudas de todo tipo y tengo mucho miedo. Por fin tengo esta tarde un poco de tiempo a solas para volcar aquí, sin orden ni concierto, todo lo que me preocupa.

Ikki. Los momentos de dudas van y vienen. A menudo pienso que nunca encontraré a nadie que me quiera tanto como Ikki, que me entienda y me conozca igual, con quien comparta tantas aficiones, tan compatible en casi todos los aspectos, tan buen novio. Pero la realidad es que he tenido y tengo a veces periodos de duda en que siento que esta relación no me llena de verdad, que no siento lo que se debe sentir. Quiero mucho a Ikki, pero aunque me angustia, creo que no le quiero de forma romántica, sino como algo algo así como una amistad muy profunda.
A veces mi relación con él me hace sentirme, entre comillas, preso, secuestrado. Tengo ganas de hacer cosas y de ir a sitios, y siempre me encuentro con que mientras estoy con él, no podré. A veces, y sé que suena horrible decirlo, me atraen mucho otras personas, y la sensación de que no puedo hacer nada me frustra. ¿Haría algo si estuviera soltero, yo, con lo tímido que soy? Es muy posible que no, ya ves la paradoja. Uno nunca está contento. Cuando no tenía novio, añoraba el sentirme atado a alguien. ¿Quién me iba a decir que un día iba a decirle a la gente que está sin nadie que aprovechen su situación y disfruten de su libertad...?
Encima de todo esto, Ikki sigue sin empleo y está entrando en una espiral de autocompasión que me empieza a agotar la paciencia. Y claro, al no tener trabajo, todo el tiempo, todo, que no paso trabajando lo paso con él. A veces uno necesita tiempo para estar completamente solo...

Esto tiene muchas ramificaciones. Mis facturas de teléfono se han reducido mucho. Normal, porque tengo que racionar mucho mis llamadas a amigos y familia porque a él le molesta que hable mucho rato con ellos y le deje aburrido, y a mí en realidad tampoco me gusta mucho hablar con ellos teniéndole al lado escuchando. No puedo escribir en el blog. No puedo hacer ninguna actividad que a él no le guste hacer excepto en los ratos cuando está ocupado con un hobby suyo, porque se aburre.

Pero ahora le damos la vuelta a la tortilla: ¿estaría yo más feliz quedándome solo en esta ciudad sin mi principal y único apoyo en ella? ¿Qué pinto yo aquí sin él? Una de las consecuencias malas de estar emparejado es que de repente la soledad te da más miedo que nunca.

Quiero marcharme de esta ciudad, y los planes que Ikki y yo habíamos hecho son para cuando comienze este verano. A la vuelta de la esquina lo tenemos... Y otra nueva serie de dudas me aterrorizan: Un lugar nuevo. Desconocido. Trabajo nuevo (suponiendo que lo encuentro). Compañeros nuevos, quizá no tan buenos como los actuales. Deseo salir de este sitio, pero todas estas cosas nuevas, la incertidumbre total, me dan tanto miedo. Y si no me enfrento a ello, ¿estaré aquí para siempre...? No, por favor, eso no.

Otro tema más que me preocupa, que va en paralelo a todo esto: en el hospital hay una persona que me ha empezado a gustar. Le conozco muy poco, pero sin embargo las señales están ahí y ya siento esa inestabilidad típica de esta situación. Se trata de alguien que sólo aparece de vez en cuando por necesidades de su trabajo. Hemos hablado muy poco, pero las dos veces escasas que me ha hablado he sentido esa sensación rara... la mente nublada, esa euforia que te envuelve más tarde cuando revives mentalmente el momento... En las dos ocasiones ha sido muy amable conmigo y me ha dirigido algún comentario simpático, algún halago un poco exagerado para el caso. La última vez que estuvo me pidió ayuda con un paciente y estuvimos un rato un poco más largo juntos. Yo estaba muy nervioso pero al mismo tiempo feliz... En ese ratito pude notar que es una persona muy apreciada por los compañeros, porque se paró a saludar a un paciente que conocía y a darle ánimos, se interesó también por otra paciente que era hija de una compañera del hospital. Un rato después me pidió que le hiciera una prueba más a su paciente y me dijo que le llamara con el resultado, aunque ya estuviera él en casa, y me pareció un gesto bonito implicarse tanto. Y al despedirse, me dio una palmadita simpática en el brazo. Y de alguna forma, supongo que intuyendo por el lenguaje corporal, yo había visto venir que para despedirse me iba a hacer algún gesto cariñoso así. Me sentí en una nube, y esa noche no pegué ojo, pensando.

¿Estoy diciendo con esto que me daba la impresión de por su parte hay algo? Una pequeña parte de mí lo piensa, pero la verdad es que no sé ser objetivo con estas cosas y por eso tampoco lo creo demasiado. El caso es que ya no voy tan tranquilo al trabajo, porque ahora la posibilidad de encontrármelo me asusta...