Y después de todos los obstáculos,
me alegro de verte con alguien nuevo,
Y es un milagro tan grande que tú y yo
aún seamos buenos amigos
Después de todo lo que hemos pasado
sé que estamos bien.
("Cool", Gwen Stefani)
Hace un segundo, sintiéndome fuerte y tranquilo, me he puesto a ver en Youtube el video de una canción que siempre tengo miedo de escuchar porque me gusta muchísimo, pero me hace sentir horriblemente melancólico y me hace pensar cosas tristes. La canción es Cool, de Gwen Stefani, y si además la escuchas viendo el video, el efecto que me provoca es más fuerte, porque se trata de un video precioso y, aunque es esperanzador, tiene un regusto triste (y perverso... qué buena la escena de las tazas de café). En esta canción, Gwen Stefani canta sobre un tema nada típico: lo feliz que está de poder ser amiga de su ex, y de haber cada uno rechecho sus vidas con otra persona. La anti-canción de amor (o la canción de amor más difícil de poder hacer).
Nunca he podido ser amigo de ningún ex mío, o de los previos intentos de pareja que he tenido antes de Ikki. Por una u otra razón, ha sido imposible. Con Ulises, mi primer intento serio de pareja, quedamos un mes después de haberlo dejado, un mes en el que por petición mía nos alejamos por completo. Quizá para una persona normal habría bastado, pero yo, con lo melodramático y lo dependiente que soy, no estaba aún curado, y el verle me removió por dentro. Por cierto, recuerdo que la canción que sonaba en mi cabeza mientras le esperaba en el sitio donde quedamos, con el corazón en un puño, era "Shiver", de Natalie Imbruglia. "Estoy a salvo esta vez", decía ella, pero yo no lo estaba.
Con Damián lo pasé mucho peor, la verdad. Cuando me dejó no sentí la explosión de dolor intensa que tuve con Ulises, pero a cambio fue como una especie de degradación progresiva que en lugar de irse desvaneciendo, se iba extendiendo dentro. Quizá porque Damián me gustaba más de lo que nadie me había gustado en mi vida, y paralelamente desde el principio me temí que no teníamos futuro.
Quizás, aunque suene horrible, uno se enamora más intensamente cuanto mayor es el grado de sufrimiento que siente. Deseaba desesperadamente formar parte de la vida de Damián, entrar en su mundo, que me contara sus preocupaciones, conocer a sus amigos. Cuando me dejó, en lugar de dejar pasar un tiempo, empalmamos directamente con un intento de amistad. Al principio de esa época fue muy cariñoso y atento, y me hacía sentir bien... En esa época, en la que uno en teoría es cuando más sufre, tenía momentos en los que después de una charla con él en la que me animaba y me decía cosas para reforzar mi autoestima, me sentía muy feliz. Claro: porque seguía enamorado y estas charlas mantenían la ilusión de que esto en cierto modo no había terminado.
Por eso cuando esta segunda fase de amistad se terminó unilateralmente, el dolor fue más intenso, alargadado e indefinido que nunca. Ahora sí que me había dejado para siempre. Recuerdo echarme yo mismo las cartas del tarot y preguntar si volvería al menos a saber de él, y ver como respuesta la carta de... la muerte.
Estando ahora felizmente emparejado, debería no tener ningún hueco para estos pensamientos, pero ya ves, me han dejado mucha huella, y no hace falta mucho, una canción o menos que eso, para levantar la tapa...