sábado, 29 de abril de 2017

Ausencia

En la entrada anterior mencionaba de pasada que un amigo estaba en paradero desconocido desde hacía un tiempo.

La realidad era que mi amigo P había muerto, y sólo lo supimos meses después.

Esto lo supe en febrero. Saber que P ya no estaba fue un golpe duro, y a día de hoy voy a reconocerlo, una parte de mí simplemente no se lo cree. No se lo puede creer. Cuando me cruzo con sus fotos, el pasado verano, con nuestra amiga M, lleno de alegría y de vida, con su sentido del humor, su profundidad, su inteligencia, su percepción especial del mundo, simplemente siento en el fondo de mí que ha habido una confusión y P está por ahí, quizá en otro país de viaje, y pronto va a volver.

Y al mismo tiempo esta pequeña puñalada me dice que eso es imposible y que P ya no está en el mundo. En el mundo ahora hay un agujero donde antes estaba P, y ya nunca nunca más va a volver. No me lo puedo creer.

P y yo, lo sé, no nos veíamos tanto. Yo no era su mejor amigo, y no sabía muchas cosas de él. Nuestra relación no se remontaba a tanto tiempo atrás. Y P era una persona bastante reservada. Sin embargo, le tenía un cariño enorme, y en una estima mucho mayor que a otra gente con la que me he relacionado mñas tiempo, porque cuando conocí a P y a M, sentí que estas eran dos personas con las que sí valía la pena pasar el tiempo, dos personas de las que te alegras de haber conocido. En la entrada anterior hablaba de cómo ya no deseaba dar cabida en mi vida a gente con la que en realidad no quiero estar, y mira, ahora he perdido a una de esas con quien sí deseaba estar.

En el mundo no hay reglas. Y si las hay, yo no las veo. Me gustaría creer en el karma, en la justicia divina, pero no puedo evitar saber que ocurren tragedias inmerecidas todos los días, y gente malvada que prospera y lleva vidas felices. La vida no sigue un guión, aunque a veces pueda parecerlo, y en cualquier momento cosas terribles pueden suceder, sin que tengan ningún sentido. Sí, también ocurren cosas buenas, y uno puede estar tentado de pensar que "se lo merece" y que esto es una especie de premio. Es verdad, a veces el esfuerzo y la perseverancia dan sus frutos, pero nunca podemos sacar de la ecuación al azar, al caos.

Lo siento por esta entrada inconexa. Este año me han ocurrido muchas cosas buenas, y concretamente esta semana ocurrió algo que provocó un cierto revuelo a mi alrededor. Algo del mundo laboral. Todo el mundo me felicitó, me dijo que era un milagro.

Y yo he sentido una gran ansiedad recibiendo esas felicitaciones, sonriendo y tratando de decir las cosas que se esperaban de mí. En realidad todos tienen razón en alegrarse y felicitarme, y es absurdo que yo me sienta agobiado. Para no mentir, quizás mi gran alegría fue poder escapar del mundo de la sanidad, y después de esa inmensa alegría que sentí cuando supe que aprobé el examen que me permitiría dejar ese mundo, ya lo demás sólo puede ser una guinda. ¿Es por eso?

En cualquier caso, la realidad es que yo me sentí como me sentí, y eso me ha agobiado. Me ha agobiado tener que fingir unas emociones que no siento, y me ha agobiado sentirme raro por no sentir lo que se supone que debo sentir. Quizás tenía que haber sido más sincero con la gente, pero ¿cómo les explico eso? Y ¿cómo de desagradecido sonaría cuando sé que muchos desearían estar en mi lugar en este caso? Así que no he tenido más remedio que tragar y ponerme la máscara.

Quizás es que me faltan cosas que, en el fondo, considero más importantes que el el trabajo, y sin tenerlas no puedo sentir tanta alegría por un motivo laboral. Me falta P, me falta M que era pare de nuestro trío de amigos y no vuelve hasta dentro de muchos meses, me falta más gente como P y M. Quizá también soy una persona rara y en el fondo las cosas laborales no me importan tanto, y nunca me van a hacer tan feliz como a otra gente, y no pasa nada por ser así porque cada uno es como es.

A veces escucho a artistas hablar o actuar, y veo las vidas tan personales que llevan, cómo se ponen el mund por montera y son capaces de decir y hacer cosas escandalosas, y ser completamente fieles a sus deseos, y les envidio. Qué libertad, tener el valor de sacar a la luz toda tu rareza interior y no sentir ninguna vergüenza.

P, todo lo que quería decirte te lo puse ya en una carta, pero me parece que siempre seguiré queriendo decirte cosas. Perdóname por no haber ido contigo a dibujar. No sabes cuánto me arrepiento. Te echo muchísimo de menos.

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