A continuación, una descarga de egoísmo, contradicciones y desorientación.
La situación entre Ikki y yo, o mis sensaciones respecto a ella, cambian a cada día, a cada rato. De la esperanza al hundimiento, de la tranquilidad al desasosiego, del dolor a la estabilidad.
A lo largo de la semana, todo parecía ir bien. Yo estaba mejor, cada vez más normal, incluso contento. Ikki también iba muy bien.
Algunas noches se giraba en la cama para rodearme con su brazo, y yo me sentía bastante feliz y pensaba alternativamente que qué estaba pasando, qué significaba todo, y quizás que aunque fuera extraño era un suerte estar así.
Este viernes Ikki salía con un grupo de amigos, un plan en el que yo obviamente no estaba incluido. Yo este fin de semana trabaja mañana y tarde los dos días, por lo que sólo nos veíamos por la noche. La noche del sábado me explicó cómo lo había pasado la noche del viernes, y las cosas que había hecho durante el día con sus amigos del pueblo que andaban de visita por aquí. Estaba contentísimo. Y según iba comunicándome más y más su entusiasmo, yo más y más iba notando que una extraña angustia y tristeza me invadía. Sí: yo habría preferido no verle tan feliz. Es horrible y egoísta, y es la verdad. Después de una relación tan larga, me duele verle recuperarse tan perfectamente en menos de una semana.
Pero el plato fuerte llegaba a la mañana siguiente, cuando al despertarme para ir a trabajar, aprovechando que estaba dormido en otro cuarto, cogí su móvil para leer sus conversaciones. Horrible, mezquino y estúpido. ¿Qué esperaba encontrar exactamente? Quizá una prueba de que no estuviera tan bien. Quizá lo que me encontré: él explicándole a su mejor amigo que el viernes efectivamente se lió con alguien de la discoteca. Y que había temido sentirse mal, o culpable, pero que estaba contento porque se sintió muy bien. Su amigo le felicitaba. De verdad que cuesta poner en palabras la sensación de absoluto hudimiento que sentí, de caer al vacío para siempre, de que te arrancaran las tripas y los pulmones, de todo a la vez.
Ikki casualmente se levantó al rato para ir al baño, y se lo dije. Me echó una pequeñísima bronca, como de entrenador de fútbol, me dijo que no me estuviese torturando, y se fue a dormir en seguida.
Ese día fue terrible. Ni siquiera quiero volver a recordar con detalle todo lo que me pasaba por dentro. Así que vanzo hasta esa noche: le dije que lo sentía, que había sido por mi parte un error enorme y que no tenía ningún derecho a mirarle su móvil, ni a pedirle ni exigirle nada. Pero que era verdad que me dolía muchísimo haberme enterado de eso. Lloré, me hundí en el sofá, Ikki me consoló (sí, me consoló), me explicó que la alegría que sintió se debía al darse cuenta de que era capaz de salir al mundo y ligar otra vez, gustarle a alguien, todo eso. Que la procesión iba por dentro, que se estaba esforzando en facilitarlo todo para que pudiéramos ser amigos, y que yo haciendo estas cosas lo ponía en peligro. Me fui a dormir sintiéndome mucho mejor, y me desperté con una visión nueva de las cosas: no quería dañarme más pensando en lo que pasó, ahora se trataba de ser optimista y mirar hacia delante.
A la noche siguiente ocurrió algo extraño. Ikki tuvo un sueño que parecía mezclar algo erótico con algo de su trabajo, y habló en sueños, cosa que nunca antes le había visto hacer. Me llevó la mano a su paquete mientras decía algo del archivo de clientes, yo perplejo con todo. El caso es que de pronto pareció entrar en razón, se giró y siguió durmiendo. Y yo... me sentí muy excitado.
A la mañana siguiente, y siguiendo su oferta explícita de que aunque hubiésemos cortado podíamos volver a tener sexo si queríamos, le dije que me apetecía.
Y lo hicimos, y fue genial.
Me dijo que ahora no empezara a sentirme culpable ni cosas así, y me fui a trabajar algo turbado y también bastante alegre, para qué mentir. ¿Tal vez podríamos empezar una segunda parte como exes-mejores amigos-follamigos?
Anoche lo volvimos a repetir.
Y aunque la primera vez me prometí no empezar a comerme la cabeza y tomarme las cosas tal cual venían, por una vez en la vida, en vez de analizarlo todo, la naturaleza es como es, y estoy ahora mismo completamente a la deriva.
¿Por qué si una de las razones principales era que no sentía deseo de pronto me apetece dos días seguidos y la cosa sale muy bien? ¿Es porque soy un incomformista efectivamente y sólo quiero lo que no tengo? ¿Por qué de pronto una parte innegable de mí desea volver con él y querría volver atrás?
Y a todas estas ocurre en primer lugar que no sé si él seguiría queriendo, porque como me dijo una amiga, el jarrón ya lo hemos roto una vez y aunque lo pegues no queda igual, y como él mismo me dijo, cuando le dije que le veía como un amigo, dice que se le "cayó la venda" y que su forma de verme cambió. Queriendo decir problamente que sus sentimientos por mí cambiaron "a menos". Muy posiblemente Ikki ya no está enamorado de mí, y una segunda parte nunca sería igual. Y eso sin hablar de la otra cosa: la posibilidad de que todo esto que siento ahora no sea más que un espejismo provocado por la nostalgia y el apego. No desearía jugar con sus sentimientos volviendo a romper con él otra vez si finalmente me diera cuenta de eso...
Tengo miedo de acabar arrepentido de la decisión y que ya el daño sea irreversible. Dejar pasar el tiempo puede ser la solución, pero también puede ser el factor definitivo para cerrar la puerta para siempre. Estoy totalmente perdido.
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