jueves, 7 de marzo de 2013

Estar enamorado / querer

Hoy Ikki se me ha presentado por sorpresa con un ramo de flores. Cumplimos cinco años juntos... Sé que es un tópico, pero me parece mentira que haya pasado tanto tiempo, y se me ha pasado todo volando. (También es un tópico, pero desde los veintipocos tengo la sensación de que todo se pasa volando).

Y este bonito detalle me ha entristecido y me ha hecho sentir culpable. El año pasado, fue Ikki también el que tuvo un bellísimo detalle conmigo para celebrar este día. No voy a entrar en muchas explicaciones, pero se trataba de una especie de resumen en fotos y texto de nuestra relación, de cuando empezamos, de los momentos que habíamos tenido que pasar separados, de cuando empezamos a convivir...

Todos estos detalles y muestras de atención, de cuidado, subrayan algo dolorosamente cierto de lo que él también es consciente: el desequilibrio que hay entre lo que él siente por mí y lo que yo siento por él. Sí, Ikki lo sabe, me consta que lo sabe. En primer lugar, porque simple y llanamente, estas cosas se saben. Uno puede tratar de empujarlo a su subconciente y mirar para otro lado, pero el fondo lo notas. Pero si aún esto no fuera así, yo mismo se lo dije de viva voz en una ocasión en que prácticamente rompí con él. Se acercaba un momento crucial en cualquier relación (el inicio de la convivencia), y yo tuve la crisis más fuerte que he tenido de dudas. En las películas y series suelen bromear con que esto se debe a que la gente tenemos miedo al compromiso y bla bla bla, pero cuando estás completamente convencido de algo, no tienes miedo. Lo deseas.

Pero en aquella ocasión Ikki tiró y tiró de la cuerda, y yo al final cedí. Vuelvo constantemente a ese día. ¿Es posible convencer a alguien de que no rompa contigo?

Si volví no fue sólo por su insistencia, no voy a mentir. Quiero muchísimo a Ikki, y los años que han venido después de esa casi-ruptura han estado llenos también de momentos felices. Ikki y yo compartimos todo tipo de cosas: puntos de vista, un conocimiento mutuo profundo, aficiones, un nivel cultural similar. Él es una de las escasas personas en todo el mundo con quien siento que puedo ser absolutamente yo mismo. Puedo explicarle casi todas mis rarezas más íntimas, las estupideces que me hacen gracia, las preocupaciones que serían más incomprensibles para casi todo el mundo.

Pero volvemos a lo mismo. ¿Esto sustituye a estar verdaderamente enamorado, con todas las letras? ¿"Querer mucho" basta? ¿Es sostenible para siempre una pareja en la que un miembro siente mucho más intensamente que el otro? Aunque nunca le haya puesto los cuernos, ¿estoy de cierta manera engañándole?

Las consecuencias de todo esto no sólo se manifiestan en que el ramo de flores me haga sentir tristeza. A tu propio cuerpo no le puedes engañar, y en el caso de los hombres el deseo tiene una forma muy concreta y muy visible de manifestarse. Sí, lo que estoy diciendo de esta manera tan cursi y rebuscada es que cada vez me apetece menos acostarme con él, y ya he experimentado alguna vez lo que es un gatillazo. También he experimentado algo que va incluso antes: tener dificultad no para mantenerte empalmado, sino para llegar a hacerlo. Y aquí sí que nos chocamos contra el muro.

Todo el cariño del mundo no va a conseguir que sienta un deseo sexual que no tengo.

Al lado de Ikki tengo ganas de muchas cosas. Tengo ganas de contarle cosas, tengo ganas de pasar tiempo con él, tengo ganas de hacer cosas juntos, tengo ganas de besarle en las mejillas, en las orejas, en la nariz. Tengo ganas de acariciarle el pelo, la cara, la barriga, la pelambrera de su pecho, su ombligo. No tengo ganas de tener sexo ni de morrearme con él. 

Me he planteado cosas. Romper, claro, esta vez sin vuelta atrás. Proponerle una pareja abierta en que el sexo lo obtengamos cada uno por nuestra cuenta, fuera. Algunas veces hemos hablado entre bromas y veras de esta posibilidad, y nunca hemos sacado nada en claro. Ikki sigue teniendo muchas ganas de acostarse conmigo, y la posibilidad de que yo me acueste con otro no le hace ninguna gracia.

A mi alrededor siento que todo, el mundo, conspira para plantarme todos estos temas en las mismas narices (y en las de Ikki, creando momentos que se me hacen muy incómodos). Las series, las películas, las situaciones del día a día. Ayer fue un día surrealista, en que me ocurrió algo muy anormal, seguido de algo más común pero también significativo. Todo relacionado con el sexo y la fidelidad. No lo voy a contar hoy, pero otro día quizá sí, porque de alguna manera quiero que lo que pasó se quede guardado en algún sitio. Anoche incluso soñé algo que indirectamente ahondaba de nuevo en las sensaciones y los lugares de aquel día...

Me siento perdido.

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