Ayer comí en casa de un compañero de trabajo, Samuel, y caí en la cuenta de varias cosas. Cuando llevas un tiempo en un trabajo es inevitable (y digo inevitable porque no me gusta mucho) ir descubriendo cómo está tejida la red social en ese sitio; vamos, quién se lleva con quién, quién no puede ver a quién, quién es el más discreto y quién el más cotilla, etc. Bueno, os puedo decir una cosa, creo que pocas veces he estado en un sitio en el que se cotillee tanto. El tema central de conversación del hospital es la vida de los demás. Respecto a mí mismo me da bastante igual porque no tengo nada que esconder, pero la verdad es que me incomodan un poco esas conversaciones por dos motivos:
a) Crean situaciones incómodas. Perfectamente puede ocurrir que el tema de la crítica sea alguien que te cae bien, y en ese caso debes elegir entre "defender" a esa persona y por tanto romper con la línea de ese grupo concreto y quedarte fuera, o tragar y escuchar cómo se dicen cosas con las que no estás de acuerdo.
b) En general me cae bien la mayoría de la gente, incluso gente que entre sí se cae mal, por lo que lo que cuento arriba ocurre muchísimo. No sé, creo que hay gente con un carácter tan fuerte que tienen antipatías o simpatías muy fuertes, opiniones tajantes para todas las cosas, y gente como yo, que tienden para bien y para mal a ver todos los lados de las cuestiones, a ver todos los grises y que por tanto entienden casi todos los puntos de vista y les cuesta decidir. Pero cuando se critica a alguien en estas conversaciones los grises no valen, es o todo o nada.
En fin, el caso es que este compañero, Samuel, tiene un carácter particularmente fuerte y por tanto provoca en los demás reacciones fuertes. A muchos en el hospital les cae mal. El caso es que ayer, y siento decirlo, empecé a entender en parte esa antipatía. No voy a entrar en muchos detalles, pero el caso es que Samuel tuvo un despiste a la hora de quedar conmigo que hizo que otra persona tuviese que cocinar de más. Sin embargo, ante mis propios ojos ví como le daba la vuelta a la situación y respondía con bastante intransigencia a la molestia de esta otra persona, además alterando la realidad para defenderse. La realidad pura y dura es que podía perfectamente haber avisado a esta persona con tiempo y se le olvidó. Yo en su caso me habría disculpado enseguida porque está más claro que el agua de quién era la culpa, y la verdad me asombra que alguien sea capaz de dar la vuelta a la tortilla incluso en casos así.
Y la conclusión a la que he llegado es que cuando se tiene cara uno consigue mucho más. Ya véis qué obviedad. Yo, siendo tan correcto y cortado, no hago sino allanar el terreno para que los demás hagan lo que les da la gana: francamente soy imbécil.
Y, relacionado con esto, he caído también en la cuenta de que el miedo que le tengo a mi jefe es una gran tontería. Es típico de mí tenerle miedo a las figuras de autoridad, me ha pasado siempre: profesores, jefes, supervisores, etc. Sé que es algo incrustadísimo en mí y que me costará luchar contra ello, pero debo hacerlo porque veo que a mi alrededor la gente no tiene ese miedo y estoy siendo tonto. Con corrección se puede decir todo, y cada uno es como es. He visto la confianza que se toma Samuel con el jefe y las cosas que le dice. ¡Y yo dándole vueltas a todo! Pues basta. Lo peor que me puede hacer es echarme alguna bronca, con sentido o absurda como alguna que me ha echado ya, o despedirme, y tengo la suerte de que al menos por ahora en mi gremio el paro no es tan fuerte. La única (y lamentablemente, gran) ventaja de vivir en este sitio es poder estar más cerca de Ikki, pero por lo demás esty muy cansado de esta ciudad y tengo muchas ganas de irme...